La bomba atómica como metáfora de la modernidad

 

 

Especial para En Rojo

La nueva película de Christopher Nolan Oppenheimer ha estallado en la pantalla grande logrando una ganancia estimada de 500 millones dólares en sus primeras semanas en cartelera, según CNN en español. Desde mi punto de vista esta película es una perfecta combinación de temática, actores y director. Este director que hemos asociado con la fantástica trilogía de Batman The Dark Night, ha logrado combinar la historia del científico y creador de la bomba atómica, J. Robert Oppenheimer, y los efectos especiales, o no tan especiales en este caso, relacionados a las películas del superhéroe. Es decir, que la película, vista desde un primer ángulo tiene una gran diversidad de elementos para captar la atención de un público heterogéneo. A su vez, y a diferencia de la gran mayoría de las películas sobre la Segunda Guerra Mundial, que se enfocan en la guerra de poder (ya bien sea en el campo de batalla o en escritorios y despachos donde se decide la vida de las personas) o el holocausto judío; esta película mantiene viva la idea del holocausto planetario, es decir, de la posibilidad de extinción del mismo planeta a partir de la inmensa probabilidad de la reacción en cadena que podría acarrear la bomba como tal. Esta duda, y preocupación de Oppenheimer, de la potencial reacción en cadena, que se muestra en las primeras escenas de la película en la conversación entre Einstein y Oppenheimer, es la certeza que sentimos muchos viendo la película casi 80 años después de Hiroshima. Certeza cada vez más avasalladora que va más allá de las bombas atómicas porque en nuestros países se sigue impulsando la energía nuclear como una alternativa verde a los combustibles fósiles. No podemos ignorar que todavía seguimos escuchando debates en torno al uso de esta energía, que muchos políticos y científicos la siguen defendiendo como la única alternativa real para mantener el ritmo de vida que hemos creado. Incluso, hace apenas unos meses, llegó a las carteleras el documental Nuclear Now del aclamado director Oliver Stone.

Mientras veía la nueva película de Christopher Nolan recordé la novela del escritor mexicano Jorge Volpi En busca de Klingsor, que se enfoca en un tema similar: la carrera armamentística entre EE. UU y Alemania por lograr construir una bomba cuya capacidad de destrucción fuera inimaginable. Al igual que Oppenheimer, En Busca de Klingsor es una novela que rompe no sólo con la temática sobre la Segunda Guerra Mundial, ya que nos abre al mundo de la ciencia, durante un momento histórico en donde el curso de la historia de la humanidad estaba a punto de cambiar, sino también con una estructura que nos recuerda a libros científicos, relatos testimoniales y diálogos platónicos entre otros. En la novela, Jorge Volpi utiliza eventos históricos sobre la Segunda Guerra Mundial, muchos de ellos poco conocidos, que al enlazarlos con una serie de teorías científicas logra crear una novela de intriga y suspense. La constante incertidumbre presentada en la novela de Volpi no solo se percibe en los personajes sino también en las teorías científicas presentadas en el texto literario. De hecho, me recuerda a la incertidumbre presentada en la película de Nolan en torno a lo que podría pasar a la hora de probar la efectividad de la bomba; esa ínfima posibilidad, menor al 1%, de no poder controlar la reacción en cadena y destruir el planeta tierra por completo.

Por último, ambos textos nos presentan los debates científicos a partir de un acontecimiento histórico. Oppenheimer nos muestra los debates dentro de la comunidad científica, tanto en el campo de las ciencias como también sobre los cuestionamientos éticos del proyecto Manhattan. En particular cuando los nazis ya se han rendido y aun así el gobierno de EE. UU quiere seguir empujando la bomba atómica. En la novela de Volpi también se muestran diferentes discusiones científicas e incluso el texto se organiza a partir del modelo de los postulados científicos: comienza con leyes, que en el ámbito científico, son proposiciones científicas que afirman una relación constante entre dos o más variables; después pasa a corolarios que son proposiciones que no necesitan comprobarse, sino que se deducen fácilmente de lo antes demostrado y termina con las hipótesis que son proposiciones provisionales y exploratorias y, por tanto, su valor de veracidad o falsedad depende críticamente de las pruebas empíricas.  Es decir que vamos de verdades “confiables” a verdades menos “confiables”, elemento que nos recuerda a la trayectoria de pensamiento de Robert Oppenheimer en la película de Nolan. Otro elemento científico interesante de En busca de Klingsor es que poco a poco, tanto en la estructura como en las explicaciones del desarrollo científico, vamos conociendo sobre la historia de este desarrollo y las implicaciones históricas que tuvo el descubrimiento de la física cuántica.  Al principio la física newtoniana, modelo narrativo de la primera parte de la novela, postulaba que lo que se ve son los resultados fiables, por otro lado, la física cuántica pone en entredicho esta aseveración e indica que los resultados ya no son fiables porque varían.  Es decir, que ya no hay verdades absolutas.  Muy a tono con la época de Segunda Guerra Mundial y la posmodernidad.

Entre la incertidumbre de nuestra época en cuanto a lo que nos espera debido al calentamiento global y la certidumbre de que en cualquier momento una explosión atómica en cadena desaparecería del universo nuestro planeta, no cabe duda que urge seguir reevaluando la historia y las implicaciones de los acontecimientos históricos en un futuro al parecer no muy lejano.

 

 

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