Será Otra Cosa-Cercanías contra la totalcolonialidad

Especial para En Rojo

[Sobre Elogio a las cercanías: crítica a la cultura tecnológica actual (EEE, 2024) de Héctor José Huyke]

Hace tiempo que los efectos de la tecno-hegemonía nos inquietan. La misma internet está plagada de artículos, libros, vídeos y podcasts sobre el asunto. Escritoras, pensadoras, educadores, psicólogos, científicas y un largo etcétera opina, debate, pregunta y responde, sobre la inteligencia artificial, la educación a distancia, la autonomía del pensamiento, el poder, la libertad. Nuestra imaginación está repleta de representaciones de un futuro robótico e intergaláctico desde nuestra infancia más temprana. De adultas nos fueron fascinando los nuevos aparatos de aquel futuro según entraban a nuestra vida: el VHS, el CD, el DVD, la cámara digital, la computadora personal, el beeper, el celular, etcétera. Llegaron todos esos maravillosos aparatos al son de vibrantes campañas publicitarias que nos aseguraban estar amueblando el futuro, mejorando nuestra vida sobre la tierra: carros computarizados, la internet, el power point, el guasap y el facebook. Entonces llegó la era de la ansiedad pospandémica, y este desastre de la oligarquía tecnológica que ha tomado rostro en el segundo mandato de Donald Trump y sus secuaces.

En Elogio a las cercanías: critica a la cultura tecnológica actual (EEE, 2024) el filósofo Héctor José Huyke reflexiona sobre la cultura tecnológica actual y las transformaciones que ha testimoniado y vivido nuestra generación, esa que se maravilló con la llegada de los relojes digitales. Venimos de un mundo en el que las cosas se tocaban y manipulaban – el libro en el anaquel, el teléfono instalado en la pared, las páginas de la pesada guía telefónica – y algunas cosas se echan de menos: el azar de encontrarse en el pasillo, la fortuna de apreciar otro ángulo de un rostro, la posibilidad de perderse en el camino y conocer otra ruta, otro paisaje, otro destino. La ocasión de exponerse al accidente, al azar, al pensamiento en su forma más libre y leve, la que se abre siempre a una nueva posibilidad no prevista en el algoritmo. Nuestro mundo era el de las Cosas. Las tocábamos. Las sentíamos. Nos estrujábamos contra los bordes de las habitaciones como los gatos. Marcábamos territorio con la mirada, con el cuerpo, y en el momento en el que empezamos a ser conscientes de la vulnerabilidad y nos avisaron con cambios químicos, prescripciones médicas, biopsias, que éramos seres hechos para la muerte, miramos alrededor y nadie más miraba. Borrachos del azúcar del futuro, encantados por el espejito mágico y el relojito de dicktracy, con la promesa del túnel del tiempo y el teletransportador de strar treck, los habitantes del planeta amanecieron inclinados sobre una pantalla, arando como bueyes los caminos. Por eso es a nosotros, que venimos del otro lado del espejo, a quienes toca advertir de los peligros, somos nosotros los que podemos contar del encanto de las cercanías. Y eso hace Héctor Huyke en su libro.

Elogio a las cercanías inicia con cinco epígrafes, reflexiones entre la filosofía y la sociología, de Theodor Adorno, Lao-Tse, Shoshana Zuboff, Aníbal Quijano y Byung-Chui Han, que remiten a temas que se articulan en la tesis del libro: los efectos de la tecnología en la sociedad, las amenazas del capitalismo de vigilancia, la necesidad de la prudencia, la posibilidad perpetua de otro futuro, y el valor de la quietud, ese no hacer-nada que nos conecta al mundo natural. Acto seguido, en el prólogo, declara su propósito aleccionador; dice Huyke: «discuto contigo la ruta errada de la cultura tecnológica actual y cómo el concepto popular del progreso se traduce en un abanico de reacciones humanas que colaboran con la acelerada pérdida de las cercanías…» así pues, nos advierte de una amenaza que merece nuestra atención. Esto que tomamos ya como algo habitual y necesario, esta entrega absoluta a los «maravillosos» aparatos, nuestro desplazamiento de socialización al mundo virtual, conlleva un costo que debemos sopesar.

Con este propósito presenta primero los conceptos fundamentales de su razonamiento: cercanía, lejanía, ambientes sustitutivos (esos espacios tecnológicos digitalizados); y plantea una pérdida de balance que lleva a la sustitución de los espacios de cercanías por lejanías, provocado por un equivocado concepto del progreso, y de cuya engañosa apariencia urge protegernos.

Una vez establecidos estos puntos de partida, se adentra a criticar el concepto de «La Tecnología» como mero instrumento, así como la práctica del solucionismo. Denuncia las consecuencias de una noción de progreso que ensalza toda novedad técnica como promesa de un bienestar absoluto y prepara el terreno fértil para la terrible totalcolonialidad. Nos prometen maravillas, y nos maravillamos, queremos ser seducidos, y nos seducen. A cambio, como efecto de una especie de compulsión colectiva, se desatan la desorientación, la obsesión y la ansiedad que generan el uso de las redes sociales, y se transforman nuestros modos de relacionarnos con el mundo. Mientras tanto, sin darnos cuenta, cedemos nuestra voluntad al capricho del Capital, que es un monstruo grande y pisa fuerte.

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Sabemos que todo cambia, como bien se ha apuntado desde la antigüedad. Nuestro entorno se revuelve y deja dispersas las piezas viejas, las piezas nuevas, y en medio de esa batidora, tratamos de asir la realidad, siempre escurridiza. Es difícil ver el presente. Yo añado que todavía más, si la mirada está puesta en una pantalla que nos manufactura una idea particular de mundo que no proviene de la experiencia concreta del individuo, y además no está consciente de lo que pierde al dejarse llevar irreflexivamente. Esto es lo que el libro de Huyke se propone señalar y resolver.

Hablemos de la totalcolonialidad, concepto que Huyke propone en su ensayo, y define como «una condición imperial capitalista» que coloniza toda cercanía, y «quiere hacerlo todo suyo». No hay mejor prueba de esas siniestras intenciones que lo que se ha manifestado desde las últimas elecciones estadounidenses, el siniestro poder de los tecno-oligarcas. Recordemos la imagen de Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos, acomodados de perfil como tres próceres posando para un monumento, en la inauguración del segundo término del infame Donald Trump: los broligarchs. Responden, según Sigal Samuel, a una ideología inspirada en la ciencia ficción y la fantasía de futuro [y yo preciso: ¡de progreso!]: la peregrina idea de que son ellos, estos macharranes billonarios, una especie de supermanes que, como tales, no se deben a ninguna ley porque están haciendo algo importantísimo: rehaciendo el mundo a su propia imagen como si fueran dioses[1].

Es puro dominio cibernético. Nos advierte Huyke en su libro: «La idea es amarrar a la gente a como dé lugar, según la información que van extrayendo de cada cual, y que se queden pegadas ahí para sacar más información que pueda traducirse en esos incrementos en ventas.» Lo terrible, lo tremendo, lo que asusta, es, precisamente, esa manipulación, sobre todo cuando el sobre estímulo y la contundencia de las imágenes nos hacen dudar de lo que vemos, dudar hasta sumirnos en un perpetuo estado de perplejidad. ¿Esto está pasando? ¿Es esto real? Ojo. Es precisamente lo que quieren ellos, que nos quedemos alelados, inmóviles en casa, alejados, mirando las pantallas. Embebidos. Embobados. Embelesadas.

Por otro lado, somos conscientes del constante espionaje digital al que nos sometemos voluntariamente, claudicando a nuestra privacidad: localizadores, cámaras, reconocimiento facial y dactilar, almacenamiento digital de toda información personal, depositarios virtuales accesibles para hackers y autoridades. Somos mercancía que se trafica muchas veces sin nuestro consentimiento; lo sabemos (lo terrible es que lo sabemos), y nos resignamos.

¿Y ahora, qué hacemos? Huyke presenta algunas estrategias para atender la situación y describe en las conclusiones de su libro «los contornos más generales de una genuina alternativa de progreso». ¿Cómo lograr un cambio de ruta sin renunciar a aquellos beneficios que puedan traer, después de todo, las tecnologías? ¿Cómo combatir esa totalcolonialidad? Responde:

«¿La solución? Mantenernos el mayor tiempo que podamos fuera de la pantalla. Usar las redes, sobre todo, para acordar vernos. Evitar la proliferación de ambientes sustitutivos. Procurar ser gentes que pueden estar a solas consigo mismas y con otras gentes en la proximidad, en las cercanías. Es en las cercanías en las cuales en última instancia hacemos realidad todo proyecto ético, no es en ningún sustituto digital, meta-verso, vida humana 2.0, ni nada por el estilo.»

En esta última parte del libro traza algunos perfiles de las tecnologías arraigantes más deseables, aquellas que, en resumidas cuentas, protejan el medio ambiente, nos acerquen como cuerpos y garanticen la vida en el planeta: «Démosle switch on a otra cultura tecnológica, a una cultura alterna y mucho mejor. Y que llegue a ser cierto que la historia del futuro de este animal humano será otra y diferente a la que hoy se anuncia.»

En vista de todo lo que ha sucedido en estos días, concluyo yo, podríamos seguir las recomendaciones de Héctor José Huyke en Elogio a las cercanías y procurar proteger lo más humano que tenemos, nuestro tiempo. O bien, para castigar a los broligarcas o al monstruo de la totalcolonialidad, podríamos desconectarnos del todo. Perdernos de vista. Tumbar la electricidad. Apagar el celular. Y, si queremos ser radicales, morder fuertemente el sim card, para que no haya forma de que nos encuentren los siniestros radares que gravitan la Tierra.

 

[1] Traduzco muy libremente del artículo de Sigal Samuel, «The broligarchs have a vision for the new Trump term. It’s darker than you think. The real reason Musk, Zuckerberg, and Bezos are supporting Trump» Vox Jan 20, 2025 URL: https://www.vox.com/future-perfect/395646/trump-inauguration-broligarchs-musk-zuckerberg-bezos-thiel
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