Una agresión que se pinta “humanitaria”

A veces las excusas son tan burdas que llegan al ridículo, pero casi siempre Estados Unidos ha precisado de una para amparar sus agresiones militares a otros países. Aunque saben que nadie se las cree, y que el único objetivo siempre ha sido derrocar un gobierno considerado hostil para imponer otro fiel a mandatos e inversiones, siempre consideran necesario buscar una excusa que suene “democrática” o “humanitaria”.

En 1983 invadieron a la caribeña Granada para “proteger” a estadounidenses que estudiaban medicina en una universidad de la pequeña isla y “de paso”, liquidaron al gobierno que allí estaba e impusieron el suyo. Seis años después invadieron Panamá para detener a su presidente de facto y llevárselo para Estados Unidos, eliminando, también “de paso”, cualquier amenaza a sus intereses en la zona canalera. Décadas antes habían hecho lo mismo en Guatemala (1953) y República Dominicana (1965) para, en ambos casos, derrocar gobiernos que habían llegado al poder mediante elecciones democráticas.

El libreto que se llevó a la práctica en los países antes mencionado, está siguiéndose al pie de la letra en estos momentos con Venezuela. No hay estudiantes de medicina que proteger, pero sí existe una gran preocupación en Washington, no por el petróleo, sino por la “ayuda humanitaria” que no llega a los venezolanos “que tanto la necesitan”. El supuestamente humano presidente Donald Trump alega preocupación por los necesitados venezolanos, y para ampararlos acumula una gran cantidad de material en Colombia. Junto a los almacenes con comestibles y medicinas ya hay cinco mil soldados estadounidenses cerca de la frontera preparados para llevar la “ayuda” cuando llegue la orden.

Recuerdo que Carlos Gallisá decía que cuando surgía un caso de corrupción en Puerto Rico o un traqueteo de este tipo en Estados Unidos, siempre aparecía en el escenario algún individuo de origen cubano, y otra vez tiene razón. El individuo a cargo del operativo estadounidense contra Venezuela es el cubano Mauricio Clavel-Carone, quien ocupa el cargo de “Asesor de Seguridad para el Hemisferio Occidental”. Aunque el título del individuo huele a pólvora y cañonazos, lo que anuncia desde Washington es que se propone “cercar a Venezuela con ayuda humanitaria”. Los cañonazos serán para llevar medicinas, nos dice.

Otros elementos del diseño histórico del pasado también se repiten en Venezuela. Cuando en 1961 Estados Unidos trató de liquidar la Revolución Cubana necesitaban un “gobierno provisional” que los “invitara”. El propósito de la invasión por Bahía de Cochinos (con tropas del “exilio”) era ocupar un pequeño territorio a donde trasladarían el “gobierno provisional” que ya tenían seleccionado. Este nuevo “gobierno legítimo” haría la invitación para una invasión a gran escala. Aquel plan fracasó porque como nunca pudieron crear la “cabeza de playa”, el “gobierno provisional legítimo” se quedó esperando en el barco donde ya lo tenían montado.

En el caso venezolano el “gobierno provisional legítimo” lo proclamaron desde adentro en una operación coordinada por el cubano de Washington (Clavel Carone) y el liderato de la Asamblea Nacional, junto con la embajada estadounidense en Caracas. La figura seleccionada fue el joven Juan Guaidó quien, tras autoproclamarse como “presidente interino”, fue inmediatamente reconocido como tal por Estados Unidos. Tras ese reconocimiento, otros gobiernos afines en América Latina siguieron el libreto. Guaidó nunca ha ganado una elección presidencial, pero ya es reconocido como “presidente legítimo” y, por tanto, puede hacer el llamado que Washington quiere.

Todo gobierno necesita contar con una fuerza que haga valer sus órdenes. Para que la “cabeza de playa” que pretende representar Guaidó tenga base real necesita del apoyo de algún sector importante de las fuerzas militares y policiacas venezolanas. Hasta ahora esa parte del plan no les ha funcionado y todas las instituciones que conforman el sistema de seguridad venezolana se han mantenido fieles al gobierno que encabeza Nicolás Maduro.

El plan entonces ha entrado a una segunda fase, similar a la que se impuso en Cuba tras el fracaso de la opción militar: el bloqueo económico o las llamadas “sanciones financieras”. Mediante ese tipo de presión se pretende provocar la necesaria reacción de alguna fuerza militar interna, que sería inmediatamente auxiliada por Estados Unidos junto con Colombia y Brasil. La campaña por la “ayuda humanitaria”, cada día más intensa, sería la excusa que ampare los cañonazos.

Igual que ocurrió con Cuba, la resistencia del pueblo venezolano y, sobre todo, la unidad que pueda mantener será la clave para poder enfrentar el periodo difícil que apenas comienza. Durante los últimos 15 años el movimiento político que inició Hugo Chávez ha logrado organizarse con mucha fuerza en sectores populares. Si se produce la invasión, apoyada o no en las fuerzas militares, y estas fuerzas populares se movilizan, estaríamos ante una confrontación con consecuencias insospechadas.

Con la proclamación de Guaidó, y el reconocimiento oficial que siguió, Estados Unidos y la llamada oposición venezolana ha optado por la confrontación directa. Luego de Washington se jugó esa carta, que cierra todos los caminos a una salida que no sea el sometimiento a sus intereses, uno puede entender la actitud de gobiernos derechistas como el del brasileño Balsonaro y el colombiano Duque. Cuesta trabajo sin embargo, entender respuestas como la del “socialista” gobierno de España que también terminó “reconociendo” al autoproclamado. Con esa acción irresponsable esos gobiernos han contribuido a cerrarle el paso a una posible salida negociada porque se pusieron de lado del golpismo que se fraguó en Washington.

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