En Rojo
El mes pasado El Nuevo Día preparó una serie de entrevistas y acercamientos a familiares, amigxs y compañerxs de oficio como suplementos especiales al recordar la partida de Raúl Juliá de los escenarios teatrales y fílmicos. En Plaza Las Américas hubo un despliegue pictórico y de reseñas de las andanzas fílmicas y teatrales de Raúl y del 10 al 16 de octubre se presentó una muestra de su cine como homenaje a este gran actor nuestro. Entre mis archivos, descubro, que en marzo de 1995, al año de su deceso, el Departamento de Actividades Culturales y Recreativas del Decanato de Estudiantes de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, le rindió homenaje póstumo a Raúl con una publicación introductoria de una muestra de sus filmes de compromiso social, inspiración literaria, el cine de géneros y el cine puertorriqueño. La selección y la publicación estuvo a cargo de Francisco González, coordinador de cine en ese momento. Como crítica de cine que siguió su carrera a través de los años, quiero recordarlo con una serie de reseñas. Luego publicaré mi carta de despedida al Raúl que conocí a través de su cine y teatro aquí en Puerto Rico y en Nueva York, donde tuve el privilegio de verlo en el teatro Vivian Beaumont del Lincoln Center en Three Penny Opera.
Romero (1989)
Este filme dirigido por el australiano, John Duigan, recoge los años de concientización de Monseñor Oscar Romero, quien se convertiría en el arzobispo de El Salvador y en el defensor de los derechos y la vida del pueblo salvadoreño. A través de una serie de incidentes que lo tocan muy de cerca y de su amor a sus compañeros sacerdotes y al pueblo humilde que lo sigue y lo respeta, Monseñor Romero va descubriendo la realidad de su país. Por un tiempo muy largo, tan solo conocía la realidad de la sociedad burguesa de su país que siempre había visto a la iglesia Católica como su aliada. Por eso su decisión de desafiar a los militares y burgueses en el poder para dedicar todos sus esfuerzos a luchar por los que no tienen voz, es un acto revolucionario.
A través de sus compañeros sacerdotes, aquellos que han interpretado las palabras de Cristo como la dedicación a los pobres y olvidados del mundo, Romero es testigo de los abusos del ejército cuando le niegan al pueblo su derecho a votar libremente, a vivir en paz, a trabajar honestamente para ganarse el pan de su familia, y a creer y luchar por el mejoramiento del ser humano por encima de los intereses de los que lo tienen todo. Romero es testigo del poder ilimitado del ejército para secuestrar, torturar y asesinar a quien ellos designen como enemigo del estado. Se da cuenta que la palabra justicia no es un concepto universal, sino que sirve a los poderosos para hacer valer su sistema, mientras los pobres claman por igualdad, paz y verdadera justicia. Raúl Juliá tiene una impresionante presencia escénica en el papel de Monseñor Oscar Romero. Duigan prefiere caracterizar a Romero como una figura casi de piedra, por eso el personaje no se doblega y al hablar tiende a emitir discursos. De hecho, las mejores escenas, aparte de su excelente ambientación, son aquellas en que Romero se mueve sin hablar, solo observando, internalizando para luego actuar a base de sus principios. Ejemplo de esto es su entrada una y otra vez a la iglesia tomada por el ejército.
Kiss of the Spider Woman/El beso de la mujer araña (1985)
El beso de la mujer araña reúne a un caudal de talentos en todas las áreas. Héctor Babenco se ha distinguido por no temerle a temas controvertibles y por manejar situaciones delicadas con gran ternura y así lo demostró en Pixote (1980). El guionista Leonard Schrader ha trabajado por varios años en los proyectos de su hermano, Paul, y entre estos están Blue Collar (1978) sobre los sindicatos norteamericanos y la industria automotriz y Mishima (1985) sobre el controversial escritor japonés. Raúl Juliá se ha destacado en el teatro de Nueva York, y su talento en el cine fue evidente en el filme Tempest (1982) donde interpretó el papel de Calibán. William Hurt desde que proyectó su imagen en el cine, se distingue por los personajes intensos que interpreta: Body Heat (1981), The Big Chill (1983), Gorky Park (1983). Sonia Braga, conocida en la TV puertorriqueña por las novelas brasileñas que algún director de programación tuvo la brillante idea de traer, se dio a conocer con el filme Doña Flor y sus dos maridos (1976) y, + recientemente por Gabriela (1983). Pero lo que en verdad une a todo este talento y hace que este proyecto funcione a las mil maravillas es la dedicación consciente y apasionada a una historia que tiene todos los elementos para resaltar los valores esenciales del ser humano.
Dentro de la represión política, la corrupción institucional, el abuso del poder, la humillación que ejercen los que se creen superiores hacia los menos privilegiados, se puede crecer en el amor y la amistad. Pero este crecimiento no se da rechazando una estructura represiva, sino enfrentándose a ella, no dejándose someter. El beso de la mujer araña nos convierte en testigos de cómo dos hombres, al parecer polos opuestos, se van conociendo y entendiéndose mejor hasta que cada uno adquiere rasgos del otro. Molina, el homosexual acusado de pervertir menores, se esconde de la fealdad que percibe en su mundo, escapando en la perfección del cine de Hollywood donde todo es bello, nadie es pobre, ni sufre por ser despreciado o ser objeto de mofa. Valentín, arrestado por colaborar con grupos “subversivos”, se mantiene lejos de personas como Molina, por considerarse superior al tener una ideología política por la que lucha y está dispuesto a dar la vida. Tras múltiples confrontaciones e insultos, poco a poco dejarán a un lado las murallas que los separan y se acercarán como dos seres humanos dispuestos a darse la mano y aceptar las diferencias que los separan. De esta convivencia obligada surgirá el respeto y la amistad que no pone reparos y no distingue clase, raza, o preferencia sexual.
Tempest (1982)
Este filme del director Paul Mazursky no parece decidirse en si ser una historia de un hombre que se enfrenta a su crisis de mediana edad o una fantasía donde los seres humanos al apartarse de lo familiar descubren sus deseos, pasiones y sueños al desechar la realidad social que los definía. No logra engranar estos dos aspectos y por eso el filme no tiene cohesión y tiende a ser desigual. En ningún momento Mazursky pone en duda el racismo y elitismo del personaje de Próspero/Phillip (John Cassavettes) hacia Ariel y Calibán. Quizá la única persona que entiende plenamente esta relación es Raúl Juliá en su interpretación de Calibán. Juliá le inyecta la vitalidad y definición que escritores como Aimé Césaire de Martinique y Roberto Fernández Retamar de Cuba recogen en su obra y su ensayo sobre “The Tempest” de Shakespeare. El Calibán de Juliá no es un ser feo y depravado. Todo lo contrario, es el único con una visión práctica de la vida, sincero en sus acercamientos para seguirle el juego a Próspero y conseguir lo que desea. Es el único que no acepta la moral del occidental, que se burla de él y que al final consigue lo que desea. Aparte de su comprensión del personaje, Raúl Juliá domina el filme cuando aparece en escena. La superficialidad de los otros personajes resalta ante su carga emotiva.