Discurso contra el colonialismo

Al pueblo independentista

“Los colonizados saben que poseen una ventaja sobre los colonialistas. Saben que sus amos provisionales mienten. Y, por lo tanto, que sus amos son débiles”, asevera el poeta martiniquense Aimée Cesaire al comienzo de su texto Discurso sobre el colonialismo. No cabe duda de la certidumbre de esta afirmación. Desde la lógica colonial el que detenta el poder, la parte hegemónica, controla el territorio y a sus sujetos, pero si bien esto es cierto, paradógicamente, los colonizados se adueñan de las propias herramientas de sus amos para lograr apropiaciones que les permitan la. sobrevivencia

La Universidad de Puerto Rico es un ejemplo de ello. Creada por el imperio en el 1903, la Universidad “nació chiquita”, apuntan Silvia Álvarez Curvelo y Carmen Raffucci, concebida por un modelo colonial que urgía el desarrollo de maestros y técnicos agrícolas, algo lejos de los sueños criollos, para así construir una modernidad que continuaba de forma más sofisticada la iniciada durante el renacimiento desde su lado más oscuro (The Darker Side of Reinassance diría Walter Mignolo). Los puertorriqueños nos apropiamos de ella poco a poco venciendo los años de la Guerra Fría y los desfiles militares, haciéndola centro de luchas nacionales, y logrando la entrada a las aulas de temáticas puertorriqueñas y caribeñas, así como de discursos educativos fundados en saberes liberadores y prácticas pedagógicas más inclusivas. De aquí que la universidad deviniera en la más importante fuerza motriz de la cultura del país y de su economía a pesar de sus alas recortadas por una red legal que le impide salir por completo del cerco de la colonialidad, término que acuñara el sociólogo peruano Aníbal Quijano.

Howard Zinn en su libro A People’s History of the United States, plantea que existen dos Estados Unidos: el de los emigrantes, el tolerante ante las diferencias, el que celebra la diversidad, y el Estados Unidos bélico que le arrebató las tierras a México y que, añadimos, cultiva prácticas genocidas contra Irak y suple armas para la carrera armamentista. La barbarie europea, comenta el martiniquense Cesaire en su central ensayo, es solo superada por la estadounidense, lo que sigue siendo cierto. Desde el 1898 los puertorriqueños estamos intervenidos por una nación que lleva las riendas del llamado capitalismo del desastre en el planeta.

Hace ya casi dos años los Estados Unidos nombró a una Junta de Control Fiscal que ha convertido al poder en una auténtica dictadura. La Junta no es la gesta filantrópica que algunos esperaban. Se trata de modernos piratas, “Pirates of the Caribbean”, que buscan oro y comercio, como los globalizadores del planeta y, como nos recuerda Cesaire visionariamente, forman parte de los que persiguen “extender la competencia de sus economías antagónicas a escala mundial” como se ha hecho en la globalización de los mercados. El imperio volvió con todas sus fuerzas a cobrar una deuda de 73 billones que tan siquiera ha sido auditada y que tiene todos los visos de ser en gran medida fraudulenta.

El despojo de la tierra:

de San Ciriaco al huracán María

Los depredadores están aquí. Llegaron inicialmente en sus naves alborozados por el encuentro con la tierra y bautizaron a la primera isla como San Salvador. Era el año 1492 cuando arriban a la posteriormente nombrada zona caribeña. En realidad la nueva camada había llegado antes que el huracán María. Ya en una columna de Foundation for Puerto Rico se anunció a los nuevos moradores que no son otros que los voraces inversionistas que buscan ocupar nuestras tierras. Desprotegidas legalmente tanto las agrícolas como las que componen parte de las reservas naturales, los puertorriqueños se encuentran acorralados ante el despojo de una Junta que pretende regir el destino del país, una Junta que viola los derechos humanos y constitucionales de este pueblo caribeño, como lo son el derecho al empleo, a la seguridad social, lo que comprende los mecanismos para asegurar la subsistencia mediante una agricultura sustentable basada en la diversidad agroecológica que garantice la seguridad alimentaria y la nutrición. El colonialismo impuesto por el mercado global y la banca pretenden privatizar la infraestructura de la Isla y sacarle partido a todo lo que pueda abonar al pago de una deuda que ha sido creada por conflictos de intereses, denuncia que ha hecho en repetidas ocasiones el Centro de Periodismo Investigativo.

Los huracanes, lamentablemente, han sido incentivos para los que se aprovechan de la ruina de los otros. A fines del siglo XIX, a un año de la llegada de las tropas estadounidenses, el ciclón San Ciriaco mató a más de tres mil personas, destruyó haciendas y perjudicó especialmente a los pequeños agricultores. Muchos huyeron del país, yéndose a vivir a Hawaii. El historiador Stuart Schwartz advirtió que por ello se vendieron las tierras puertorriqueñas logrando imponer el monocultivo de la caña que ya para el 1912 estaba solidificado.

El huracán María de 2017 devastó el ochenta por ciento de las cosechas según publicara el New York Times el 25 de septiembre de ese año. La esperanza del repunte de la economía agrícola se fue a pique y hasta el ganado se perdió. Las leyes de cabotaje estrechan aún más el círculo colonial. Las medidas neoliberales se recrudecen como lo demuestra el pretendido asalto al retiro de miles de puertorriqueños.

La tierra debe ser protegida legalmente. Bajo la Ley PROMESA los miembros de la Junta se encuentran autorizados a vender terrenos públicos para el pago de la deuda. Solo 89,110 cuerdas se encuentran protegidas en la actualidad, de acuerdo con el Servicio Federal de Conservación de los Recursos Naturales, de un total de 720,000 cuerdas arables necesarias para la autonomía alimentaria.

Puertorriqueñ@s o residuos de la era global

Si la teórica jamaiquina Sylvia Winter se pregunta que es ser negro yo me pregunto desde este archipiélago del Caribe que significa ser puertorriqueño. Es ser nómada, deambulante, vivir en el riesgo de la ciudad infame, del no lugar, de la ciudad obscena; estar en la incertidumbre de perder el trabajo y de vivir con las sombras, a veces de la muerte, acechándote. Es vivir en una narcoisla en la que las masacres son parte de la vida cotidiana, así como los adolescentes que poseen armas. Seremos residuos, palabra que tomo de Zygmunt Bauman, como ya lo son muchos. Parecidos a los palestinos no nos rodea un muro de piedra sino el siniestro hecho de que el 85 por ciento de la comida es importada y llega a nuestros colmados gracias al flete marítimo de los Estados Unidos. La literatura de la Isla ya hace tiempo ha cambiado los espacios tropicales por la sordidez de las calles. Tal vez sea Francisco Font uno de los autores que mejor ha presentado la misma en su libro La belleza bruta.

La lucha es también global

La visita de la activista canadiense Naomi Klein convocada por el colectivo universitario PAReS y su trabajo solidario constituye un rayo de esperanza. Las iniciativas comunitarias que han surgido a lo largo de la isla, muchas de las cuales se reunieron con esta destacada militante global, constituyen una forma de organizarse y de resistir mediante un liderato horizontal las presiones a que están sujetas y que “la batalla por el paraíso” turístico que planifican los inversores dé paso a un paraíso realmente comunitario.

El trabajo de diplomacia y de denuncia internacional realizado por compañeros y compañeras con pasión necesita ser apoyado e incrementado. Las plataformas sociales son parte indispensable de esta lucha que es un discurso contra el colonialismo y una gesta económica por la sobrevivencia.

Betances sigue en la calle

La figura de Betances sigue latiendo en los numerosos murales que resisten por medios gráficos la cultura de los billboards, de la banca y del colonialismo rampante. No se trata de crear falsos héroes de una genealogía nacionalista. Entendemos el porqué del mural de Betances en la pared del café/pub El Boricua en medio del pueblo. El viejo maravilloso se ganó el apelativo. No solo fue un gran médico, higienista y abolicionista sino un estratega político que lo mismo curaba enfermos, que escribía ficciones y que no dudaba en hacer alianzas que condujeran a la liberación de Puerto Rico y a la de Cuba. Tal vez el mejor tributo que podemos darle a estos dos caribeños, Cesaire y él, sea el gesto de la unidad de todos los independentistas. Los que todavía recordamos la sangre derramada de Filiberto Ojeda Ríos lo reclamamos. Que suene la trompeta.

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