Editorial Fiona y Puerto Rico: la realidad que Biden no vio

Biden a su llegada al aeropuerto Merceditas. Foto por: Alina Luciano/ CLARIDAD

 

La historia de la humanidad nos enseña que a los imperios, mientras más poderosos son, más les aumenta la ceguera y la soberbia. Los británicos fueron tan ciegos y soberbios ante los reclamos de la población de la India, su otrora  principal colonia, que subestimaron su potencial de organizarse y luchar por su independencia y nunca comprendieron del todo cómo y por qué colapsó su dominio sobre la gigantesca nación asiática, tan rica en talento y en recursos naturales y humanos.

Del mismo mal padece su contraparte contemporáneo, Estados Unidos de América, que mientras extiende su poderío militar y económico sobre Europa y otras regiones y países del mundo, ignora y desatiende con soberbia indiferencia los reclamos y necesidades de sus colonias en el Caribe y el Pacífico, que nunca han sido prósperas,  pero hoy están sumidas en la peor crisis económica, fiscal, social de su existencia colonial. Entre todas las colonias- territorios, posesiones o dominios- de Estados Unidos, Puerto Rico es la principal por su tamaño, población y complejidad histórica, cultural, política e institucional. Pero comparte con los demás territorios, Islas Vírgenes Americanas, Guam, Islas Marianas del Norte y Samoa Americana, el mismo destino colonial y la misma crisis. Un artículo muy iluminador publicado en el periódico The Guam Daily Post el pasado 25 de septiembre, bajo el título «People are fleeing Puerto Rico, Guam and every other U.S. territory. What gives»? plantea la realidad de un colonialismo estadounidense en crisis permanente, y la uniformidad de problemas serios que impactan a las colonias de Estados Unidos, principalmente relacionados a cuatro factores: la reducción poblacional y la emigración, la falta de desarrollo económico propio, los sistemas de salud insuficientes y deficientes y los efectos del cambio climático. Una diferencia importante es, que mientras en las otras colonias dichos problemas impactan a un total combinado de 338,000 personas, en Puerto Rico son 3.3 millones las personas afectadas, con un efecto multiplicador en otros 2 millones de puertorriqueños desplazados a través de distintos lugares de Estados Unidos.

El mencionado artículo solo araña  la superficie de los problemas, al fallar en señalar su raíz: las políticas coloniales que sujetan el destino y la vida de los habitantes de dichas islas/ territorios/ colonias a los intereses económicos, financieros, militares y geopolíticos de Estados Unidos.

Por ejemplo, el paso del huracán Fiona por Puerto Rico no sólo sirvió para dramatizar la crisis general del país, sino también para puntualizar la falta de atención, compromiso y urgencia de la metrópolis hacia la reconstrucción de nuestra infraestructura, colapsada por décadas de inatención, abandono y corrupción por parte de los gobiernos de Puerto Rico, que han obrado con desparpajo e impunidad ante la mirada indiferente del gobierno de Estados Unidos.

La visita «protocolar» del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a Puerto Rico con motivo del paso de Fiona, pareció provocada más por la inminencia de buscar el voto de los puertorriqueños de la diaspora para los candidatos de su partido en las elecciones de medio término del próximo noviembre, que un ejercicio por intentar entender la complejidad de los problemas de Puerto Rico- que no empezaron con Fiona, ni con María ni con los terremotos, ni con la crisis de la deuda, ni con PROMESA o la Junta de Control Fiscal, sino en el momento mismo en que las botas de los militares estadounidenses pisaron Guanica, destrozaron nuestra recién ganada autonomía, y sometieron a Puerto Rico a un nuevo coloniaje.

Nuestros problemas no son simplemente unas horas de viento y lluvia pasajeros, sino la cadena de destrozos ocasionados por 144 años de control sobre nuestro destino como  pueblo sometido a los intereses de otro país. Son las leyes de cabotaje que estrangulan nuestra economía, las estrategias económicas fallidas y el vaivén de los intereses del gran capital estadounidense. Son la dictadura del petróleo, de la industria petroquímica y de los combustiblea fósiles.Son Vieques y Culebra martirizados y luego abandonados a su suerte por la Marina de Guerra de Estados Unidos. Es nuestra universidad destruida porque a la Junta de Control Fiscal no les gusta la educación superior pública subsidiada. Son los caprichos, improvisaciones y corrupción a que hemos sido sometidos durante todo este tiempo.

Para que el señor presidente Biden o cualquier otro político o funcionario del gobierno de Estados Unidos pueda hacer algo efectivo por Puerto Rico, tiene que mirar más allá de la  empalizada de alambre de la tarima improvisada o del recorrido coreografiado que le presentaron en la Playa de Ponce. Tiene que hacer un esfuerzo por ver nuestro país saqueado y dilapidado, por ver nuestro patrimonio destruido o vendido al mejor postor, por ver los rostros de los cientos de miles de personas que trabajan, luchan y sufren por Puerto Rico todos los días, con o sin las llamadas » ayudas» que tanto se proclaman y tan pocas veces llegan  a quienes más las necesitan.

Como sus antecesores que nos visitaron antes, el presidente Biden vino, miró pero no vio lo que verdaderamente es importante para Puerto Rico: tener el poder político para limpiar nuestra casa de sanguijuelas, de mercaderes codiciosos e insensibles y de políticos y empresarios corruptos, y construir un país libre y  soberano, funcional y próspero, basado en nuestra realidad y recursos, con gobernanza participativa y verdaderamente democrática, del cual nos podamos sentir orgullosos todas y todos los puertorriqueños.

 

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