El 29 de mayo de 2011 el prisionero político puertorriqueño Oscar López Rivera cumple 30 años de cárcel en Estados Unidos. Al igual que con los demás patriotas encarcelados antes y ahora, hasta sus propios captores reconocen que no se trata de un prisionero común; que sus actuaciones han sido regidas por una causa de conciencia que para él es más valiosa y trascendente que su propia libertad, e incluso que su propia vida: la causa de la independencia de Puerto Rico.El hecho de que haya habido, y aún haya, hombres y mujeres dispuestos a sufrir persecución, cárcel, torturas y hasta la muerte, por obtener la libertad para su pueblo, es algo que desafía toda lógica humana, y le confiere un carácter moralmente superior a esos hombres y mujeres dispuestos a tan alto sacrificio. Sólo la libertad puede convocar tal grado de compromiso vital. Para quienes han elegido ese camino, la libertad no se discute; se toma y se disfruta como derecho humano inalienable y fundamental. Ésa es la gran lección que nuestro pueblo ha recibido de sus patriotas y prisioneros políticos, a quienes Oscar López Rivera ha encarnado por 30 años de manera ejemplar. Su estatura y la de los demás combatientes por nuestra independencia nacional ha ido creciendo en el imaginario de nuestro pueblo, en la misma medida en que el gobierno estadounidense ha ido ensañándose contra él, y también contra los hermanos Avelino y Norberto González Claudio, como antes se ensañó contra Carlos Alberto Torres y sus demás compañeros y compañeras, y aún antes contra Lolita Lebrón y Oscar Collazo; contra Rafael Cancel Miranda, Irvin Flores y Andrés Figueroa Cordero, entre muchos otros.
El caso de Oscar López Rivera es único por varias razones. Es el prisionero político puertorriqueño que más años consecutivos ha estado encarcelado en Estados Unidos, y probablemente es también el prisionero político más antiguo de nuestro hemisferio. Además, su larguísimo encierro es el producto de la lógica torcida de sus carceleros. Mientras el gobierno de Estados Unidos pretende dar lecciones de libertad, democracia y derechos humanos al resto del mundo, ha mantenido a Oscar López Rivera encarcelado por 30 años, negándole también, bajo las reglas del mismo sistema que tanto defienden, el derecho a la libertad bajo palabra y obligándole, en forma arbitraria e inhumana, a cumplir 12 años adicionales de condena.
El gobierno de Estados Unidos tiene una responsabilidad con Puerto Rico que, hasta este momento, se ha negado a cumplir. Aquí hubo una invasión de sus fuerzas armadas en 1898, por virtud de la cual nuestra nación fue intervenida militarmente y sojuzgado su derecho a decidir su destino político, situación que prevalece hasta nuestros días. Ése es el principal agravio por el que tienen que responder, y la razón por la cual los independentistas puertorriqueños llevamos una lucha que ya cumple 113 años, y durante la cual miles de puertorriqueños, entre ellos Oscar López Rivera, han pagado una enorme cuota de sacrificio.
En este momento, la salida de Oscar López Rivera de la cárcel depende de la decisión del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien tiene en sus manos la oportunidad de emular a sus homólogos Jimmy Carter y Bill Clinton, e indultar al aguerrido boricua. Obama, el primer afronorteamericano en llegar a dicha posición, conoce por experiencia propia el difícil camino que hay que recorrer para vencer los prejuicios y la discriminación. Por eso, y por un sentido elemental de justicia y de juego limpio, es su deber excarcelar al prisionero político puertorriqueño Oscar López Rivera sin más dilación y devolverlo al seno de la Patria a la que pertenece y le ha ofrendado su vida.
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