Haití : un alto a la explotación imperialista

 

El escenario para una nueva ocupación extranjera de Haití está montado. El caos y la anarquía desatados por cientos de gangas de maleantes armados hacen prácticamente imposible la vida de los millones de habitantes de la otrora ciudad «mágica» de Puerto Príncipe y su zona metropolitana, capital de la hermana y vecina antilla. El gobierno de Estados Unidos instó al personal de su embajada y demás ciudadanos suyos alli, a abandonar con urgencia la ciudad y regresar a su país.

Sin embargo, en Haití no se fabrican armas. ¿De dónde llegan, entonces  las armas a las que tanto temen los «diplomáticos» estadounidenses, y con las que se aterroriza y paraliza toda actividad en el pais haitiano ?  Precisamente, llegan desde Estados Unidos. Un informe reciente de la.Organización de las Naciones Unidas (ONU) concluye que el creciente tráfico ilegal  de armas y municiones hacia Haití procede principalmente desde la ciudad de Miami y otros lugares del sur de la Florida, y se cuelan, bajo distintas formas y pretextos- incluso como donación caritativa a alguna iglesia- por las porosas fronteras marítimas de Haití con total impunidad.

La realidad sobre el terreno es espeluznante. Desde el asesinato del presidente Jovenel Moise en 2021, Haiti carece de un gobierno electo. El actual «gabinete» del primer ministro Ariel Henry no tiene legitimidad. Por el contrario, se ha convertido en una pantalla que esconde las peores atrocidades, como masacres indiscriminadas de civiles, secuestros, violencia sexual, y todo tipo de abusos degradantes a los derechos humanos más básicos de una población indefensa.

En el centro de todo están los mercaderes que se lucran y se benefician del caos y la vulnerabilidad  de una población aterrorizada. Tres grandes potencias occidentales- Estados Unidos, Canadá y Francia- se reparten los despojos de la ofensiva callejera que ha convertido a Haití en un campo de batalla donde se dispara de un solo lado, el de las gangas armadas y protegidas por el poder. Del otro lado, solo hay un pueblo en continua huida y empobrecido hasta la peor miseria, el cual recibe todos los golpes. Esos países poderosos llevan largo tiempo desangrando el país, con la complicidad de una corrupta clase política y oligarcas haitianos que demandan y se aseguran su parte del botín. Son las mismas potencias que por más de un siglo han puesto y quitado dictadores o promovido gobiernos «electos» y » democráticos»que luego suprimen cuando no se ajustan a sus intereses.

En Haití, la gran mayoría de la población vive en condición de extrema pobreza,  pero no es porque el país no tenga recursos. Para los poderosos que lo saquean fluye el dinero a manos llenas. Mucho capital han obtenido y obtienen las fuerzas que mantienen el control de la actividad económica en Haití. Por ejemplo, los contratos para el cemento, la importación de bienes, las comunicaciones, y la entrada legal e ilegal de mercancías a través de aeropuertos y puertos, la minería y el transporte, entre otros, son actividades controladas por conglomerados privados, principalmente de Estados Unidos, Canadá y Francia, y representan millones de dólares en ganancias para dichas empresas, que se repatrian fuera de Haití. Estas fuerzas de poder son las principales beneficiarias del caos que promueven las gangas armadas porque,  mientras los ojos del mundo se enfocan en la violencia, dichas empresas siguen haciendo de las suyas sin atraer atención.

La escalada de la violencia en Haití se ha convertido en un círculo vicioso que, por un lado, pone en entredicho la moral y la vergüenza  de la comunidad internacional, mientras por el otro le impone al pueblo haitiano la privatización, el saqueo y el despojo de la riqueza y bienes que legítimamente debían estar en sus manos.

El próximo 15 de septiembre, el Consejo de Seguridad de la ONU se reunirá a considerar una resolución para poner en marcha una nueva intervención armada en Haití, esta vez con una fuerza policial  de Kenya como punta de lanza. Una especie de golpe blando para, como dice la reconocida activista haitiana, Veika Donatie, darle un rostro negro a la ocupación y sacar del foco a las potencias imperialistas. Faltos de ideas y de voluntad, nuevamente la comunidad internacional pretende imponer la misma fórmula que por más de un siglo solo le ha traído miseria y muerte a un pueblo heroico, que se » la jugó fría» en 1804, con el triunfo de su de Revolución de Independencia y liberarse de la esclavitud. Ese mismo pueblo se ha negado a entregar su soberanía tras cada  ocupación extranjera, a lo largo de lo siglos 20 y 21 hasta hoy. Queda claro que otra ocupación extranjera y armada en Haití no es solución para la situación haitiana. Si acaso, promoverá aún más violencia. Lo que Haití necesita es justicia y paz, y que se le ponga un alto a la voracidad y explotación imperialista.

 

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