Ya es tarde para pasar manguera

Por Manuel de J. González/CLARIDAD

A Carmen Yulín Cruz le resultará más difícil la victoria en la primaria dentro del Partido Popular (PPD), en una confrontación entre dos o tres candidatos, que en la contienda por la gobernación. Lo anterior no quiere decir que si gana la primera prueba tiene asegurada la segunda, sino que en el difícil camino que le espera el primer reto es donde lo tiene más complicado. Y si gana la primaria porque la oposición se fragmenta entre tres o cuatro candidatos, entonces se enfrentaría a una campaña electoral con buena parte de su partido en contra. 

Decir que la actual alcaldesa de San Juan puede prevalecer en la lucha interna que enfrenta sería creer que el PPD tiene capacidad de renovación, tanto en su estructura como en su ideología, algo que ya no es posible. Porque al abrazar los lineamientos programáticos que Carmen Yulín esbozó al anunciar su candidatura en Caguas, y abrirse a los sectores ideológicos que estuvieron representados en su audiencia, el viejo partido se estaría convirtiendo en una fuerza nueva, una especie de frente amplio contra el colonialismo, por el buen gobierno y la justicia social, algo demasiado lejano a lo que ha sido en las últimas décadas. 

Después de muchos años en el PPD y de unas
cuantas derrotas en sus cuerpos de dirección, la alcaldesa de San Juan debiera saber que hay estructuras que, debido a su avanzado estado de deterioro, no se pueden renovar. Ella, con
conocimiento de causa, ha decidido intentarlo. 

Buena suerte.

Quienes hemos estado atentos a la realidad política puertorriqueña de, al menos, los últimos veinte años no creemos que el PPD pueda transformarse en esa fuerza nueva que la alcaldesa propone. 

Si los fundadores del PPD estuvieran vivos hubieran visto como el muñeco que elaboraron a partir de 1944 (cuando renunciaron a la independencia para buscar esa otra cosa) fue desnudándose poco a poco en los últimos años hasta quedar en el puro hueso colonial. Uno de esos jalones llegó con la ley PROMESA, aprobada por el Congreso al amparo de los poderes omnímodos de la Cláusula Territorial, que desmanteló toda ilusión de gobierno propio. A ese tirón se añadió la decisión del Tribunal Supremo federal en Sánchez Valle, que a la altura del nuevo milenio reafirmó esos poderes diciendo que nada ha cambiado desde los casos insulares en tiempos de la Ley Foraker. Ante esa dramática realidad tal vez alguno de aquellos fundadores hubiese aceptado lo evidente recurriendo a aquel “refugio de nuestro derecho y nuestro honor” del que una vez habló Muñoz Rivera, pero el actual liderato del PPD, llegado el momento, esquivó esa reserva digna. Todos ellos, con mínimas excepciones, siguen creyendo en el Santa Clos que llaman ELA, repitiendo frasecitas huecas como “autonomía fiscal” y “gobierno propio”. Lo que resulta evidente para la mayoría a ellos no les hace mella. 

En ese estado de negación frente a lo obvio continúa prácticamente todo el liderato del PPD: los que integran y controlan las delegaciones de Cámara y Senado, la gran mayoría de la Junta de Gobierno, los que controlan la maquinaria electoral, la mayoría de los alcaldes y buena parte de la estructura partidaria. Por la misma línea caminan los llamados líderes “históricos” – Victoria Muñoz, Héctor Luis Acevedo, Hernández Colón, etc. – quienes conservan bastante influencia sobre lo que decide el partido. El colonialismo, defendido sin asomo de pudor por todo ese liderato, el histórico y el presente, está entronizado en el PPD. 

Para triunfar Carmen Yulín tendría que superar a toda esa nomenclatura que controla las instancias de poder. En el proceso cambiaría la colectividad de arriba abajo, construyendo de paso otro partido totalmente distinto al que existe. Sólo ante ese escenario el programa que esbozó en Caguas podría convertirse en el del partido de Puerta de Tierra. 

Pero la lucha para renovar la estructura y el liderato no sería la única que tendría que dar. Además de ser un partido abiertamente colonialista, sin ninguna hoja de parra que le tape, el PPD, igual que el PNP, es desde hace décadas un campo fértil donde florece tanto la corrupción descarnada como la que se encubre entre asesores, contratistas y cabilderos. De lo primero vimos en el cuatrienio pasado los casos de Anaudi Hernández y el de la ganga que operaba desde el Departamento de Recreación y Deportes (DRD) protegida por el jefe de la agencia. Tanto Anaudi como la ganga del DRD comenzaron en el partido, ayudando a montar y financiar la campaña, y desde allí saltaron a la administración a pasar la factura por la victoria. Como ellos hay muchos que no han sido descubiertos. 

Todo un pequeño ejército de inversionistas políticos se ha entronizado en el binomio partidista que se ha repartido el poder colonial a lo largo del tiempo. Es parte de lo que hemos importado de Estados Unidos donde el el “inversionismo político” ya es parte de su cultura. Recientemente en el PPD se produjo un intento por detenerlos protagonizado por el exgobernador Acevedo Vilá, que quedó en nada cuando la Junta de Gobierno, de forma abrumadora, apoyó al presidente en funciones y sus prácticas organizativas. 

En ese PPD, que según Acevedo Vilá carga con la “mugre” que representan los inversionistas políticos y los cabilderos, es donde Carmen Yulín ha decidido quedarse para buscar la candidatura a la gobernación. Para logarlo tendrá que “limpiar la mugre con manguera de presión”, como decía Acevedo. Ojalá lo logre, pero me huele que igual como ocurrió con el intento del exgobernador, ya es un poco tarde para pasar manguera. 

Después de muchos años en el PPD y de unas cuantas derrotas en sus cuerpos de dirección, la alcaldesa de San Juan debiera saber que hay estructuras que, debido a su avanzado estado de deterioro, no se pueden renovar. Ella, con conocimiento de causa, ha decidido intentarlo. Buena suerte.

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