Nota: Hoy Carlos Alberty Fragoso cumpliría 65 años. Su compañera de vida Sofía I. Cardona nos hizo llegar estos poemas que él no llegó a publicar. Carlos celebramos tu vida. Te echamos de menos.
Ahora resulta que el tiempo
es el agua
que tú empujas a los lados
como buscando pequeñas prendas que atrapar entre los dedos.
Y así extiendes los brazos
y halas hacia atrás,
hacia ti,
y piensas:
“el agua es la encarnación del tiempo”
o escolarmente reformulas:
“el agua es el tiempo hecho materia”,
a la que tú como un molino
con piernas y brazos mueves
creando
y creyendo asir a la vez
granos
minutos
fracciones
átomos que corren por tu cuerpo
hasta que al final
emerge tu cabeza del agua
y regresas y respiras en otra realidad,
en otra encarnación del tiempo, como dices.
Y ahí está, otra vez, el aire
que ahora atraviesas caminando,
chorreando gotas de otro tiempo,
el aire que también se resiste ante ti
y que tú vences
como antes al agua
pero ante el cual no necesitas máscara
ni tubo de respirar. Pues te basta
tu simple cara, sin agallas recreadas.
Pero, reconoces
que de un tiempo al otro
hay un pasaje que conecta,
invisible, desde los pulmones.
Y tú sonríes, por eso, en tu secreto
porque sabes
que vas y vienes de un mundo al otro
como un viajero en el tiempo,
tranquilo,
dándote aires de anfibio,
muy resuelto.
A FMP
Parecería que usted lo vio todo
y nos dejó – con su éxtasis –
apuntes
en una obra que es
un gran cielo de nubes prometeicas,
cotidianas,
que leemos entre el asombro y la sed
de no saber cómo,
de querer saber cómo
llegó usted a ver tanto
sin perderse entre los vientos propios y contrarios.
Pero no,
que lo que vio usted después de haberlo visto todo
nunca será escrito.
Ahora, no se sabe
quizás nos mira
desde el otro lado de sus nubes,
muy al otro lado de las nubes.
Y por eso, en el tal vez de siempre,
usted y nosotros,
no acabamos nunca de vernos completamente del todo.
Pero seguimos viendo signos en el cielo
y escarbamos en la tierra.
Porque usted nos enseñó a ver
los dos mundos
abrazando el aire
a un mismo tiempo.
A veces,
veo a mi hermano,
al lado mío,
casi como un gigante.
(Sus manos son delicadas
y sus ojos, pequeños.)
Tal vez mi hermano es, en verdad,
un gran árbol
(con muchas hojas)
y su fruto-corazón,
un libro abarcador
con ramas dedicadas para todos.
Todavía nadie
ha probado lo contrario.
24 sept. 2015
Cierro un ojo:
el mundo está torcido.
Lo abro y cierro el otro:
el mundo está derecho.
Ahora
con los ojos abiertos:
los mundos forcejean
uno contra el otro.
¿Qué pasaría si nunca los abriera?
¿Qué llegaría a pasar
si nunca los cierro?
(Ahí está el mundo jadeante,
estremecido contra él mismo.)
Quiero verlo.
¿Él quiere que lo vea?
(A un vendedor de flores)
Polifemo,
estoy algo perdido.
Tu ojo, flor de cíclope,
– único –
ya no me guiará hacia el clavel del día,
ni tu voz socarrona
me dirá significados
riendo
con las abejas zumbando alrededor.
¿Pero de qué flor
me hablas ahora?
6 marzo 2016
Arnaldo Roche Rabell (noviembre 2018)
Recogía hojas.
Tenía las manos salpicadas de pintura.
Hacía grandes cuadros.
Ahora está del lado del lienzo
como un árbol invisible
y dice:
“No te arriesgues conmigo,
cielo,
en los llanos de tu azul.
Quisiera pintarte completo.
Soy un caballo de Troya.”