El camino a Santiago de Cuba y el Festival del Caribe, parte I

 

En Rojo

Llegamos a La Habana el 2 de julio, pero nuestro destino fue “Rumbos del Teatro Caribeño”, el taller anual auspiciado por el Estudio Teatral Macubá durante el Festival del Caribe (Fiesta del Fuego) de Santiago de Cuba. La pequeña delegación incluía la conocida artista de teatro y performance Helen Ceballos y su hermana y ayudante de producción Camila, Mat Schwarzman, de Nueva Orleans, director del taller virtual de teatro caribeño Canales Abiertos, Nilo Mahatma Caituiro Monge, de Cusco, Perú, el técnico de Canales Abiertos y este servidor. Tanto Helen como yo estábamos invitados al programa del evento como artistas/directores de talleres, mientras Mat y Nilo iban para dirigir un conversatorio cibernético de cuatro horas sobre “Rumbos” y el intercambio teatral caribeño el 9 de julio, ultimo día del Festival.

Por COVID-19 y las medidas del bloqueo, todavía no pudimos volar directamente a Santiago ni a Holguín (mucho más cerca que La Habana). Por eso, tuvimos la promesa de los organizadores de proveer una guagua grande que nos transportaría a nosotros y a todos los teatreros y participantes habaneros en la larga travesía de entre 13 y 16 horas del oeste (La Habana) al este (Santiago) del país.

Y así entramos en la crisis económica de la Cuba actual casi desde el momento de nuestra llegada. Por falta de petróleo (diesel) el gobierno tuvo que cancelar la guagua que iba a llevarnos al festival y tuvimos que contratar transportación privada. La opción era ir o no ir (“ser o no ser” en términos del festival), y ya íbamos en una guagüita, carísima en términos cubanos, para cinco pasajeros. Los teatreros de La Habana nunca llegaron a Santiago para participar en el festival. No hubo petróleo.

Salimos a las ocho de la noche para llegar a nuestros hospedajes en Santiago a las nueve de la mañana, pero sin poder dormir por los baches y desvíos del camino. Ya era el 4 de julio, primer día del festival, y yo tenía un grupo de 18 jóvenes de entre 17 y 25 años esperándome en el Teatro Macubá para comenzar su taller. Después de un desayuno rápido y mucho corre corre, ese día trabajamos desde las 12:00 a las 3:00, y por las últimas dos horas pintamos camisetas alumbrándonos con las luces de nuestros celulares. Pero fue único apagón que tuvimos que soportar en el teatro durante los cinco días del taller. El proceso fue caer al piso y levantarnos manteniendo nuestro balance durante seis días de talleres, conferencias, ensayos, funciones y desfiles.

No celebraron el gran Festival del Caribe, Fiesta del Fuego de Santiago en 2020 y 2021. Después de las suspensiones por causa de la pandemia de COVID-19, combinado con las opresivas medidas del bloqueo impuestas por la administración Trump y su impacto económico, tal vez la versión de 2022 no lograba el nivel de convocatoria internacional de festivales anteriores. Sin embargo, su adhesión local fue asombrosa y se celebraba cada día y noche tanto en la sede de la Casa de Caribe en las afueras de Santiago como en la plaza del pueblo frente a la catedral en el centro de Santiago.

“Rumbos del Teatro Caribeño” del Estudio Teatral Macubá se celebra en el centro, entre los espacios de teatro, galería y conferencia del Centro Cultural El Ingenio, El Cabildo Teatral Santiago, el Guiñol Santiago y más importante el Café Teatro Macubá.  Tanto el Cabildo como Macubá están fuertemente establecidos en la historia del teatro contemporáneo cubano. Los orígenes de los dos se asocian con el teatro intensamente local de “relaciones” que habían experimentado figuras icónicas como Sergio Corrieri, del famoso Teatro Estudio con el Teatro Escambray y Flora Lauten, más tarde la fundadora del Teatro Buendía, con La Yaya (entre muchos otros). Comenzando en 1968, ellos salieron de La Habana para crear en las próximas décadas un nuevo movimiento de teatro social popular comunitario.

Con la obra “De cómo Santiago Apóstol puso sus pies en la tierra” de Raúl Pomares, montada por el Conjunto Dramático de Oriente, surge el renombre del Cabildo y el teatro contemporáneo en Santiago. Como resultado también emerge la actora, directora, bailarina y coreógrafa Fátima Patterson para fundar el grupo afrocubano del Estudio Teatral Macubá, que ya cumple 30 años de historia activa. Es por Fátima y su grupo que estábamos en Santiago por el Festival, y es por invitación de ELLA que la obra “Animalía” de Helen Ceballos, el taller de máscaras de “másTaller” (Lowell Fiet) y el proyecto virtual Canales Abiertos recibieron sus invitaciones al programa de “Rumbos del Teatro Caribeño”.

“Rumbos” es un evento de tres pisos. Primero, es una conferencia académica de ponencias y paneles sobre el teatro (afro)caribeño, local (cubano) e internacional y especialmente sobre el trabajo de Macubá. Los temas tienden a enfocarse en la ritualidad teatral, las tradiciones yorubas y bantúes de Cuba y la indagación contemporánea de la intersección de género y raza –las circunstancias de la mujer negra en la sociedad cubana. Esas sesiones “teóricas” se extendieron del 4 al 6 de julio de las 9:30 a la 1:00.

El segundo piso correspondía a los “talleres prácticos”. Por lo difícil que era llegar a Santiago, el taller del dominicano Claudio Rivera, director del Teatro Guloya de Santo Domingo, se canceló. Por eso, másTaller tuvo la suerte de poder trabajar en cuatro sesiones con el grupo de 18 jóvenes de entre 17 y 25 años, la mayoría de la escuela profesional de teatral pero también tres miembros de la compañía regular de Macubá. La quinta sesión fue de ensayo y la presentación de una pieza titulada “Lobo de odio, lobo de amor”.

El tercer piso fue el más intenso de los montajes de obras. Actor, maestro y veterano “relacionista” Mateo Pazos presentó su obra unipersonal “Ño pompa Cuenta” en el Cabildo de Santiago, el grupo Palabras al Viento llegó de Holguín con su obra “Fábulas de Cuba” (una adaptación con baile y música de cuentos de Miguel Barnet), el Oyu Oro Dance Ensemble (grupo afrocubano diaspórico) llegó de Estados Unidos y también presentaron trovadores, el teatro de muñecas de La Barca y varias otras presentaciones de baile y narración.

Sin embargo, los montajes más significativos para mi fueron “Somos Mujeres” del mismo Estudio Teatral Macubá, dirigida por Fátima Patterson, el brillante “Animalía” de Helen Ceballos (de Puerto Rico), la muestra del taller de máscaras de másTaller y la genial demonstración de los ejercicios bailados por los miembros del grupo de Macubá, dirigida por su maestro de baile. Regresaré en una segunda parte de este ensayo para explorar estas obras más detenidamente.

Casi todo mi tiempo en Santiago estaba enfocado en el taller de máscaras y los montajes de los grupos invitados por Macubá. No obstante, el Festival del Caribe es mucho más que teatro. Sobresale la música, el espectáculo y baile folclórico –en escenarios frente a la catedral y en la Casa del Caribe– y especialmente sobre los dos grandes desfiles carnavalescos –uno para abrir y el otro para cerrar el festival con la quema (fuego) de la culebra– que comienzan en la plaza del pueblo y corren las calles, como una serpiente, para llegar a los alrededores de la sede del evento en la Casa del Caribe.

En este viaje a Santiago no llegué a la Casa del Caribe, pero sí desfilé ambas veces con los miembros de Macubá, y llevé con los estudiantes del taller de máscaras una comparsa enmascarada al último desfile. Macubá conlleva por su prestigio la posición privilegiada de estar segundo en el desfile de grupos que pasan por la estación de observación en la plaza principal. Por sorpresa, en el tercer lugar en el primer desfile llegaron más de treinta miembros del grupo boricua Somos Caribe con camisetas anaranjadas y banderas puertorriqueñas para interactuar y cantar con la gente de Macubá mientras esperábamos que la lluvia escampara y comenzara el desfile. Allí en las calles de Santiago, aún con todas las dificultades de llegar, se notaba, como siempre, la solidaridad boricua-cubana. Los cubanos conocen las canciones puertorriqueñas, bailan y festejan con los boricuas y la calle sirve de puente visceral que muestra que todavía Somos Caribe.

La escasez –no solamente petróleo y gasolina sino otros productos y alimentos básicos—es más notable después del pandémico. Es difícil viajar a Cuba en este momento, pero también es muy importante hacerlo. El camino –trece horas yendo en una guagüita Volkswagen y catorce horas regresando en el asiento atrás de un pequeño sedan Hyundai—fue una tortura que prefiero que no se repita. En un momento del viaje me preguntaba si la isla ya no parecía más cercano a Haití que a la Cuba que yo había visitado anteriormente entre 1977 y enero de 2020.

La respuesta a mi interrogación es no. Nilo, mi colega y amigo de Perú, comentaba que en

Cuba hacen falta productos, pero no se nota la pobreza, el hambre y la desigualdad de su propio país. Hay apagones, como en todo el Caribe, pero la gente sigue adelante; hay escaseces, pero no hay hambre como tal; hace falta petróleo, pero las motoras, bicicletas, carritos y taxis encuentran sus caminos. Y con mucha dedicación y mucho trabajo se puede montar un gran Festival del Caribe y “Rumbos del Teatro Caribeño”.

 

 

 

 

 

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