De cómo la Colmenita de Cuba nos permitió soñar

La Colmenita en Bellas Artes de San Juan. Fotos Johanna Emmanuelli/Especial para CLARIDAD

 

Especial para En Rojo

 

La historia se recrea a partir de la visión de cuatro ratoncitos —John, Paul, George y Ringo—  que viven en un sótano y que se proponen organizar un grupo musical. Fotos Johanna Emmanuelli/Especial para CLARIDAD

El teatro en pleno de pie, bailando, tocando palmas, cantando, riendo… y, no me cabe duda alguna, soñando con reescribir historias, como lo hizo La Colmenita de Cuba el domingo en el René Marqués del CBA.  Los asistentes participaron del sueño de ser parte de una comunidad solidaria y libre en la que ambos pueblos, Cuba y Puerto Rico, se abrazaron sin miedos ni impedimentos. Dos horas de magia. Dos horas de cuentos de hadas, adobados por la beatlemanía. El espectáculo fue tan complejo que me resulta difícil producir una reseña coherente y comprensible para quienes no estuvieron presentes. La Colmenita presentó la pieza bilingüe infantil “La Cenicienta según los Beatles”, cuyos parlamentos provienen de canciones de Los Beatles que culminan en canciones harto conocidas que la audiencia coreó. Como las canciones son en inglés, unas abejitas van presentando, desde el foso, unas pancartas con las letras en español. La historia se recrea a partir de la visión de cuatro ratoncitos —John, Paul, George y Ringo—  que viven en un sótano y que se proponen organizar un grupo musical. Pero los ratoncitos son, realmente, narradores dentro de la trama, porque la pieza tiene una narradora/regidora de escena que presenta, organiza, dirige y corrige a todos en escena, incluyendo a la banda de ratones. Su participación no solo va atando los hilos de la trama, pero pareciera necesaria para dirigir a los más pequeñines del grupo y, a su vez, para enfatizar que estamos frente a un espacio de juego, en el cual las abejitas de la colmena, curiosas y algo anárquicas, necesitan una voz que les asiente de vez en cuando.

Tin Cremata, director de la Colmenita

La creatividad de los componentes de la Colmenita, así como su talento, es infinita. El grupo que nos visitó, dirigido por su fundador Carlos Alberto(TIN) Cremata, estuvo compuesto de unas treinta personas, entre adultos y niñes de 5 a 16 años. En escena participaron tres adultos: la narradora/regidora, un personaje carnavalesco que hace voces y sonidos, y el lobo que rapta a Caperucita. Sí, Caperucita apareció en el cuento de Cenicienta y trató de que el príncipe la escogiera, cuando sigilosamente cambió el zapato de Cenicienta por su zapatito, uno de los momentos más jocosos de la obra.  Los más pequeñines hicieron papeles breves y, algunos, sin parlamento. ¡Pero qué árboles tan impecables! Según aumentaba la edad, también la complejidad de su papel escénico. Se apreciaron sus talentos, tanto actorales como musicales. Todes, especialmente las chiquitinas, cantaron, bailaron y dirigieron la algarabía durante los números musicales posteriores a la obra. Cantaron, tocaron instrumentos musicales y actuaron con gran aplomo, lo que no debe sorprender  porque La Colmenita tiene treinta años de trayectoria mundial, y ha sido designada Embajadora de Buena Voluntad por la UNICEF.

El Niño de Trastalleres dijo presente en la visita de la Colmenita a nuestro País.

El bloqueo que pretende borrar a Cuba del mapa caribeño ha sido el responsable de que La Colmenita no se hubiera presentado antes en Puerto Rico. Como dijo su fundador Cremata al final de la presentación, por fin habían logrado el sueño de actuar frente a sus hermanos, presentarse ante el pueblo de Hostos, Betances y Albizu.  Los números musicales postobra —Son de la Loma, El Cuarto de Tula, dedicado a Ana Belén Montes y durante el cual bajaron a bailar con la audiencia, y Reyes del Son, dedicado al Comité de solidaridad de Puerto Rico con Cuba, demostraron la versatilidad de estes jóvenes que cantaron y tocaron los instrumentos de acompañamiento. Y aquí, hasta las chiquitinas, fueron protagonistas.

La Colmenita de Cuba es un proyecto cultural comunitario ejemplar que esperamos de vuelta con ansias para que anime a nuestres niñes a involucrarse en las artes, como vehículo de transformación social. Y, claro que sí, para cantar y bailar con elles.

 

Artículo anteriorEcos de viaje
Artículo siguienteLares: luces y sombras