La constelación de Loíza,(2)

 

 

En Rojo

Siempre me ha fascinado las distinciones y los nexos entre las artes “populares” y las “formales” (High Art); en el caso particular de este escrito, entre el “arte” de performance y el performance “cultural” — demasiadas veces despreciado como “folclórico”. Aquí me acerco a tres estilos de performance diferentes, todos ocasionados por lo que estoy llamando la constelación de Loíza. Los primeros dos son actos formales en la Casa de los Contrafuertes en el Viejo San Juan la noche del 26 de julio auspiciados por el proyecto de Cultura Visual y la Esclavitud de la Universidad de Chicago, y el tercero es el “performance” callejero dos días después de una Loca tradicional en la procesión de Santiago de los niños el 28 de julio en la carretera 187 en Loíza.

Awilda Sterling creó el “Vejigante decrépito” en 1999 para el cuarto simposio anual –“¿(con)Fusión cultural?” — del proyecto Caribe 2000 de la facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto-Río Piedras. Frente a cuadros, grabados e instalaciones de José Alicea, Dennis Mario Rivera, Daniel Lind Ramos, Rafael Trelles, Gradissa Fernández y Brenda Alejandro, entre otros, el Vejigante de Awilda entró como un deambulante exhausto, desgastado, y borracho al toque no de barriles de bomba sino de congas de Dennis Mario, también disfrazado de Vejigante.

El vestuario de este Vejigante irregular, diseñado y construido con la ayuda de Freddie Mercado, espantó el supuestamente sofisticado público universitario al hacerse parecer un loco sucio, repelente y apestoso. No obstante, movía con un ritmo fascinante de no poder dejar de bailar y brincar y gritar y hostigar a pesar de todo el peso del vestuario y también histórico, el abuso, el efecto del sol y el alcohol en la ruta del santo y la actitud de “que no me quiten lo baila’o”, de quedarse de pie y de resistir y de no callarse y terminar domesticado, ablandado, colonizado y desaparecido.

El “Vejigante decrépito” del 26 de julio de 2023 mantiene la mayoría de los elementos de hace 24 años y también ha crecido. El vestuario es más elaborado y tal vez menos desgastado, pero el cansancio ha aumentado, como si el peso de cargar con tanto ha incrementado. Este Vejigante ha pasado por eventos aún más duros que los anteriores; ya es más difícil mantenerse de pie.

El valor del espacio exterior de la Casa de los Contrafuertes — a pesar de la amenaza de lluvia esa noche — fue su capacidad de revelar una imagen múltiple: actora, video proyección y la sombra entre ellas. Entra al espacio Awilda la performera, visceral como el Vejigante, por frente de las imágenes grandes de videos y fotos de actos previos de performance de ella en la pared — casi su historia como artista. La sombra de su cuerpo crea el “interplay” del presente y pasado, del presencial y virtual, del hecho y la memoria borrosa. Una no existe sin las otras.

Me parece que este Vejigante se cansa de cargar el peso del símbolo erróneo, tanto de Loiza y la afro descendencia, como del teatro puertorriqueño —en lo cual escasamente aparezca un Vejigante excepto de forma de “token” ultra folclórica—, y como del departamento de Turismo y la maquinaria educativa del país. En contra de esa frivolidad, su lucha de mantenerse de pie muestra su función ancestral de crear memoria, de revivir el pasado, de espantar a los nuevos dioses falsos, ideológicos y comerciales, y a través del acto y cuerpo profano, devolvernos al rito sagrado de reconocer nuestra humanidad colectiva.

El trabajo de Helen Ceballos no cabe tan cómodamente debajo de la carpa de la herencia loiceña y afropuertorriqueña. África sí es parte de la ecuación, pero Helen nos la trae de otro lado caribeño porque es yolera, inmigrante, dominicana-puertorriqueña (también viene con toques de argentina, madrileña y nuyorquina). Es una mujer de cuerpo lleno y sensual y no una bailarina fibrosa, pero se mueve fluida- y elásticamente dejando atrás cualquier noción de estéticas impuestas y limitaciones corporales.

Además, juega con fuego, con vidrio, con aguas profundas y con la desnudez sin componendas. Es valiosamente comprometida a su cuerpo y su arte. Sin embargo, la pieza “Rito de paso” del 26 de julio, me parece diferente para ella. Es más formal, un juego en espacio de masa, forma y los colores de blanco — la falda alambrada— y negro —el cuerpo con leotardo completo y hasta la cara-cabeza cubierta y encapuchada (o así lo ví).

Foto: Suministrada por el autor

Esto crea un contraste entre ropa y cuerpo, forma y masa, blanco y negro. Así encapuchada, girándose, buscando respuestas, buscando control, la pieza se transforma de un estudio formal que explora la problemática de la falda blanca rígida y el cuerpo más táctil y flexible como metáfora de la imposición de normas, reglas sociales y hasta identidades étnicas y racializadas. Si, finalmente, el cuerpo no domina la falda completamente, por lo menos aprende cómo controlar y escaparla.

No pude manejar el espacio de la Casa de los Contrafuertes suficientemente bien para presenciar las dos instalaciones que acompañaron la pieza de Helen. Vi los espacios antes del performance y por eso entiendo que uno fue de fuego y el otro de vidrio roto. Presumo que la vulnerabilidad y el peligro corporal actuaban papeles en la acción.

De nuevo, terminamos en Loiza. La Loca –uno de los cuatro personajes profanos principales de las Fiestas de Santiago Apóstol — tiene su equivalente en la mayoría de las grandes fiestas públicas afro-caribeñas. (También encontré Locas en las fiestas pre-cristianas de los pueblos de Lazarim (Viseu) y Podence (Bragança) en Portugal durante carnaval 2022.) La mayoría comparte elementos similares: hombres trasvestidos como mujeres, senos y traseros aumentados, caras tiznadas para aparecer más oscuras, escoba y recogedor u otros instrumentos similares para la acción de limpiar, turbantes en la cabeza y el fingimiento de acercamiento sexual.

La Loca que baila en la famosa película documental “La Fiesta de Santiago Apóstol en Loíza Aldea” (1949) de don Ricard Alegría muestra estas características. Desde entonces el personaje ha experimentado una variedad de cambios e interpretaciones. Mucho de estos ha enfocado en la sexualización del personaje y la diferencia entre un “hombre trasvestido” dentro de una tradición establecida y un “travesti’ moderno. Esto a veces suele ser un punto sensitivo en las Fiestas de Loíza.

Cuando publiqué “Caballeros, Vejigantes, Locas y Viejos . . . (Terranova, 2007) hubo una gran variedad de Locas tradicionales y más modernas. Jóvenes –y también mujeres– se disfrazaron con mucha creatividad como el personaje para “correr” la ruta de los santos. Sin embargo, el número de las Locas –tradicionales y no tradicionales– en la calle durante las fiestas se ha reducido en años recientes,

Por eso la presencia de la Loca tradicional de Wilfredo Cepeda ha sido tan importante. Su Loca hostiga amistosamente a hombres, policía en motoras y en patrullas y hasta mujeres. Sin embargo, tiene otra función mayor: la limpieza ritual de la ruta de los santos. En Colobó, las veinte yardas de la carretera 187 –un escenario definido– donde Santiago de los niños y Santiago de las mujeres/Santa Ana se saludan requieren una sanación como tierra sagrada para este acto de reconocer la historia y renovarla en la actualidad.

Con la penca de palma como escoba y una lata de galletas como recogedor — los instrumentos tradicionales de limpieza de la mujer pobre (y de las Locas) –la Loca de Wilfredo trabaja primero en la dirección del pueblo y luego en la dirección de Las Carreras para preparar esas veinte yardas para este encuentro. La procesión espera hasta que la Loca ha terminado antes de proceder con el saludo.

Yo nunca había visto antes tan claramente desempeñada esta función de limpiar y también sanar — como un “gesto” concreto y definido en el vocabulario teatral de Bertolt Brecht. Hay muchas otras consideraciones sobre la Loca, pero este año Wilfredo ha hecho visible lo que me parece la razón principal para la inclusión y continuación esencial de la Loca como parte integral de las Fiestas. Por un momento estamos parados en tierra sagrada, limpia y sana y allí nos sentimos renovados y podemos mirar hacia adelante al próximo año.

Gracias Awilda, Helen y Wilfredo por ofrecernos visiones de renovación y transformación en escena y el diario vivir.

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