Comunidades eclesiales de base y espiritualidad liberadora

 

Especial para En Rojo

 

Hace pocos días, del 18 al 22 de julio, se realizó en Rondonópolis, ciudad del oeste de Brasil, el XV Encuentro nacional de Comunidades Eclesiales de Base (CEBs). El tema fue «Comunidades de Base, Iglesia en salida, en busca de vida plena para todos».

Las comunidades eclesiales de base surgieron en diversas regiones de Brasil, de América Latina y Caribe, en la década de 1960, como consecuencia del Concilio Vaticano II. Este Concilio enfatizó el carácter comunitario de la fe cristiana y el desafío de vincular la fe a la vida concreta, como testimonio de liberación y vida para todos.

Al proponer un camino de fe más centrado en el Evangelio, la Iglesia se hace lugar de comunión y de promoción de vida para todos. No sólo en el plano espiritual, sino en todas las dimensiones de la vida. Lamentablemente, el Cristianismo llegó al nuestro continente ligado a los imperios conquistadores. Hasta casi nuestros días, la jerarquía y el clero católicos parecían más ligados a las élites que a los pobres.

En la Iglesia Católica siempre han existido pequeñas comunidades que se reúnen en capillas en el interior y forman parte de parroquias. Las comunidades eclesiales de base son diferentes. No se reúnen solo para la catequesis y el culto. Asumen la misión de insertarse en el mundo social y político, como una nueva forma de ser Iglesia. El Papa Francisco propone hoy lo que llama «Iglesia en salida», es decir, una forma de vivir la fe abierta a los problemas del mundo y solidaria con las causas de los empobrecidos.

En 1975, algunos obispos y pastores brasileños que acompañaban a las comunidades propusieron un encuentro entre las iglesias (diócesis) que tenían Comunidades de Base (CEBs) para compartir experiencias y buscar caminos comunes. Así nació el I Encuentro Intereclesial en Vitória, ES.

En estos días, tuvimos el XV de esos encuentros. Contó con la participación de 1.500 personas, entre personas de base, agentes de pastoral, religiosos, sacerdotes y obispos. Entre los participantes, había un gran grupo de indígenas de todas las regiones del país, así como hermanos y hermanas negros y representantes de comunidades de otros países del continente.

Este encuentro fue una fuerte señal de resistencia por parte de la Iglesia, inserta en los caminos del pueblo empobrecido. Fue una fiesta en la cual se celebró la alegría de que el Cristianismo de Liberación está vivo. En Brasil, hay muchos grupos cristianos, empeñados en vivir la profecía del evangelio y el seguimiento de Jesús. Aun con el respeto que merecen las devociones medievales y barrocas, actualmente en boga en muchas parroquias católicas; devociones nacidas en una época en la cual el pueblo no tenía acceso al culto litúrgico de la Iglesia, las Ceb prefieren los círculos bíblicos y la lectura oral de la vida y de la Biblia. El mensaje final de los participantes de ese encuentro afirma:

«… Las CEBs, como una mujer embarazada, continúan generando lo nuevo, recreando caminos de la liberación, bajo el impulso del verbo salir, que funciona como hilo conductor de toda nuestra existencia. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, el camino del pueblo de Dios ha transcurrido bajo la inspiración del Espíritu Divino, propiciando un permanente salir. Del vientre de la mujer al vientre de la Pachamama, salimos siempre en busca de la vida plena. Eso nos invita a cuidar. Cuidar para que no perdamos el entusiasmo, para que no banalicemos la misión, para que las comunidades tengan siempre el corazón ardiente por la Palabra y los pies firmes en el camino de los pobres. Cuidar los grupos de reflexión bíblica como semillas de nuevas comunidades y mantener la memoria martirial y profética. Cuidar de las estructuras de comunión y participación, garantizar el protagonismo de las mujeres y jóvenes, la vida plena de los pueblos originarios, la alianza y asociación con los movimientos populares, la fuerza de la sinodalidad que hay en la comunidad y los procesos de formación permanente. Y en todo, ¡valorizar la fuerza de los pobres y no dejar que nos roben las comunidades!».

El autor es monje benedictino y ha escrito más de 40 libros.

 

Artículo anteriorCrucigrama- Carmiña Navia Velasco
Artículo siguienteLa bomba atómica como metáfora de la modernidad