Amanecer

 

Especial para En Rojo 

Casi siempre despierto antes de la cuatro de la madrugada. Hoy no fue la excepción. Al mirar el reloj pensé que aun tenía poco más de media hora de sueño antes de las 4:30am, hora en que bajo a tomar café y ayudar a mi esposa a preparar todo para llevar los niños a la escuela.

Añadí a mi pensar el hecho de tener que salir y abrir la puerta del lugar donde duermen las cabras, pues en cuanto estas ven luz en la casa comienzan a balar, exigiendo que se les deje salir, e ignorarlas no es una opción, pues son fastidiosas en su insistir. Todo esto hasta que me doy cuenta que es sábado y que no hay escuela y, por lo tanto, tampoco luces tempranas en la cocina que avisen a los animales. Pero para ese entonces había ya perdido el sueño —cosa común—, decidiendo así prender el teléfono y revisar en lo que me había quedado trabajando el día anterior, los escritos del italiano Gaetano Mosca.

Resulta que en estos días regresé a uno de los textos que más he adorado a través de las décadas, los dos volúmenes de “Partidos políticos” del alemán Robert Michels. Es una relectura que vengo haciendo desde el siglo pasado, cuando aprendí de el en un curso con Milton Pabón, jamás siendo posible sacudir de mi ser la tesis de que toda organización política, de hecho toda organización, contiene la inevitable tendencia de preservar su liderato, en una marca oligárquica de la cual se les hace imposible liberarse. La teoría de Michels, lo que este llama la “ley de hierro de la oligarquía,” es aun más arrolladora pues no se desarrolla en el estudio de organizaciones políticas conservadoras y de derecha, lo cual no hubiese significado descubrimiento alguno, sino en el análisis de los comportamiento de partidos políticos y organizaciones de izquierda, las cuales construyen todo su programa en función de eliminar las oligarquías en el poder, resultando que liquidar no es una buena descripción de su misión, sino más bien sería la de sustituir por la nueva oligarquía de la oposición, la cual, de lograr su meta, tan solo continuaría poniendo en práctica todo el comportamiento de preservación propia y exclusión que venía demostrando de antemano.

En esta enésima relectura que hago de Michels he ido más allá de lo acostumbrado, pues he investigado las fuentes anteriores en las cuales el autor encuentra inspiración, apareciendo así el nombre de Gaetano Mosca, el cual, de hecho, era parte de un grupo de intelectuales italianos que habían desarrollado lo que vino a conocerse como la teoría de las élites. Estudiando estos escritos —incluyendo los de Vilfredo Pareto, miembro de la mencionada escuela italiana— se hizo evidente que estos a su vez, en especial los de Mosca, se alimentaban de los trabajos del francés Henri de Saint-Simon, lo cual me lleva al muy recomendado texto del británico Keith Taylor, “Henri Saint Simon 1760-1825: Selected writings on science, industry and social organization,” que lamentablemente no tengo y tampoco pude conseguir su pdf en el internet, no costándome más remidió que buscarlo en Amazon y ordenarlo. Pero como es costoso y al momento tengo otras prioridades económicas, tuve que añadirlo a la lista de “saved for later,” la cual llegada al límite de lo permitido, me obligó a revisarla y eliminar títulos que ya no me interesen tanto. Esto último es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pues nada en esa lista es realmente desechable, teniendo entonces que priorizar. Por “suerte,” uno de los textos guardados para luego era la edición de René R. Khawam de “Las mil y una noche,” la cual ya no estaba disponible y que, luego de buscarla incansable en otras fuentes, termino no hallándola (aun) y, en el proceso, aprendiendo cosas interesantísimas sobre la historia del clásico árabe. Pues sucede que la trayectoria de sus ediciones y traducciones, desde sus comienzos hasta nosotros, es tan fabulosa como las historias que contaba Scheherazade. Para muestra un botón basta, pues por increíble que parezca, el texto más antiguo que tenemos se encontró en el 1948, cuando Nabia Abbott, la primera mujer en la facultad de Estudios Orientales en la Universidad de Chicago, examinando un poco común pero excepcional texto sirio del temprano medioevo, reconoce algo familiar. Anotaciones al margen y en el reverso de por lo menos seis diferentes manos que, utilizando todo el espacio disponible apretujaban el bosquejo de una carta personal, la certificación de un contrato legal, una crudamente dibujada figura humana y garabateadas frases dispersas en los márgenes de un ahora famoso pasaje de Las mil y una noches. En un trabajo digno de las más capaces de las académicas, Abbott no solo logra descifrar toda la marginalia, sino además proveer un análisis completo del texto, incluyendo su datación en la parte temprana del siglo IX, haciendo del pequeño pasaje de más de 1,100 años, la prueba física más temprana que se conoce de la literatura alrededor de Scheherazade.

La publicación donde Abbott anuncia los detalles de su descubrimiento, comienza con una descripción del deplorable estado en que se encontraban la conservación e investigaciones norteamericanas sobre textos árabes de la antigüedad, siendo las universidades de Chicago y Michigan las únicas que habían adquirido material que por lo regular, permanecía abandonado. Uno de los trabajos europeos que Abbott cita como comparación y contraste, es el del austriaco Josef von Karabacek, y su seminal estudio sobre la naturaleza del papel usado por la intelectualidad árabe en los principios de nuestra era, intentando resolver el álgido debate que existía en la academia europea de finales del siglo XIX, sobre si el material principalmente usado en su confección era o no algodón.

Ya para este punto en los días de semana he terminado mi café y los niños están listos para que mi esposa los lleve a la escuela en el carro nuevo que le compré, luego de enseñarla a manejar, pues después de varios años llevándolos yo me cansé del mucho tiempo que esto absorbía del trabajo en mi biblioteca, que es hacía donde me dirijo ahora, en esta hermosa mañana filipina donde el arrebol en el horizonte de la ventana me avisa que es tiempo de continuar, donde me quedé ayer

 

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