Robert Redford: actor, director y activista

411
Robert Redford

 

 

En Rojo

Su porte, su voz, su mirada asustadiza, su timidez al enfrentar públicos y su valentía para defender los derechos humanos y denunciar las leyes y la gente que no entienden que a la naturaleza le debemos la vida. Este es el Robert Redford que conocí a través de su cine como protagonista o coprotagonista y director de historias íntimas (Ordinary People, A River Runs Through It, The Horse Whisperer), comunitarias (The Milagro Beanfield War), históricas (The Legend of Bagger Vance, The Conspirator), realistas (The Quiz Show) y políticas (Lions for Lambs, The Company You Keep). Después de hacer mucha televisión (1960-64), llega al cine como el hombre guapo que cautiva a las mujeres y desafía las leyes y el decoro (Inside Daisy Clover, The Chase, This Property Is Condemned, Tell Them Willie Boy Is Here) y desarrolla una amistad y trabajo colectivo con Jane Fonda desde Tall Story (en un papel casi de trasfondo), Barefoot in the Park, The Chase, en los 1970 con The Electric Horseman y en 2017 Our Souls at Night. La popularidad casi mitológica de Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969) junto a Paul Newman lo convierte en un actor taquillero que ya podía escoger las historias que quería contar. En los 1980 resplandeció y rompió corazones junto a Barbra Streisand (The Way We Were), Mia Farrow (The Great Gastby), Glenn Close (The Natural), Meryl Streep (Out of Africa). Dos joyas que siguen siendo un deleite ver cada tantas veces (aparte de The Way We Were, por supuesto) son Three Days of the Condor (1975) y All the President’s Men (1976). Y filmes importantes por su crítica al aparato militar/gubernamental: Spy Game (2001) con Brad Pitt y The Candidate (1972).

Con su proyecto del Sundance Institute fundado en 1981y la celebración de su Festival de cine, Redford estableció un espacio para cine independiente tanto dentro de los Estados Unidos como en el plano internacional. En enero de 1995, se presentó Fresa y chocolate (ganador de los premios Coral en el Festival Internacional de cine latinoamericano de La Habana de 1993) que ya en Berlín había conquistado los 1eros premios.  Con su nombre como productor (en escritos, pero no en el filme), Redford y Miramax facilitaron la exhibición de este filme cubano que fue nominado a Mejor Filme Extranjero de los Oscares en 1995. Y a pesar de cartas amenazantes y presiones de todo tipo, Fresa y chocolate estuvo presente la noche de los Oscares con la presencia de Tomás Gutiérrez Alea, Juan Carlos Tabío y Mirta Ibarra. Aunque no ganó, fue la 1era vez que un filme cubano era escogido para este premio. En cubanartnewsarchive.org pueden leer todos estos y + detalles redactados por Juan Antonio García Borrero en “Fresa y chocolate y el Oscar”.

 Rescate del pasado

Incluyo en esta sección dos filmes muy importantes en la carrera de Redford como director (Lions for Lambs) y un proyecto unipersonal de 2013 (All Is Lost).

ROBERT REDFORD in LIONS FOR LAMBS, 2007, directed by ROBERT REDFORD.

Lions for Lambs (Robert Redford 2007)

Robert Redford, en este punto de su vida– después de haber tenido una carrera exitosa como actor, director, productor y creador de un festival de cine independiente– tiene la plena libertad (y, por supuesto, el dinero) de ir a los medios y oponerse abiertamente a la política irracional del gobierno en el poder y de hacer el filme que quiera. Y eso es precisamente lo que Redford ha hecho: un filme que pone la política de la guerra sobre la mesa de discusión. Para atraer a un público amplio tiene la colaboración de Meryl Streep y Tom Cruise aparte de los jóvenes talentosos Michael Peña y Derek Luke. La guerra entonces se convierte en una experiencia percibida desde varios puntos de vista: el político que busca maneras– las que sean– de “ganar” la guerra dentro de una política conservadora; la veterana periodista que quiere seguir indagando en los grandes planes de los políticos de supuestamente encontrar una solución a la guerra; el profesor que busca formas de acercarse a sus estudiantes jóvenes para que piensen y se involucren en los problemas actuales de su sociedad; el joven inteligente y privilegiado que ve la educación universitaria como una transición y continuidad de su vida cómoda, privada y extremadamente individualista; los jóvenes cuyas opciones son menos cada día por ser negros, hispanos, de comunidades pobres donde la educación y los servicios de salud parecen ser privilegios con que ellos no cuentan. Y a través de todos los pensamientos, preocupaciones y decisiones de estos personajes, la guerra es la presencia virtual, imaginada y presencial.

Cada personaje se acerca a la guerra desde esa perspectiva muy particular; cada forma de pensar tiene su espacio; cada uno asume la responsabilidad de sus decisiones. Lo importante es nunca caer en el cinismo porque eso significa inacción; lo importante es nunca aceptar las mentiras de los políticos cuyo único fin en la vida parece ser mantenerse en el poder no importa el costo de las vidas en su camino; lo importante es dialogar, indagar, no quedarse callado, manifestarse públicamente, ejercer el poder que cada persona pensante tiene en esta supuesta democracia llamada Estados Unidos de América. Eso es lo que Redford hace en este excelente filme.

All Is Lost (J.C. Chandor 2013)

Como estamos acostumbrados a contemplar una pantalla llena de actores, extras, escenografía variada, sonidos de voces y música es difícil aceptar que nuestros sentidos pueden llenarse con solo dos personas—y luego una sola—flotando en el espacio como en Gravity (Alfonso Cuarón, 2013). El caso de All Is Lost es más radical porque de principio a fin hay una sola persona en pantalla en altamar donde nunca se ve tierra excepto la inmensidad de ese cuerpo de agua que no tiene fronteras ni orillas. “Our Man/Nuestro hombre” (Robert Redford)—de quien sabemos muy poco pero que tampoco hace falta y resultaría en una distracción—es un excelente navegante con un bote/yate de 39 pies, equipado con todo lo necesario para navegar por buen tiempo y estar preparado para afrontar y resolver cualquier percance. Aunque lo primero que escuchamos es su voz (en voiceover) en el presente, apenas emite palabras en los ocho días anteriores de su travesía: una comunicación fallida por radio, gritos de ayuda a una embarcación que pasa cerca pero no puede verlo y el “fuck” de la frustración de no poder hacer nada más.

El resto del tiempo la cámara nos obliga a movernos y a pensar como él al buscar maneras de salvar su embarcación averiada, recoger o soltar las velas, sacar agua para poder secar su radio, mapas, cojines, ropa y así poder seguir su travesía adonde sea. Seguimos su meticulosidad para volver a la normalidad de vivir en altamar sin depender de nadie. Subimos y bajamos a cubierta todas las veces necesarias para poder proteger los abastecimientos y objetos cuando la embarcación se enfrenta a una tormenta. El mar no perdona y casi parece que se enfurece contra cualquier objeto extraño que navegue en sus aguas. Estas escenas son tan aterradoras como fascinantes para unxs espectadorxs que ya son parte de esta aventura no-heroica.

Al centro de todo está este hombre de 70 y pico de años que por tener destrezas, conocimiento y equipo de navegación puede sobrevivir donde otros ya hubieran sucumbido. Por ser la única persona en pantalla que la cámara acompaña en cada momento se establece un eslabón muy particular con lxs espectadorxs que observan y a veces sienten que pueden ayudarlo, aunque solamente sea siendo testigos de lo que sucede. Robert Redford carga todo el peso del filme con la naturalidad de un gran actor.

 

 

Artículo anteriorPresentación de DTMF
Artículo siguienteMuchas gracias, Papa León XIV