Fiestas de junio y la ecología integral

 

 

Especial para En Rojo

En estos días, la América Latina vive un nuevo momento. En  Colombia, por primera vez, la mayoría pobre del pueblo pudo elegir un gobierno. En Perú, en Honduras, en Chile, gobiernos más populares enfrentan dificultades con fuerzas conservadoras, pero dan esperanzas de cambios importantes. En Brasil, lloramos la muerte de Bruno Pereira y Don Phillips, compañeros de los indígenas y defensores de la naturaleza, asesinados por la complicidad criminal que une el actual gobierno federal y aventureros de oro y de tierras en la Amazonia. Por todo el país, las personas que aman la justicia y la paz alimentan la esperanza de que la Constitución sea respetada y las elecciones presidenciales de octubre nos hagan recuperar, al menos, la democracia formal.

Casi como si fuera parábola de este cambio, en estos días de junio, el grito por justicia y derecho de los pobres toma forma en juegos y fiestas tradicionales de la época junina. Son costumbres antiguas que existen por todo el continente. Tienen origen precristiana y tenían como causa el cambio de estación. En Bolivia, Perú y Ecuador, las comunidades indígenas hacen el Inti Rami, la fiesta del sol. Es la fiesta de año nuevo andino, en el solsticio del inverno. En sur de Brasil, el pueblo Guaraní hace la fiesta de los vientos fuertes y de la cosecha del Mate. En otras regiones del continente, danzas y costumbres son más ligados a las culturas afro.

Como en la época de dominación de un Cristianismo colonial, las autoridades no permitían cultos y honores a la naturaleza, las fiestas si se han hecho de santos católicos, como San Antonio, San Juan y San Pedro. Sin embargo, el pueblo los celebra como figuras del folclore, a través de los cuales se reviven culturas ancestrales. En nuestros días, sería bueno que, en este cambio de estación, se pudiera retomar la sacralidad de la Madre Tierra, de los vientos del Sur, de las aguas y de los rayos del Sol, así como también entrar en la danza de los pequeños como fiesta de la Vida.

En el interior de Brasil, dramatizaciones de casamiento campesino caricaturan figuras de curas y jueces, solo interesados en dinero y poder. Así, a través de estos juegos, las camadas más empobrecidas del pueblo expresan sus críticas y su protesto social. En los barrios y en el campo, jóvenes y adultos si hacen capaces de juntar las personas, organizar grupos de danza y preparar juegos y fiestas. Sería bueno que esa misma capacidad de organización se manifieste para ensayar una sociedad nueva y más justa, en la cual todos/as puedan ser protagonistas. Las fiestas juninas anticipan el establecimiento del proyecto de paz y justicia que el Amor Divino tiene para ese mundo.

El autor es monje benedictino y escritor.

 

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