Especial para En Rojo
Los intentos de conocer el futuro han causado fascinación en múltiples culturas, a través de toda la historia humana. Intentando diversas estrategias, desde oráculos y adivinos, hasta estadísticas y teorías físicas, como especie hemos intentado determinar lo que vendrá. Sabemos que la toma de decisiones tiene una influencia significativa sobre los acontecimientos venideros, pero a la artista Tari Beroszi le interesa esa parte del azar que no hay forma de determinar. “Hemos sido testigos de la transformación del mundo. No hay certezas”, declara la artista, mientras nos coloca en la posición de interpretar las “señales de los tiempos” —como dicen algunas religiones—, más allá del miedo y la ansiedad.
Siendo que la fotografía captura un instante y “lo detiene”, la curadora de la muestra, Dra. Laura Bravo López, propone que “la fotografía es al pasado […] como nuestra mirada es al futuro”. Así, el concepto de la muestra Mirar al futuro implica considerar una visión, en sentido figurado, es decir, pensar e imaginar lo que será, desde una posición particular que a menudo se basa en los sueños y ambiciones individuales. Un visionario, pues, es una persona que proyecta una propuesta innovadora y a menudo muy costosa. Pero ante el evento colectivo que afectó a prácticamente todas las personas del planeta –la pandemia del COVID 19– esta exhibición nos invita mantener presente que, aunque tengamos visiones distintas, las acciones de cada persona afectan al resto de la población. Independientemente de cómo interpretemos las manchas que remiten a las pruebas psicológicas de Rorschach, la oscura tinta derramada sobre la historia sigue siendo una realidad que nos afecta casi por igual. ¿Y quién puede asegurarnos que no se vuelva a repetir?
Las dos piezas que reciben al espectador, en el Museo de Las Américas, están constituidas por fotografías repetidas de manera secuencial y rítmica, en una cuadrícula que parece interminable, generando la impresión de que han sido interrumpidas únicamente porque se terminó el papel. Entre las fotos se reconoce una mano en un guante de tela fina, retazos de tela enredados, tiras de papel, manchas de tinta y números. Como si se trata de un calendario que se ha derretido sobre un cuerpo humano, el guante roto despierta los recuerdos recientes, el trauma, de una profilaxis desgastada por el tiempo y el hastío. En otra escena, parece ser que la persona se quita el guante, ¿enganchando los guantes, quizás? Las composiciones se acercan más al “all over” de los expresionistas abstractos que a la fotografía surrealista (aunque esta última es la que más se interesó en el psicoanálisis en el pasado). En las mismas, la repetición, el cromatismo –en el que dominan el rojo y el magenta– y las manchas inexactas, capturan la ansiedad de no saber a dónde vamos.
El resto de las imágenes en la exposición incluyen alguno de los elementos incluidos en estas dos primeras obras, reconfigurados en bellas relaciones de espacio y medios. En alguna, una imagen deliberadamente pixelada contrasta con otra imagen perfectamente “limpia”. La mano enguantada aparece, luego el guante solo, junto a numerales que recuerdan esas icónicas imágenes de la saga de películas The Matrix, aludiendo a unas tecnologías que atraviesan estos procesos pero que no son la salvación. La invención de la cámara fotográfica alteró el rumbo de las artes y la manera en la que nos comunicamos en el siglo XIX; las fotografías llegadas desde el frente de batalla durante la Guerra de Vietnam fue uno de los catalizadores para el levantamiento en contra de la guerra en los Estados Unidos durante la década de los 70s, y la inclusión de cámaras en los teléfonos inteligentes nuevamente afectó la manera en la que vivimos. Ahora que nos acercamos a la generación de imágenes sin necesidad de una cámara, ¿será que podremos aprovechar las inteligencias artificiales para generar algún bien?
Aunque este proyecto de Beroszi comenzó durante los momentos más duros de la pandemia, no es necesariamente una serie más sobre los efectos del encierro. En cambio, como sometiéndonos a una, muy necesaria, evaluación psiquiátrica colectiva, la artista nos plantea el cuestionarnos cómo nos encontramos actualmente. Más que una reflexión del pasado cercano, se trata de una invitación a diagnosticar el presente. Después de todo, ¿qué es el presente si no una colección de eventos pasados que no se detienen? La muestra está constituida por fotografías impresas con pigmento perdurable, de este modo asegurándole un futuro a las obras que nosotros no tenemos seguro. Sin pretender contradecir a Heráclito, las fotografías de Tari Beroszi no cambiarán, pues hemos desarrollado la tecnología para hacerlas perdurar en múltiples medios. Siendo así, quizás aún estemos a tiempo de desarrollar los medios necesarios para corregir el rumbo hacia un futuro más prometedor.
Entre una y otra imagen, asoman textos ilegibles en algunas de las fotografías de esta serie. Este último elemento, en combinación con el título de la exposición, nos hace gravitar hacia el papel que juega, o debería jugar, la historia en nuestro devenir. Una de las respuestas más simples al preguntar para qué sirve la historia, es el comprender nuestro presente y evitar los errores del pasado. Ciertamente, hay en estas piezas un interés en comprender el momento en el que nos encontramos, pero al Mirar al futuro conociendo la historia, resulta poco alentador. Sin embargo, queda una esperanza en la interpretación abierta de las manchas. Quizás del mismo modo en el que cambió el mundo en cuestión de días, mañana otras personas, otras generaciones, sí puedan ver lo que las anteriores no han logrado reconocer para lograr un futuro más colorido que el que prevemos.
El autor es estudiante graduado de City University of New York.