La enfermedad de Marién: Apuntes de un estudio

Aprimera instancia, Marién se nos aparece como un personaje de poca profundidad [1]. Quizá sea esta la razón por la que tan pocos trabajos de La peregrinación de Bayoán la tomen en cuenta [2]. Esto, curiosamente, a pesar de que es casi imposible negarle importancia dentro de esta novela.

Marién, en ella, nos es lejana. A diferencia de Bayoán y Eugenio María Hostos (el personaje), nunca le habla al lector; nos acercamos a ella siempre a través de un mediador. Mediador masculino, además, que busca idealizar a este personaje femenino. Por ser narrada a través de estos otros ojos, se nos presenta de manera escurridiza, de difícil acceso analítico. Es por eso, quizás, que este escrito nuestro sea un esfuerzo trunco; forma parte de un proyecto abandonado, más amplio, que buscaba estudiar a este personaje.

En estas notas, nos acercaremos a la enfermedad de Marién, uno de los elementos más problemáticos y, por lo mismo, sugerentes de la novela. Nunca se dice qué padece ella a ciencia cierta. Apenas podemos con firmeza señalar algunos síntomas. (Un notable deterioro en su cuerpo. En ocasiones, calentura o fiebre. Se menciona una irritación en su sistema nervioso.) Los pocos momentos en que los doctores o los otros personajes hablan de esta enfermedad se caracterizan por una gran imprecisión. Y son, precisamente, este desconocimiento y esta ambigüedad los que propician las posibilidades interpretativas de la enfermedad y el surgimiento de tantas lecturas alegóricas alrededor de la novela y de este personaje femenino [3].

Es desde el misterio que nos podemos aproximar a la enfermedad de Marién, acogiéndonos a la impresición y no buscando alejarnos de ella. Resulta trivial el querer ver una enfermedad específica: lo importante es entender cómo algunos elementos de distintas enfermedades se ponen en práctica en la novela; y qué función cumplen a la hora de analizar el personaje y el texto. Según los síntomas que se presentan, la novela parece movilizar una combinación de los esquemas asociados en aquella época con la tuberculosis, la histeria e incluso la fiebre cerebral [4], enfermedades comunes en la literatura de aquel siglo. Las tres se asocian tanto a problemas de la psiquis como a problemas fisiológicos. En todos los casos, la exaltación emocional, usualmente relacionada a alguna incitación o deseo sexual, puede ser la causa que conduce a la contracción de la enfermedad (Sontag 686; Petersen 448–449). Aquí, por lo tanto, psiquis y cuerpo se unen. Aunque nuestro estudio privilegia los elementos asociados con la tuberculosis, son demasiados los detalles que carece la enfermedad de Marién para calificarla como padeciendo esta enfermedad. No hay indicio de que su condición pueda contagiar a los demás; apenas hay referencias a tos o a alguna condición pulmonar; etc.

Es elusivo el momento en que Marién contrae la enfermedad por primera vez, y punto de debate para la crítica [5]. Durante una discusión que ocurre entre Bayoán y la madre de Marién, respecto al viaje hacia España del joven y la momentánea separación de los amantes, la madre dice:

–¿No es un crimen, mi querido Bayoán, lo que usted ha resuelto [viajar a España]? ¿No es un crimen convertir la esperanza en desesperación, la inocente alegría en honda pena? ¿No es un crimen matar la felicidad de esta criatura, ya bastante infeliz con ser tan delicada? (162–163)

Poco después, dirá:

Marién morirá, y Ud. vivirá para sufrir, para apretarse el corazón inútilmente […] ¡Oh! y esto no es una amenaza vana; yo siento una voz que me lo dice…! (163)

El hecho de que se anticipe su muerte durante la discusión puede sugerir que Marién ha estado enferma desde el principio del texto, aunque solo se haya expresado de manera velada. En la entrada del día previo, ya había pensado Bayoán: “¡Y si, frágil como es, estalla y muere…?” (159).

Por otro lado, durante la época se pensaba que las enfermedades estaban ligadas a la personalidad de quienes las cargan (Sontag 701; Petersen 454, 457). La “delicadeza” de Marién no solo puede sugerir que Marién ya está enferma al comienzo de la novela, sino que, incluso, por ser delicada estará predestinada a enfermarse y a padecer de una muerte trágica. Una última posibilidad, la más probable y que no necesariamente contradice la anterior, es que contrae su enfermedad debido a la exaltación emocional que siente al Bayoán emprender su peregrinación hacia España, postergando los sueños que tenía ella de una vida familiar común.

No es hasta que Bayoán se reencuentra con Guarionex (el padre de Marién) de manera inesperada en Puerto Rico que nos enteramos como lectores y de manera explícita sobre la misteriosa enfermedad que posee a Marién.

–¡Bayoán…!

–¡Guarionex…! ¿Ud. aquí…? ¡amigo de mi alma…! ¿y Marién, y…?

–Todos aquí.

–¡Vamos, vamos a verlas…!

–Calma, amigo mío, calma: antes de verlas, es necesario hacerles saber que Ud. está aquí, porque…

–Es verdad: pero el ansia que tengo de verla… ¿está buena… están buenas, no es verdad?

–No, hijo mío… No se inquiete Ud., no es nada; tristeza, abatimiento…

Aquí, a través de la cautela de Guarionex y las medidas que pretende tomar para preparar a su hija para el encuentro con Bayoán, nuevamente se hace alusión a la delicadeza tanto física como emocional de Marién. El diálogo prosigue de la siguiente manera:

–¡Santa niña…! Pero nada más, ¿no es cierto?

–Nada más: los médicos me aconsejaron que la lleve a Europa, le prometí ir a España; pensó en Ud., y aceptó, y aquí estamos esperando el vapor para Santo Tomás.

–¿Pero los médicos no han visto otra cosa que ese mal del alma que tiene por síntomas la languidez, el olvido de lo que nos rodea, el desvarío frecuente, el continuo encerramiento en nosotros mismos…?

–No, hijo mío, no: no tema Ud.

–No temo; deseo saber la opinión de los médicos para observar a Marién, y con la luz que me dé la observación guiar a los médicos, que para tener tan abiertos los ojos del alma como los del cuerpo, debieran, como el sacerdote y el abogado, no ser de carne y lodo: me estremezco al pensar en las consecuencias que tiene todos los días, a cada paso, la ceguedad de esos hombres, que en general, no son más que aplicadores de una ciencia nebulosa, que ellos anublan más con la criminal indiferencia que les dan la costumbre y la necesidad en que se creen de ser de hielo. […] Marién es demasiada delicada: el corazón es lo que vive en ella: su desgracia, que la ha puesto en mi camino… (198–199)

Bayoán no se cree posicionado en un lugar aventajado para entender la enfermedad solo por puro capricho; la medicina no se presenta como un campo disciplinario riguroso en esta novela, sino uno impreciso, como fue todavía común en parte de la literatura de la época en ambos lados del Atlántico [6].

La razón por la que los doctores le recomiendan a Marién viajar a Europa es, como casi todo lo relacionado con la enfermedad de Marién, desconocida para los lectores. Sin embargo, a los pacientes de tuberculosis se les recomendaba un cambio de escenario, particularmente hacia el campo, por lo que aquí nuevamente se moviliza una característica asociada con esta enfermedad (Sontag 684–685). Esto podría explicar el que la familia de Marién nunca decida seguir a Bayoán a Madrid; permanecen en la casa de campo cercana a Alicante, y luego en Aranjuez. Este cambio de escenario, además, no solo representaría un espacio más sano, sino que pudiera darle cierta tranquilidad al alma de la enferma. Aquí, nuevamente, se hace hincapié en la relación profunda entre psiquis y cuerpo. Por eso, el doctor de Marién le confesará a Bayoán que “el cuerpo no se salva, si el alma no se cura; el médico es Ud., no yo. De Ud. depende todo” (315). Y así, en otro momento: “La curación depende de Ud. y del campo, no del médico” (322).

La enfermedad de Marién tiene efectos notables en su cuerpo, consumiéndola durante el proceso de deterioro. Como era lo común en la expresión literaria de la tuberculosis, este acto de consumo del cuerpo de Marién estará acompañado de un aumento en la atracción erótica que el propio cuerpo produce. Repulsión y atracción conviven. Así, confiesa Bayoán al principio de este cambio: “Allí está Marién: ha adelgazado: sus ojos van hundiéndose, palideciendo sus mejillas, anublándose su frente… ¡pobre niña!” (226). Más adelante, dirá que el color de su piel es “el color del mal que la devora” (227). Unos días más tarde, sin embargo, el cuerpo de Marién le producirá la sensación contraria: “Se hizo más ligera: se aligeró de un peso, y la esbeltez de su talle me encantó” (240).

Cuando la fecha del matrimonio de Bayoán y Marién se aproxima, empiezan las especulaciones respecto al efecto que pudiera tener el “consumar el matrimonio”. El remedio para la enfermedad ahora parece concentrarse en las posibilidades de tal acto. Existen dos remedios ponderados y contradictorios: el primero implica la satisfacción de los deseos sexuales de Marién, lo que le daría nuevos ánimos de vida para derrotar su enfermedad; el otro, la abstención total, que buscará frenar en Marién cualquier exaltación emocional que pudiera conducirla a su muerte [7]. Esta cura bifurcada no será invención de la novela, pues eran los remedios que se pensaban y especulaban respecto a la tuberculosis y a la histeria en aquella época (Sontag 687–690; Sommer 197). Bayoán mismo se cuestiona al respecto:

¿No es el placer del organismo chispa eléctrica que partiendo del cerebro, va desarrollando, animando, conmoviendo los anillos del sistema nervioso, produciendo un choque simultáneo, cuyo fin es su principio, una violenta convulsión? ¿no afectan dolorosamente al cuerpo enfermo, todo choque, toda convulsión?…

¿Y si me engaño? … ¿y si en vez de ser funesta, es necesaria esa satisfacción de las leyes naturales? (313)

El doctor de Marién tampoco asume una posición fija al respecto. En un principio, entiende que el matrimonio y su “consumo natural” pueden “reanimar” a Marién, y por eso le insta a Bayoán que continúe con los planes de casarse. Bayoán lo logra convencer de lo contrario, o por lo menos de dudar lo suficiente de su opinión como para que no haya una propuesta médica de su parte (315–316).

Lo más importante de este debate respecto a la cura de la enfermedad, sin embargo, es que Marién, sin decirlo explícitamente aunque siempre sugiriéndolo, asume la posición contraria a la de su futuro esposo: querrá la satisfacción de sus sentimientos. Es aquí que los deseos sexuales de Marién salen a la luz. Será ella quien “conspirará” en contra de la abstinencia por la que apuesta Bayoán. Buscará ella que ambos estén juntos y solos, produciendo gestos que sabía que lo incitarían. (Curiosamente, la exaltación del apetito sexual es otra posible alusión a los efectos de la tuberculosis (Sontag 682).)

La muerte de Marién, finalmente, parece tener como causa un revuelco emocional. Dado que su enfermedad es desconocida y sus curas solo puras especulaciones, la novela (y Marién) es capaz de darle importancia vital a un factor que le es exógeno al estado de salud del personaje. Cerca de donde viven Bayoán y la familia de Marién, habita “una joven peligrosamente enferma”, próxima a casarse y con “igualdad de circunstancias” a Maríen, lo suficiente como para que se proyecte en ella. Esta joven cobrará la forma de un doble romántico, un doble ominoso, que cumplirá la función de un anticipo de su muerte: “… he tenido un pensamiento aterrador: me he dicho que yo también estoy enferma, que yo también puedo morir; que si ella no se salva, yo tampoco” (331). En efecto, es mínima la distancia temporal que divide a ambas muertes, pues la de la joven produce en Marién, al enterarse, un efecto desgarrador que la debilita vorazmente hasta concluir con su vida.

La enfermedad de Marién aparece como un punto raro en la literatura latinoamericana de la época. La manera en que La peregrinación de Bayoán la articula y desarrolla no guarda relación con aquellas enfermedades que interesaban a los escritores puertorriqueños de la época, relacionadas mayormente con la mujer campesina, como se puede apreciar en los trabajos de Salvador Brau y Francisco del Valle Atiles [8]. Se distancia, además, de otras muertes que siguen el curso de una enfermedad diagnosticada. La manera precipitada en que ocurre su fallecimiento solo se asemeja a la muerte de dos personajes de la novela dominicana Enriquillo de Manuel de Jesús Galván: Higuemota, madre de Mencía, fallece debido a la exaltación y felicidad que le causa ver a Enriquillo después de varios años de distancia; María del Cuellar, obligada a casarse con Diego de Velázquez, muere pocos días después de su matrimonio, por una enfermedad nunca descrita y producto de su tristeza. Estos casos, sin embargo, arrojan poca luz respecto a la enfermedad de Marién.

En una novela como La peregrinación de Bayoán, en pugna constante con la estética romántica, resulta curioso un elemento como lo es la enfermedad de Marién, tan ligado a esta corriente literaria. Su razón de ser y su inicio permanecen inciertos, al igual que la identidad de la enfermedad en sí. Queda claro, sin embargo, que ella afecta tanto al cuerpo como a la mente de Marién. La relación que guarda con los deseos sexuales de Maríen falta por estudiarse con profundidad. Por último, la muerte precipitada de Marién, explicada a través de las emociones y no de las ciencias, sirve de abono para las lecturas alegóricas de La peregrinación de Bayoán, que comienzan con la propia clave de lectura que el autor inserta en la segunda edición de la novela del 1873 y que no cesan de hacerse en nuestros días. Queda mucho – por no decir todo – que investigar respecto a la enfermedad de Marién, y más todavía sobre ella. Quizás sirvan estos apuntes para estimular un ensayo más detenido al respecto.

Notas

[1] “… Marién es un complemento para el héroe romántico sin alcanzar a ser por sí misma un individuo con la capacidad para modificar el devenir histórico” (Guerra Cunningham 19); “El personaje de Marién es probablemente el más prototípico de la novela de Hostos, y es más que tentadora la posibilidad de ver su utilización simplemente como un lugar común en la representación de un personaje femenino, que el autor puertorriqueño desarrolla dentro de los límites que le permite la convención literaria del momento” (Rosa 78–79).

[2] Conocemos solo de tres estudios que le dedican parte de su espacio al análisis del personaje: el comienzo de “Feminismo e ideología liberal en el pensamiento de Eugenio María de Hostos” de Lucía Guerra Cunningham; la quinta parte de Hostos novelista. Estética y psicología en La peregrinación de Bayoán de Ernesto Álvarez; y el segundo capítulo de Los fantasmas de la razón. Una lectura material de Hostos de Richard Rosa.

[3] Algunas de las alegorías más interesantes se encuentran en: “El discurso liberal de Tapia y Rivera, Hostos y Zeno Gandía”, de Luis Felipe Díaz; y los últimos dos acápites del segundo capítulo de Los fantasmas de la razón. Una lectura material de Hostos de Richard Rosa.

[4] La fiebre cerebral es sin duda la más olvidada de estas tres enfermedades. Entre las novelas con personajes que contraen o son diagnosticados con esta enfermedad y que son previas a La peregrinación de Bayoán podemos destacar: Wuthering Heights de Emily Brontë (1847); Madame Bovary de Gustave Flaubert (1856); y Great Expectations de Charles Dickens (1860). Todas son obras fundamentales del siglo XIX, por lo que no se podrá ver como un fenómeno menor la posibilidad de movilizar los síntomas y las teorías de la fiebre cerebral en la novela de Hostos. Ver al respecto el ensayo de Audrey Petersen “Brain Fever in Nineteenth–Century Literature: Fact and Fiction”.

[5] Guerra Cunningham piensa que la enfermedad de Marién se debe a la separación de los amantes (19). Rosa, por otro lado, y erróneamente, entiende que la enfermedad de Marién ocurre durante el viaje trasatlántico, viaje que se hace, precisamente, para tratar de curar la enfermedad (82–83).

[6] María Gabriela Nouzeilles señala que es en el naturalismo en el que se visualiza ese giro hacia la profesionalización y a la institucionalización de la medicina. “Durante siglos la medicina fue considerada un arte interpretativo, no una ciencia, con un espectro limitado de recetas terapéuticas sin mucha garantías de cura. Después del siglo XVIII, con la sistematización del método experimental de Claude Bernard y el desarrollo de la bacteriología a partir de los descubrimientos de Pasteur, paulatinamente la medicina fue ganando credibilidad científica. La creación oficial de la carrera universitaria y el otorgamiento de títulos de habilitantes, la expansión acelerada de un aparato sanitario y el desarrollo planeado de secretarías de higiene pública, hospitales, asilos y laboratorios completaron la transformación y recolocación de la medicina dentro de la jerarquía de saberes de la modernidad” (Nouzeilles Ficciones somáticas 63).

[7] En este aspecto, La peregrinación de Bayoán se acerca a María de Jorge Isaacs, quizá la novela más influyente y popular del siglo XIX en la América Latina, publicada cuatro años después del texto hostosiano. Para una lectura (alegórica) sobre María y su enfermedad, ver: “María’s Disease: A National Novel (Con)Founded”, de Doris Sommer, en Foundational Fictions. The National Romances of Latin America.

[8] Ver, al respecto, el tercer capítulo de Subjects of Crisis: Race and Gender As Disease in Latin America, de Benigno Trigo, titulado “Anemia, Witches and Vampires”, que trata en detalle el problema de la enfermedad (real y metafórica) en la segunda mitad del siglo XIX en Puerto Rico.

Bibliografía

-Álvarez, Ernesto. Hostos novelista. Estética y psicología en La peregrinación de Bayóan. Río Piedras: Editorial EDIL, 2000.

-Díaz, Luis Felipe. “El discurso liberal de Tapia y Rivera, Hostos y Zeno Gandía”. La na(rra)ción en la literatura puertorriqueña. San Juan (Puerto Rico): 2008, 53–81.

-Guerra Cunningham, Lucía. “Feminismo e ideología liberal en el pensamiento de Eugenio María de Hostos”. Revista del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe (enero–junio 1991): 18–24.

-de Hostos, Eugenio María. La peregrinación de Bayoán. Diario recogido y publicado por Eugenio María Hostos. Obras Completas (Edición Crítica). Ed. Julio César López, Vivian Quiles Calderín, Pedro Álvarez Ramos. San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1988.

-Nouzeilles, María Gabriela. Ficciones somáticas. Naturalismo, nacionalismo y políticas médicas del cuerpo. (Argentina 1880–1910). Rosario, Argentina: Beatriz Viterbo, 2000.

-Petersen, Audrey. “Brain Fever in Nineteenth–Century Literature: Fact and Fiction”. Victorian Studies 19.4 (Jun 1976): 445–464.

-Rosa, Richard. Los fantasmas de la razón. Una lectura material de Hostos. San Juan (Puerto Rico): Editorial Isla Negra, 2003.

-Sontag, Susan. Sontag. Essays of the 1960s and 1970s. Nueva York: Library of America, 2013.

-Trigo, Benigno. Subjects of Crisis: Race and Gender As Disease in Latin America. Hanover, NH: University Press of New England, Wesleyan University Press, 2000.

Artículo anteriorAntes que O’Neill fueron otros
Artículo siguienteBrunilda García Ayala, baluarte de la cultura Patria