Últimamente se ha despertado en mí cierta inquietud o preocupación por la forma en que reclamamos libertad y justicia desde posturas y/o actitudes, a mi entender, conservadoras, por no decir reaccionarias. Lo que me resulta paradójico y lamentable pues, a simple vista, daría la impresión de que aún no superamos la Edad Media, y si tuviésemos que condenar a la hoguera a dos o tres por no compartir nuestro credo, lo haríamos sin parpadear. Pero miremos bien el asunto para que no se diga que estoy juzgando mal las buenas intenciones de ciertos sectores. Preguntémonos: ¿se puede ser reaccionario/conservador y luchar por la libertad y la justicia? Hay quienes dirán que sí. ¿Pero a usted no le pica la curiosidad, no le interesa saber cómo es que conservando y apoyando los valores e instituciones tradicionales podemos acabar con la represión y la desigualdad? A mi sí.
Yo sé que la peor lucha es la que no se da, pero si vamos a ponernos para algo, hagámoslo de forma que no quede margen para la ambigüedad o la contradicción. ¿Hemos escuchado muchas veces una frase que dice que para hacer una tortilla hay que romper los huevos? Pues a eso me refiero: ¡¡¡A romper huevos!!!
Si queremos luchar por la libertad y la justicia es porque entendemos que hace falta cambiar las cosas, y para cambiar las cosas debe haber rupturas; deshacerse de todas aquellas instituciones y estructuras ideológicas tradicionales que perpetúen la desigualdad y la represión. La idea no es sermonear, sino alertar, proponer, traer a cuenta una reflexión que no es nueva, pero que cada vez se hace más urgente. No podemos pretender un cambio si seguimos emulando o promoviendo actitudes, formas, discursos anacrónicos que no responden a la realidad ni a las necesidades de los tiempos corrientes. Es necesario lograr que se abra, si no un abismo, al menos sí una brecha entre las posturas y actitudes hegemónicas y las supuestamente disidentes. Porque no deberían parecer, nunca, caras de una misma moneda.
¿Acaso no es tiempo de liberarnos de lo que nos oprime, de todos los yugos ideológicos y morales que, lejos de aportar a nuestra calidad humana, nos empobrecen llenándonos de miedos, prejuicios y culpas?
En las últimas semanas he estado cerca de algunos jóvenes que dicen luchar por la justicia y la libertad, pero a decir verdad parecen policías de la moral. No cuestiono sus buenas intenciones ni sus esfuerzos, pero tal vez sea momento de comenzar a pensar que portarse bien no consiste necesariamente en copiar el ejemplo de nuestros mayores. No necesitamos jovencitos bien portados, siguiendo al pie de la letra lo que se les ha enseñado en la casa, en la iglesia o en la escuela, y mirando con desaprobación o regañando —cual si fuesen su madre— al compañero que fuma mariguana en tal o cual manifestación, por sólo mencionar un ejemplo, sino jóvenes suspicaces, capaces de cuestionar lo establecido; capaces de luchar por la Liberta, la Justicia y la Igualdad en todos los ámbitos, no a medio pocillo.
Y bueno, todavía no he dicho ni una sola palabra de lo que vine a decir, porque me extralimité en el regaño, aunque quisiera aclarar que más bien pretendía ofrecer una recomendación amorosa. A lo que voy es a que me he topado con unos libros clásicos bien buenos sobre la subcultura punk como movimiento artístico y social, que nos pueden ser útiles para profundizar en la imagen que ofrecí sobre “romper huevos”. Los libros son Por favor, mátame. La historia oral del punk, de Legs Mcneil y Gillian Mccain (cuarta edición de marzo 2017, publicado por Libros crudos), y Rastros de carmín. Una historia secreta del siglo XX, de Greil Marcus (y también en su cuarta edición, publicado por Anagrama en 2011). El primero es un relato compuesto de fotos y entrevistas a aquellos mismos que participaron del movimiento punk, y el segundo consiste en un trabajo crítico que plantea al punk como un movimiento social nihilista, una respuesta dura y burlona a esa misma sociedad de la que surgió y que resulta ser hipócrita, injusta y clasista. Además, traza sus orígenes históricos, ubicándolo entre los anarquistas místico-lujuriosos y algunas otras expresiones o movimientos que a lo largo de la historia han creído que las cosas podrían se diferentes y han hecho algo por ello (dadaístas, letristas, situacionistas y herejes medievales).
Por eso digo, pensando acá libremente, que nosotros también podríamos ponernos para algo, ¿no? Tal vez dejar de lado la solemnidad y el rebaño para tratar de ayudarnos a ser verdaderamente libres y justos. Es difícil, lo sé.