Estados Unidos desde el separatismo
La representación de Estados Unidos entre los separatistas no era homogénea. El asunto de “desespañolización” material y espiritual discutido en la primera parte de este texto tenía un significado particular desde la perspectiva de los separatistas anexionistas. Para estos, la integración de Puerto Rico a las demás Antillas y en las corrientes del progreso era un objetivo loable, pero su éxito debía garantizarse mediante un acercamiento a Estados Unidos y la incorporación de las dos Antillas como un estado más de aquella unión. La confederación anexionista fue un tema común hasta principios de siglo 20 tal y como lo demuestra un olvidado panfleto de J. J. Bas, publicado en 1903, que discutiré en otra ocasión [1]. El 1898 le dio un segundo aire a esta concepción que pocos han investigado con calma y que, incluso, penetró a José de Diego Martínez (1866-1918) como un componente de sus “independencia con protectorado”.
Para Betances Alacán, separatista independentista confederacionista, en 1898 Puerto Rico era o debía ser considerado como una “provincia de Cuba”. El asunto también tenía que ver con Estados Unidos. En un ciclo de cartas cargadas de inquietud dirigidas a Julio J. Henna Pérez, Eugenio María de Hostos, Manuel Guzmán Rodríguez, Bonocio Tió Segarra y Lola Rodríguez de Astudillo, redactadas entre el 14 de abril y el 22 de julio de 1898, insistió en ese asunto. Las afinidades y la identificación de Puerto Rico con Cuba, de las cuales él había sido uno de los arquitectos, tenían un fuerte contenido histórico social, pero también involucraba consideraciones geopolíticas que tenían que ver con el lugar de Estados Unidos en su futuro.
La idea de que Puerto Rico era una “provincia de Cuba” resultaba crucial para evitar la anexión de Puerto Rico y su transformación en territorio. El hecho de que en Puerto Rico no había un levantamiento armado separatista activo lo convertía, según Betances Alacán, en un escenario en posición de ser anexado. En la carta a Lola del 30 de junio, se sincera con ella y, lo que sugiere a los otros corresponsales, se concreta en un reclamo. A la poeta le pide que influya en las autoridades cubanas para que se incluyese a Puerto Rico en cualquier negociación o solicitud política que se hiciera para Cuba porque “abandonarlo es renunciar a una provincia cubana” [2]. La independencia de Puerto Rico se aseguraría solo por medio de Cuba. La queja de “¿qué hacen los puertorriqueños?” en una nota sin fecha a Henna Pérez debe corresponder a eso días [3]. Para Betances Alacán. la pregunta tenía mucho sentido porque. desde su punto de vista. “una gran parte del pueblo desea salir de los españoles y aspira la independencia” y el país “por pequeño…puede ser feliz con la independencia” [4]. Ese conjunto de cartas, por todo lo que informa sobre la representación de Estados Unidos en Betances Alacán entre los días de la declaración de guerra y la invasión de 1898, merecen una revisión cuidadosa que voy a completar en otro momento.
Independentistas y anexionistas en el preámbulo de Lares
En general, la relevancia del anexionismo en el seno del separatismo era notable desde 1850 [5]. Las disputas entre ambos sectores eran comunes, pero nunca llegaron a frenar la colaboración hasta el 1898. El periodo comprendido entre la Guerra Civil de Estados Unidos (1861-1865) y la abolición de la esclavitud en Puerto Rico (1873) fue uno lleno de complicaciones para las relaciones entre ambos sectores. La Junta Informativa de Reformas (1867) y los eventos de Lares y Yara (1868) pusieron en peligro las solidaridades al interior de un separatismo unificado alrededor del común rechazo a España en Puerto Rico.
El separatismo independentista puertorriqueño, que había perdido en el verano de 1867 sus vínculos con el liberalismo reformista por cuenta de la apelación a la violencia, vio en la primavera de 1868 cómo sus relaciones con los anexionistas corrían peligro. El separatismo aspiraba articular una insurrección y hacer la independencia por medio de un frente amplio que incluyera liberales reformistas, anexionistas e independentistas. La reunión de “El Cacao” deslindó el territorio con los primeros por cuenta del uso de la violencia.
En el caso de los anexionistas el conflicto no tenía que ver con ese tema. El anexionismo en general siempre había estado de acuerdo en que la separación de España requeriría el uso de la fuerza. Aquella tendencia había levantado cabeza, igual que la independentista, de la mano de militares profesionales y subsistía en un escenario en el cual la promoción de la separación constituía un delito punible y la propaganda de sus fines estratégicos era censurada. La militarización de su discurso era comprensible. Las tensiones entre ambos sectores se desarrollaron alrededor de los fines estratégicos -independencia o anexión-, y tenían mucho que ver con la evaluación del papel de Estados Unidos en el futuro de Puerto Rico.
El conflicto entre independentistas y anexionistas salió a la luz en mayo de 1868 en la ciudad portuaria de Mayagüez. El dato es importante porque aquel, junto a San Juan, había sido el centro conspirativo más visible y diligente desde 1856 al menos. El activismo de tres profesionales influyentes de la ciudad, Ruiz Belvis, Betances Alacán y José Francisco Basora (1832-c. 1882), anexionista el tercero de ellos, sugería que aquella localidad debía alzarse en una fecha aún por acordarse, para una insurrección. Según José Pérez Moris (1840-1881), el levantamiento debía iniciar en Mayagüez alrededor del mes de junio de 1868, no en Camuy o Lares. Los testimonios de Manuel María González de Camuy durante el proceso judicial demuestran que, en efecto, aquel viajaba tanto a Mayagüez como a Lares a informar y recibir instrucciones.
Voy a hacer un juego metafórico calculado. El “Grito de Mayagüez”, cancelado en mayo de 1868, se transformó en “Grito de Lares” porque a esa localidad se limitaron las acciones armadas y los gestos de la independencia el 23 de septiembre de 1868. Todo ello ocurrió luego de que el “Grito de Camuy”, que debía ocurrir el 29 de septiembre, fue adelantado tras el desmantelamiento de la célula de González. Una acción militar con aquellos tres focos activos, quien sabe cuántos más, aunque no debieron ser muchos, hubiese tenido más posibilidades de extenderse que la que en efecto ocurrió. La nomenclatura del evento puede ser sometida a revisión, pero ese no es mi propósito ahora.
El choque entre independentistas y anexionistas en mayo de 1868 es comentado con algún detalle por Germán Delgado Pasapera sobre la base de una serie de referencias cruzadas [6]. Su fuente primordial es una acotación de Loida Figueroa Mercado en su Breve historia de Puerto Rico que la autora apoyaba en unos documentos fotocopiados en los Archivos Nacionales de Washington que el historiador nacionalista Juan Rodríguez Cruz había compartido con ella [7]. Aquellas eran tres personalidades muy cercanas, vinculadas a lo que entonces se tildaba con un tono despreciativo como “historiografía tradicional”. La otra base documental original era una larga nota al calce del libro de José Pérez Moris (1840-1881) que transcribía un testimonio tardío del previamente mencionado González incluido en el “Informe del Juez Navascués” en torno los hechos [8].
El documento citado por Delgado Pasapera era una proclama o mensaje que elementos anexionistas circularon a sus asociados en Puerto Rico en los meses de abril y mayo de1868. Recuperado por el espionaje español, el gobernador Julián Juan Pavía y Lacy (1812-1870) lo remitió al Ministerio de Ultramar con una nota sobre sus implicaciones políticas. El mensaje estaba escrito en papel oficial de las autoridades, había circulado sin problemas por el correo español y era dirigido a un vecino de Guayanilla llamado Adolfo Mazán [9]. Una transcripción de la pieza fue incluida sin notas en el tomo 2 de una importante colección documental en torno a la esclavitud y su abolición prologada por Arturo Morales Carrión en 1978 [10]. También Lidio Cruz Monclova lo había manejado en 1957 en uno de los tomos de su historia del siglo 19 [11].
El testimonio de González y la proclama de mayo de 1868 indicaban que los anexionistas de Mayagüez no tomarían las armas en la insurrección que se planeaba para junio porque se oponían a sus fines independentistas y, aseguraban, que solo la anexión haría a los puertorriqueños “hombres libres” [12]. No solo eso. Echaban mano de los argumentos del Informe… de 1867 y afirmaban que aquel país deseaba “apoderarse del último baluarte de la esclavitud” para completar la obra de emancipación de 1865. La gestión de libertad y el camino de la modernización dependía de ello.
¿Cómo se representaba a Estados Unidos en el seno de anexionismo a la luz de aquellas piezas documentales? A ese problema me dedicaré en una próxima columna.
El autor es historiador.
Notas