Gracias al Festival de Cine Europeo conocemos al compañero I, Daniel Blake

Director: Ken Loach; guionista: Paul Laverty; fotocinematógrafo: Robbie Ryan; elenco: Dave Johns, Hayley Squires, Sharon Percy, Briana Shawn, Dylan MacKiernan.

El 8vo Festival de Cine Europeo, celebrado del 30 de marzo al 5 de abril, nos trajo hermosas producciones de países renombrados por su historial de cine en su término más inclusive (coproducciones internacionales, nacionales con fondos de los ministerios culturales, independientes, experimentales) y otros que desconocemos por no ver sus filmes a menos que fueran nominados o ganadores de Oscares por Mejor Película Extranjera (Bulgaria, Eslovaquia, Finlandia). Todos los años creo un espacio especial para poder ver el mayor número de filmes durante los siete días de su duración pero este año, aun con boletos en mano, mi cuerpo decidió que cinco filmes serían el máximo que me permitiría disfrutar. ¡Pero qué cinco! Comienzo con I, Daniel Blake de Ken Loach, el mejor director de cine político que conozco y cuya trayectoria cinematográfica he seguido desde Poor Cow de 1967.

¿Cómo es posible que una historia tan sencilla y cotidiana, con un estilo casi casero en su manejo de cámara pueda haber sido galardonado con el más prestigioso premio de BAFTA —Outstanding British Film of the Year— la Palm d’Or en Cannes (incluyendo el Premio Ecuménico), el César de Francia por Mejor Película Extranjera, al igual que premios en San Sebastián, Locarno y Vancouver? El misterio se resuelve al ver este hermosísimo y doloroso filme.

Este es el perfil de Daniel Blake: carpintero de 59 años, residente de Newcastle, al norte de Inglaterra, obrero/clase trabajadora al estilo de lo que fue ese movimiento desde el siglo 19 y luego en la creación del Partido Laboral en 1900. El significado de haber tenido la posibilidad de cambiar la estructura socioeconómica del país después de la 2nda Guerra Mundial lo presentó Loach en su extraordinario documental de 2013, The Spirit of ’45. Pero la Inglaterra de Daniel Blake es la que ha sido transformada e inclinada más y más hacia la derecha por los gobiernos conservadores de Winston Churchill, Margaret Thatcher y David Cameron. Las medidas socialistas que se lograron aprobar desde ese gobierno laboral de 1945 han sido diluidas, eliminadas o con acceso tan difícil que no sirven las necesidades sociales de la gente. Esas ayudas sociales gubernamentales —que en el caso de los Estados Unidos fueron medidas de la era de Franklin Delano Roosevelt para lidiar con la crisis económica de 1929 (como beneficios de desempleo, seguro social, creación de empleos para los más vulnerables en ese momento/Work Projects Administration)—centros y distribución de alimentos, Medicaid y Medicare, asistencia social, entre otros, han con los años creado su propia burocracia para dificultar en vez de facilitar el acceso que deben tener los más necesitados. Daniel Blake y Katie son dos ejemplos de las miles de personas que se pierden en ese sistema.

Daniel Blake ha sufrido un ataque del corazón cuando lo conocemos pero ya está en recuperación. En ningún momento hay referencia a problemas con su cobertura médica; todo lo contrario, el seguimiento y el trato de los médicos y trabajadores de la salud es algo constante y eficiente (National Health Service/NHS). El problema es ¿cómo puede este hombre sostenerse sin trabajar mientras se recupera y los médicos le dan el visto bueno para regresar a sus labores? Existe el mecanismo pero lo harán tan difícil en vías de ser tan eficiente y asegurarse que no haya apropiación indebida de fondos gubernamentales que Daniel pasará su tiempo yendo de oficina en oficina, llenando formularios (la mayoría en línea y sin ayuda inmediata para los que no manejan el medio), argumentando su caso a tecnócratas, apelando sus decisiones y mientras tanto tratando de recuperar su salud.

Katie representa otro caso muy común también en esta ‘nueva’ sociedad de cambios acelerados: joven madre soltera de dos hijos, uno de ellos (Dylan) con autismo, no conoce la ciudad por acabar de mudarse de Londres donde vivía en un hostal por no tener dinero para vivienda. Aquí consigue un apartamento en bastante malas condiciones pero es un techo estable que se paga con fondos gubernamentales. Intenta conseguir empleo de limpieza mientras los niños están en la escuela, pero nada. Le toma tiempo aprender a moverse dentro de la burocracia de ayudas sociales y hace de todo para que sus hijos tengan comida y vestimenta para moverse. Pero ¿con qué compra zapatos para su hija preadolescente para que no se burlen de ella en su nueva escuela? ¿Con qué compra productos de higiene que no cubren sus cupones de alimento? ¿Qué hacer mientras tiene su nueva cita con la evaluadora de su caso ya que perdió su cita original por llegar tarde y ellos rehusan atenderla? Estas son realidades que nos rodean y que—como me señaló una amiga al finalizar la función—se multiplicarán en nuestro entorno según la crisis en que nos sumergen se siga agudizando.

I, Daniel Blake es, como todos los filmes de Ken Loach, un ejemplo de realismo social. Esto significa personajes comunes y corrientes, nadie se distingue por ser “líder” o importante fuera de su comunidad, se desarrolla en vecindarios de clase trabajadora como son todos sus personajes, los problemas son con los que hay que lidiar diariamente. Seguimos a los personajes en un día cualquiera según van resolviendo los problemas que cargan con ellos o los que surgen sin uno estar preparado para resolverlos. Y sobre todo, los escuchamos (como hacemos en la guagua, tren, carro público o las oficinas médicas y gubernamentales) y así nos enteramos, en sus propias palabras, cómo logran resolver su diario vivir que es también el nuestro. El diálogo y la conversación siempre están al centro de los filmes de Loach.

Termino con varios referentes temáticos pero con diversidad de estilos: 1) John Q (2002) con Denzel Washington (con todos los mecanismos de gran producción y grandes confrontaciones) donde un padre cae en la desesperación cuando su aseguradora de salud se niega a pagar por la cirugía de su hijo; 2) God Bless the Child (1988), filme independiente sobre la encerrona de la asistencia social cuando una madre necesita conseguir alimento y vivienda para su hija mientras trata de cumplir con un empleo de explotación máxima e ingreso mínimo; 3) Los lunes al sol (2002) de Fernando León de Aranoa con Javier Bardem y Luis Tosar donde se presentan los estragos del desempleo tras el cierre de un astillero; 4) A Man Called Ové (2015) de Suecia (en un estilo de comedia cínica) del efecto del desempleo y las relaciones sociales (no hay falta de dinero como en los anteriores) en la vejez.

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