– Adam Zagajewski (versión de Pablo Figueroa Cordero, traducido del polaco)
En ciudades extranjeras vinimos al mundo,
las llamamos patria, aunque no es permitido
admirar por mucho tiempo sus muros y torres.
Andamos de este a oeste
y frente a nosotros se mueve un gran aro de sol ardiente,
a través del cual, ligero, como en un circo,
salta un león domesticado.
En ciudades extranjeras
observamos las obras de los antiguos maestros
y sin sorpresa
reconocemos nuestros propios rostros en viejas pinturas.
Existíamos ya antes
e incluso conocíamos el sufrimiento,
sólo nos faltaban las palabras.
En la iglesia ortodoxa de París, l
os últimos rusos blancos y canosos
le rezan a un Dios,
el cual es más joven que ellos por siglos
y tan indefenso como ellos.
En ciudades extranjeras permaneceremos,
como árboles, como piedras.