Todos somos migrantes

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) consagra el 20 de junio como “Día Mundial de los Refugiados”. En Brasil, en estos días, la Pastoral de los Migrantes ha organizado una semana con el tema: “La vida es hecha de encuentros” y el lema decía: “De brazos abiertos, sin miedo de acoger”.

Sin duda, en Brasil y otros países de América Latina y Caribe esa reflexión es urgente. Somos todos pueblos frutos de constantes migraciones. Actualmente, las consecuencias de las guerras y de la política económica internacional es una nueva colonización del mundo rico sobre los países pobres. Por causa de eso, en todos los continentes, aumenta el número de migrantes y refugiados. En Europa y América, llegan casi a 200 millones las personas desplazadas de sus patrias. La ONU considera como refugiados a los que huyen de guerras y persecuciones. Ellos son reconocidos como necesitados de protección internacional. Los que son migrantes por iniciativa propia no tienen ninguna legislación que los proteja.

En estos días, los gobiernos de Italia  y de la isla de Malta si han recusado a dejar que el navío Aquarius pudiera atracar en alguna ciudad italiana o de Malta. Esa nave traía 629 migrantes, entre los cuales había siete mujeres embarazadas y más de cien niños y adolescentes. Todos habían sido rescatados del mar en la costa de la Libia. Después de días de tensión, el nuevo gobierno español decidió hacer un gesto humanitario y salvar aquellas vidas. Diversas ciudades españolas han aceptado recibir una cierta cuota de aquellos náufragos de ese mundo que se sumerge.

En muchas tradiciones espirituales, la migración es un tema central. En la Biblia, la historia del pueblo de Dios inició con Abraham que migró de la Caldea para una tierra nueva. Moisés fue migrante y diversos otros profetas y personajes bíblicos. Los primeros cristianos se declaraban peregrinos y residentes y extranjeros en ese mundo.

Actualmente, diversos países europeos reciben a los migrantes, los aprisionándolos y aislándolos en campos de concentración. El papa Francisco ha hecho en múltiples ocasiones llamados fuertes en favor de los migrantes. En la en la Europa Occidental, más de la mitad de los católicos, incluyendo a padres y obispos, se pronuncian en contra de recibir migrantes. La única conclusión que podemos sacar es que el Cristianismo y otras tradiciones religiosas han  fallado en su misión de testificar que Dios tiene, para el mundo un proyecto de amor solidario y acogida a todos/as. El mismo Jesús, cuando niño, fue migrante clandestino en el Egipto. Y su palabra para el mundo actual es:  “Fui extranjero y ustedes me han acogido”. “Lo que hiciste a uno de estos pequeños en mi nombre fue a mí que lo hiciste” (Mt 25, 36- 40).

El autor es monje benedictino y ha escrito más de 40 libros.

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