Editorial-Hawaii, Puerto Rico y la estadidad

 

El pasado 21 de agosto, se cumplieron 64 años desde que el Presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower firmó el acta de admisión del archipiélago de Hawaii como el estado número 50 de la unión norteamericana. Las islas habían pasado a ser territorio incorporado de Estados Unidos en julio de 1898, casi al final de la Guerra Hispanoamericana, después de una larga historia de explotación colonial y un golpe de estado que sacó del poder a la última reina hawaiana e instaló un gobierno de colonos principalmente estadounidenses. Estos se habían convertido en la principal fuerza política y económica de Hawaii, tras la estrategia de militarización de las islas por parte de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, y el desplazamiento poblacional que había relegado a los nativos hawaianos al margen del poder y de la toma de decisiones estratégicas sobre su territorio. Al momento de hacer a Hawaii un estado, el dominio militar, político y económico de Estados Unidos sobre las islas y sus habitantes era total.

Esto viene a cuento a raíz de uno de los incendios mas letales en la historia de Estados Unidos, ocurrido en días recientes en la isla hawaiana de Maui, con un saldo de 114 fallecidos,  identificados hasta ahora, y más de mil desaparecidos. El pueblo de Lahaina, de 12,000 habitantes, quedó totalmente destruido por el fuego, que se extendió rápidamente sin apenas dar tiempo a las personas a salir despavoridas de sus casas y centros de trabajo. Pasarán semanas y meses antes de que se tengan respuestas sobre cuáles fueron el origen y los factores agravantes que convirtieron dicho incendio en una enorme catástrofe humana y ambiental. Sin embargo, ya empiezan a conocerse detalles del mal de fondo detrás del fuego y de la aparentemente fallida respuesta del gobierno del Estado y la localidad, y de las agencias públicas como bomberos, rescatistas y otras.

Según la periodista, pensadora y escritora Naomi Klein, la razón tras la falla está en la batalla de los residentes del área oeste de Maui por el recurso del agua, el más preciado y desigualmente utilizado y repartido en dicha isla. En un excelente artículo publicado en el periódico británico The Guardian el pasado 17 de agosto, Klein y la abogada ambientalista y comunitaria hawaiana Tereari’i Chandler -‘Iao abordan el problema del acceso y derechos de uso de agua que confrontan los nativos hawaianos, derechos que les han sido escamoteados por casi dos siglos, primero por los dueños de las  plantaciones de caña y piñas, y ahora por desarrolladores de propiedades y  operadores de hoteles para turismo de lujo que son dominantes en la economía hawaiana. Según Klein, estudiosa y experta en el  llamado «capitalismo de desastres», dicha  modalidad opera bajo una dinámica cruel que aprovecha el pánico y la confusión que provoca el desastre, y la preocupación por la sobrevivencia de las personas más afectadas, para procurar oportunidades de compra o adquisición de activos que les aumenten el capital. Por ejemplo, la cínica actividad de agentes de bienes raíces que contactan directamente a residentes de Lahaina que lo perdieron todo en el fuego, para comprarles sus tierras ancestrales, sin esperar por el proceso más lento de obtener compensación. El artículo explica también la lucha de los hawaianos de Maui para impedir que los grandes conglomerados extranjeros les controlen totalmente el recurso del agua.

Pero, no es solo en Maui, ni particularmente ahora con el turismo y el desarrollo desmedidos, que Hawaii tiene su recurso de agua comprometido, dilapidado y contaminado. La ocupación militar de Hawaii y su consolidación como bastión guerrerista de Estados Unidos ha tenido un fuerte impacto en los acuíferos subterráneos y en la calidad del agua en el archipiélago. Desde que durante la Segunda Guerra Mundial, se construyó la Red Hill Fuel Facility- un depósito de combustible para aviones- sobre un acuífero cercano a la base de Pearl Harbor en la isla de Oahu, se han filtrado mas de 180,000 galones de dicho combustible en los depósitos de agua potable cercanos a dicha facilidad. En noviembre del 2021, más de 2,000 personas se enfermaron tras una de las muchas filtraciones que vienen ocurriendo desde hace más de 70 años. Ese derrame afectó a más de 90,000 residentes que fueron evacuados de sus hogares por varias semanas. Aunque la Marina, y las autoridades sanitarias de Hawaii aleguen que el agua ya está limpia, hay estudios de investigadores de la Universidad de Hawaii que indican que la contaminación persiste. Como quiera, se suman por cientos los demandantes en varios pleitos presentados por esta causa contra la Marina de Guerra de Estados Unidos.

La lección de Hawaii debe ser estudiada y aprendida por nuestro pueblo. Puerto Rico comparte con esas islas la misma historia colonial y de ocupación militar. Conocemos de primera mano las atrocidades de la Marina de Guerra de Estados Unidos, y sentimos, al igual que ellos, los efectos nefastos del «capitalismo de desastres» – como la privatización de nuestra infraestructura de energía- y  los esfuerzos por desplazar nuestra población y despojarnos de nuestros recursos naturales y patrimoniales. Muchos sabemos también que la estadidad no ha sido beneficiosa para la población nativa de Hawaii y sus descendientes, en una sociedad cada vez más desigual en oportunidades y acceso al desarrollo económico, educativo y de  inclusión social. La estadidad de Hawaii ha beneficiado únicamente al gran capital estadounidense que se ha apropiado de sus mejores recursos, y al complejo militar industrial de Estados Unidos, que mantiene allí bases e instalaciones de todo tipo.

Por eso, el turismo de lujo y la inversión militar son hoy los dos polos principales de la economía de Hawaii, en una estadidad convertida en espejismo para quienes una vez fueron los únicos y legítimos herederos de esas hermosas islas.

 

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