El dolor de Gaza

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Los y las artistas que no respondan a las urgencias de su tiempo le hacen flaco servicio a su comunidad, a sus congéneres y a su planeta.
He visto el enorme entusiasmo que la Residencia de Bad Bunny  ha provocado. Unir generaciones, cantar las bondades de ser boricua, e incluso hacer crítica de los procesos de desplazamiento que vivimos en el país tiene mucho mérito. Reunir artistas, darle plataforma a jóvenes músicos, provocar movimiento económico para pequeñas empresas y movimientos sociales es digno de aplaudir. Y la música, una fiesta maravillosa de nuestras tradiciones que nos ubica históricamente y nos trae al presente, resulta del trabajo de muchas personas talentosas y entregadas a la creación, tan importante para sensibilizar, promover la empatía y darnos esperanza.
Me queda clavada una espinita que no puedo dejar de mencionar. Mientras la fiesta se dio y llenó de alegría a las multitudes que se reunieron en el Choliseo, al otro lado del mundo se ha estado cometiendo la atrocidad más grande que ha visto la humanidad, me atrevo decir que en su historia, fuera quizás de las bombas de Hiroshima y Nagazaki. Y nosotros acá, mirándonos y admirándonos a nosotros mismos, olvidamos que hoy el planeta se despeña hacia un futuro incierto. Y nosotros somos parte de ese planeta. Mientras se canta y se baila, se militariza el país nuevamente como si nada hubiera pasado en las décadas pasadas para rescatar las bases militares y luchar por una cultura de paz. Desde estas tierras que tanto amamos se gesta la agresión a Venezuela. Se desembarca por nuestras playas no solamente con impunidad, sino con los fotutos celebrando las bondades del ejército interventor. Qué triste.
Yo no separo lo político de lo artístico. En cualquier plataforma que un(a) artista se pare, sobre todo en estos tiempos, tiene que denunciar. Denunciar y denunciar. No nos queda de otra. Si no nos movilizamos para promover, con nuestro arte, y con nuestra agencia, una feroz oposición a las barbaries que hoy se gestan, el futuro se vislumbra muy sombrío. Me duele la ausencia de Gaza y Palestina en una plataforma que fue una oportunidad enorme para hacer presión. Sin miedo, sin tapujos. Como lo hizo ILE, y me perdonan si omito a alguien. Porque el silencio es complicidad.
Y ya me dirán que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Pues no. Difiero. Podemos celebrar sin estar ciegos, podemos cantar y bailar sin olvidar el contexto en el que nuestras vidas se dan, porque nosotros podemos, pero nuestros congéneres mueren por cientos de miles, sin tener la oportunidad de celebrar como nosotros. Pierden su patria, su ciudad, su comunidad, su familia, su historia. Y nosotros somos su esperanza. No callemos. Asumamos la tarea.
Hoy, particularmente, me duele Gaza. Pido más conciencia, más acción. Sobre todo de los cantores y cantoras.
Gente, la guerra nos asedia por todas partes. A toda la humanidad. Incluyéndonos.
Reproducido de la pagina se FB de la cantaautora
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