Félix, de estirpe indispensable

Raúl González, José E.Herrera oOopeza y Félix. Foto Archivo CLARIDAD

 

Especial para CLARIDAD

 

Por las calles de la Urb. Santa Rita en Río Piedras, en las postrimerías de los años sesenta del siglo pasado, veo desplazarse a un joven que carga varios libros con aparente intención de venderlos. No le conozco. Luego sabría que era Félix Ojeda Reyes portando el embrión de lo que sería en regla la Librería Puerto Rico, empresa adscrita al Movimiento Pro Independencia. No se busque en aquella oferta libresca ningún título que de alguna manera tienda a la sumisión, al conformismo. Félix propaga títulos de rebeldía, de subversión, de lo que lleva en la sangre. Son lecturas para adiestrar el pensamiento en su ejercicio crítico, el único que vale la pena fomentar y alimentar. Félix ha nacido aguijoneado por la imperiosa necesidad de combatir la ignorancia, y de luchar sin tregua por la hermandad humana. Su padre, Don Félix Ojeda Ruiz, fue por mucho tiempo Secretario General del Partido Comunista de Puerto Rico, aquel que fue fundado un 23 de septiembre del 1934. No de balde se seleccionó la fecha de Lares para aquella fundación. Ello simbolizaría muy atinadamente la ligazón necesaria entre la lucha nacional por la independencia y las luchas sociales por eliminar la explotación de las grandes masas trabajadoras. En el lecho hogareño, el camarada y amigo entrañable Félix absorbió ese trasfondo y fue fiel hasta su muerte al compromiso nacional independentista y al apostolado social libertario.

Algunos años después de haber visto a Félix en sus tareas de librero ambulante, me correspondió el honor de trabajar con él en CLARIDAD. Pude tratarle más de cerca y le conocí mejor en sus aspectos de ser noble, humilde, disciplinado y solidario sin restricciones. Todavía recuerdo con gratitud aquellos talleres de redacción que nos impartía Félix, restándole horas a su descanso y prodigando compañerismo a manos llenas.

Una aciaga noche de cierre de la edición de CLARIDAD, Félix tuvo una aparatosa caída desde una escalera interior que unía la Redacción en el primer piso con el taller de Emplanaje y Tipografía en las oficinas del periódico situadas entonces en la Urb. Villa Capri, Río Piedras. Todos los presentes pasamos un susto monumental. En mi recuerdo no preciso la naturaleza exacta del percance de salud, pero el consenso general fue atribuirlo a un episodio cardíaco.

Algún tiempo después de aquello, Félix emprendería la ingente y monumental tarea de estudiar la vida y obra del Padre de la Patria, Don Ramón Emeterio Betances, con el propósito de integrarlas cabalmente a la Historia Nacional. A ese valiosísimo esfuerzo, el camarada se entregaría febrilmente, con pasión y amor, sabedor de que estaba haciendo una aportación sin par a la Historia Nacional, pero sin vanagloriarse de ello, cosa totalmente ajena a su carácter.

Félix trabó amistad y colaboración genuinas con varios estudiosos de la Historia de las Antillas, como Eusebio Leal en Cuba y Paul Estrade en Francia, admirador y estudioso de Betances, a quien tuvo de visitante en la Universidad de Puerto Rico. Es obvio que se me escapan otros tantos nombres en tantos otros sitios, entre los que figurarán sin duda hermanos de la República Dominicana.

Nunca deben pasar inadvertidos la atención y el destaque que dio Félix al gran desconocido mayagüezano Juan Rius Rivera, soldado que peleó denodadamente por la independencia de Cuba en la Guerra de los Diez años y en la guerra definitiva puesta en curso por el Apóstol José Martí.

Por la vía de la rigurosa investigación histórica, Félix llegaría a la compilción y publicación de las obras completas del insigne revolucionario caborrojeño Dr. Ramón E. Betances, tan perseguido por el colonialismo español. Félix se entregó incondicionalmente y sin descanso a legar a Puerto Rico lo que son y serán piezas fundamentales para el estudio de la Historia de Puerto Rico.

Al decir adiós a este extraordinario ser humano y compañero fiel, nos quedan su ejemplo de tenacidad en las luchas, humildad y solidaridad, sus enseñanzas, su enorme contribución histórica, su sonrisa franca, su cariño, su disposición irrestricta a auxiliar el establecimiento de la humana hermandad en cualquier lugar, a cualquier hora, a cualquier precio. Mi admiración, mis respetos y mi abrazo afectuoso y eterno  para un combatiente y camarada de la estirpe indispensable.

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