Editorial: Intimidación y persecución: viejas y gastadas tácticas del FBI

 

Tal parece que los agentes del Negociado Federal de Investigaciones (FBI) en Puerto Rico tienen poco qué hacer durante los últimos días. Lo decimos porque se han dedicado con gran ahínco a una tarea bastante improductiva: hacer visitas intimidatorias a buenas y buenos puertorriqueños  que viajan a Cuba en gestiones de solidaridad, como lo son los participantes de la más reciente Brigada Juan Rius Rivera, misión solidaria que organiza diligentemente desde hace varias décadas el Comité de Solidaridad con Cuba en Puerto Rico (CSC).

Podría ser que algún influyente político de Estados Unidos, de esos que dependen para su campaña al Congreso o al Senado del dinero  y los votos de los exiliados cubanos en Miami, no le gustara ver a la delegación boricua en suelo cubano, y mucho menos que fuera recibida amistosamente por el Presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel. Especialmente, debe haberles molestado que en el grupo de brigadistas de este año haya habido una nutrida representación de jóvenes boricuas. Nada asusta más a los derechistas del exilio cubano  y sus portavoces, que jóvenes de las actuales generaciones se confronten con la verdadera realidad de Cuba, y descubran que han sido engañados con la patraña del  “infierno castrista” propagada desde Estados Unidos para aislar e intentar doblegar al gobierno y al pueblo cubanos.  Por eso, les tiran detrás al FBI para perseguirlos e intimidarlos.

Aunque el “Buró”  se definió en sus orígenes como una organización dedicada exclusivamente a la investigación criminal, ya vemos que sus ejecutorias lo definen como “La policía política” de Estados Unidos. Allá, entre muchas otras instancias de abierta represión,  el FBI tuvo un rol preponderante en la persecución de los principales líderes de la lucha por los derechos civiles de los negros estadounidenses  durante los años 60, Martin Luther King y Malcolm X.  En Puerto Rico, el FBI ha sido una presencia constante durante los siglos veinte y veintiuno, y su rol represivo contra el movimiento independentista puertorriqueño está ampliamente documentado en las crudas jornadas de persecución política de nuestra accidentada historia colonial, comenzando con  el Partido Nacionalista, y durante los  años 60, 70 y 80 del siglo pasado, con la continua persecución y represión contra líderes y militantes independentistas, sindicalistas, y de otros sectores y grupos,  en la medida en que el activismo patriótico, sindical y social crecía y se masificaba. Fueron miles los independentistas y activistas sociales que vivieron en carne propia la represión e intimidación del FBI durante esos años álgidos. Y durante este siglo, basta recordar la gran demostración de fuerza del FBI que culminó en el asesinato por desangramiento del líder independentista Filiberto Ojeda Ríos en su hogar en Hormigueros en el año 2005.

Es histórico el odio contra Cuba y su Gobierno Revolucionario. Se remonta al año 1961, cuando las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba derrotaron un intento de invasión por mercenarios del exilio cubano, que fueron financiados,  adiestrados, armados  y transportados hasta una cabeza de playa cubana, por efectivos de las agencias de inteligencia del Gobierno de Estados Unidos. Desde entonces, el pueblo cubano paga con creces su victoria antiimperialista, y lleva más de 60 años sometido al más feroz bloqueo económico y financiero de que se tenga récord en la historia de nuestros países. Ese mismo odio se extendió también a las fuerzas patrióticas y por la independencia de Puerto Rico, donde siempre se ha honrado la histórica tradición de solidaridad y hermandad antillana entre Cuba y Puerto Rico. Dos heroicos jóvenes nuestros cayeron víctimas del odio de los enemigos de Cuba.  Carlos Muñiz Varela  y Santiago (Chagui) Mari Pesquera fueron el blanco de dos asesinatos políticos abundantemente investigados y documentados, pero aún sin esclarecer porque desde el FBI y el Departamento de Justicia de Estados Unidos se continúa protegiendo la identidad de los asesinos.

Además de su abierta intención intimidatoria, las “visitas” de agentes del FBI a los participantes de la más reciente brigada Juan Rius Rivera podrían interpretarse como un intento de limitar las llamadas “libertades” y “derechos democráticos” que el Gobierno de Estados Unidos alega encarnar y defender. En el contexto actual de Puerto Rico, con tanta actividad de corrupción pública y privada con fondos del pueblo, y con un tráfico de drogas y armas ilícitas tan robusto hacia Estados Unidos, los recursos del FBI estarían mejor empleados investigando e intentando detener esas actividades ilegales, que haciendo “visitas” a viajeros solidarios.

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