Queremos a nuestros mártires vivos

Marcelo Barros/Especial para En Rojo

Mártir significa testigo. En las religiones, así se llama a quien arriesga la vida y sufre persecuciones a causa de su fe. También se consideran mártires los(as) que sufren persecuciones por la justicia y la paz, “proyecto divino en el mundo”. Jesús afirmó: “Bienaventuradas los/as que sufren persecuciones por causa de la justicia, (si creen en Dios o no, si son de Iglesia o no), porque de ellos/as es el reino de los cielos” (Mt 5, 10).

En estos días, en el Brasil, se completó un año del martirio de la consejera municipal Marielle Franco, de su conductor Anderson en Río de Janeiro y del militante social Pedro Sergio en Amazonia. Un año después, en todas regiones del país, indios y lideres sociales tienen dado su vida por la misma causa. En Minas Gerais, cientos de personas han muerto, víctimas de la compañía de minería Vale do Rio Doce. Más allá de la destrucción de la naturaleza, hay mucha gente en situación de riesgos.

Este domingo, 24, en toda América Latina y otros continentes, las comunidades cristianas conmemoran la figura de Oscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador, asesinado por causa de su lucha en defensa de los pobres, perseguidos por la dictadura de aquel país. El papa Francisco lo proclamó santo, por su fidelidad al compromiso de liberación del pueblo. 

En toda América Latina y Caribe, hace más de 50 años, miles de hombres y mujeres sufrieron persecuciones. Muchos fueron asesinados por insertarse en el camino de la liberación. También se consideran mártires las personas que sobrevivieron a persecuciones. En 1986, en el 6to. Encuentro brasileño de comunidades de base, las comunidades afirmaron: “Queremos a nuestros mártires vivos y no muertos”. Esto deja claro: en tiempos de martirio, todos/as los/as que trabajan por la justicia tienen que protegerse, sin disminuir su entrega. Y el mundo necesita de una Iglesia toda martirial, o sea, testigo de la liberación. 

En nuestros países, defender el proyecto de la Justicia y luchar por la Vida significa correr riesgos y enfrentar la muerte. Quien es cristiano no puede dejar de ligar esas muertes violentas que suceden cada día al martirio de Jesús. El camino de la Iglesia de base y su inserción en las luchas de liberación nos enseñan que el martirio no es sólo una forma de morir, sino, sobre todo, una forma de vivir. Celebramos el martirio de Jesús en la Semana Santa y Pascua, para ser capaces de vivir el mismo testimonio en la donación de nuestras vidas. Somos testigos de que ese mundo tiene remedio y, a pesar de todas las fuerzas del mal, seguiremos viviendo ese testimonio. 

El autor es monje benedictino y ha escrito más de 40 libros.

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