La invitación a la vida en medio de la muerte en The Room Next Door

 

Especial para En Rojo

 

“El sueño, el libertador, se comporta a menudo como verdugo, pero cuando más fuerte es la tortura, se presenta el despertar y reconcilia al sufriente con la realidad que, por muy siniestra que pueda ser, sin embargo, en ese instante, es un placer comparada con los dolorosos sueños.”

–August Strindberg, Prefacio a Comedia Onírica, traducido por Francisco J. Uriz

En Cries and Whispers (dir. Ingmar Bergman, Suecia, 1973), dos hermanas, Maria (Liv Ullman) y Karin (Ingrid Thulin), velan por su otra hermana, Agnes (Harriet Andersson), que se está muriendo de cáncer. Las tres viven emocionalmente aisladas por una compleja serie de conflictos familiares que las persiguen como murmullos (whispers del título) mientras su pasado doloroso se hace físico en los llantos (cries) y quejidos de Agnes. Sin embargo, esta conexión por un pasado traumático se torna en un aislamiento entre las hermanas que tan solo Anna (Kari Sylwan), una sirvienta joven que ha trabajado en la casa por muchos años, puede romper con sus expresiones de amor y atención hacia Agnes. El exterior de la casa es apacible, gris y siempre sumido en neblina, reflejando cómo lo onírico difumina el mundo que rodea a las hermanas. Pero el interior de la vivienda resalta el intenso color rojo de telón de escenario, resaltando la teatralidad en una historia de cuatro mujeres que interactúan en un cuarto en sangre viva. En ese espacio donde se espera la muerte, el tiempo pasa como un sueño y la realidad se confunde. La ordalía concluye con un recuerdo que Anna descubre en un diario de Agnes donde las tres hermanas ríen juntas en un columpio mientras la sirvienta joven las mece. ¿Es este momento feliz el fragmento del pasado de Agnes o un sueño que ella anotó en su diario? Quizás el cáncer es la pesadilla de la cual Agnes se despierta para ir al columpio con sus hermanas.

La realidad en el cine de Bergman se comporta de formas únicas que asociamos con lo onírico. En otra película que también cuenta una historia sobre mujeres, Persona (dir. Ingmar Bergman, Suecia, 1967), Elisabet (Liv Ullman) es una actriz de teatro que, debido a un trauma con la realidad, ha cesado de hablar. Ella viaja a una casa aislada en la costa donde permanece con una enfermera, Alma (Bibi Andersson), para descansar y quizás salir de su trauma existencial. La taciturna Elisabet y la expresiva Alma desarrollan una relación en la cual la una gradualmente se confunde en la otra. Estos espacios dominados por mujeres fuertes con profundidades emocionales nos enfrentan a nuestros miedos, a la muerte y a las experiencias que nos unen. Bergman entiende que el cine es una máquina generadora de sueños y la manera en la que capta la realidad de sus personajes devela sus delicadas vidas interiores. En su más reciente película, The Room Next Door (España, EE.UU. y Francia; 2024), Pedro Almodóvar demuestra la influencia de Bergman al contar una historia sobre dos mujeres, Ingrid (Julianne Moore) y Martha (Tilda Swinton), que se van a una lujosa casa de campo a esperar la muerte.

En The Room Next Door, Martha es una corresponsal de guerra que, después de haber puesto su vida en riesgo tantas veces, desarrolla cáncer terminal. La potencia emocional que Martha asocia con la supervivencia en un campo de guerra se torna en una exploración de su pasado y en una intensa experimentación de cada detalle que la rodea. Por otro lado, Ingrid es una escritora que ha conocido a Martha por muchos años. Por eso ella decide acompañar a su amiga por un mes para así despedirse de la vida. Ingrid lucha por mantenerse en control de sus emociones frente al miedo y a la incertidumbre de lo que está por venir. En esa casa en la campiña donde Martha espera morir, Ingrid hace lo posible por apoyar a su amiga mientras esta se debilita cada vez más.

The Room Next Door es otra maravilla de Almodóvar. Como en su película autobiográfica, Dolor y gloria (España y Francia, 2019), donde el director explora los dolores físicos y los recuerdos que nos invaden a medida que envejecemos, el director examina los cambios que enfrentamos a medida que se nos termina la vitalidad de la juventud. En The Room Next Door, Almodóvar pasa a la etapa final en la vida de su protagonista para revelarnos la fuerza tan agradable como tan dolorosa del recuerdo. Para Martha, solo queda habitar su lugar en el mundo, gozar la comodidad del suelo húmedo del bosque, recordar el apetito sexual de dos hombres que se amaron en una zona de guerra y resignarse a que su hija siempre la considerará una extraña. Almodóvar sitúa su historia en un Nueva York de tarjetas del tren, de nieve por la ventana y de maravillosos jardines urbanos. Los mundos neoyorquinos de Martha e Ingrid ostentan privilegio y brillan con los típicos colores saturados de la España del cine de Almodóvar. Sin embargo, el director desnuda sus personajes de su comodidad al enfrentarlas a la enfermedad y a la acechante muerte.

Así como Martha sonríe por la ternura del recuerdo, como esa memoria de las tres hermanas meciéndose en un columpio en Cries and Whispers, y la manera en que Almodóvar nos demuestra visualmente la compenetración entre Martha e Ingrid, que recuerda la fusión visual de Elisabet y Alma en Persona, The Room Next Door es otra joya del maestro español. No quiero restarles impacto a las poderosas actuaciones de Moore y Swinton, que por sus proporciones monumentales deben de ver en la pantalla grande de Fine Arts Cinema. Pero no dejo de coquetear con el gozo que sentiría si la historia hubiese sido contada con Carmen Maura y Marisa Paredes, que se nos fue de sopetón hace unas semanas. Ese sueño fantástico me lo quedo, porque la realidad nos ha dado otra gloria de Almodóvar.

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