La mancha de plátano en York

 

Iván Pérez

1. Hoy los pájaros se levantaron cantando más fuerte de lo acostumbrado.

Por un momento pensé que era para llamar la atención de Maricarmen  ya que no hay alpiste en los comederos. Sin embargo, no era esa la razón.. Y no se por qué recordé el video que vi  ayer en FaceBook donde los alumnos y ex alumnos, maestros y empleados cantaban por última vez el himno del Colegio Espíritu Santo. Me llamó mucho la atención que no escogieron el patio, ni el moderno gimnasio para cantar. Cantaban desde la calle.

2. Los primeros rayos llegan del este, y el sol acaricia las flores. Mientras camino por el jardín veo que los Iris empiezan a perder sus flores, pero no me causa pena, pues solo termina ese ciclo en sus vidas. Las flores volverán.  El canto de las aves se eleva y me doy cuenta del problem: cuatro cuervos se posaron en el arce de mi vecina, demasiado cerca para el gusto de los sinsontes que anidan en una de las rosas.

3. «Colegio Espíritu Santo,

Alma Mater sin igual,

aurora de la enseñanza,

modelo del saber y del triunfar.

Colegio Espíritu Santo

eres flor de inspiración,

por eso te guardaremos

grabado en el rincón del corazón.»

Así dicen la primera y última estrofa del bello himno que compuso el ex alumno Franquie Jirau en 1956. Verlo cantando emocionado, en la calle frente a su Colegio cerrado fue conmovedor.

4. Ahora todos los pájaros cantan frenéticos. No es canción, es voz de alarma.

Los sinsontes salen ambos del nido, él se acomoda en el tope de mi chimenea, y ella sobre uno de los comederos, a unos diez pies del nido. ¡El peligro es real! El macho se lanza en caída libre, planea y pasa volando junto al comedero, ella lo sigue y como dos torpedos entran en el arce de mi vecina. Se desata un escarceo en el árbol. Logro ver algo entre las ramas. Los pájaros siguen entonando a todo volumen su frenética aria. De pronto cuatro cuervos salen volando despavoridos, él los persigue y los aleja a son de catimba. Ella, aunque yo sé que arde en deseos no lo sigue y regresa al nido.

Vuelve la tranquilidad al jardín.

Yo solo observo.

Las dalias empiezan a abrir sus capullos, y una mariposa revolotea las salvias.

  1. Un canto nace siempre del corazón. Unas para calmar el dolor, en otras para renovar la fe y la esperanza. Hay cantos que nos avisan, que son una voz de alarma, y también cantos de victoria tras la batalla sobre los cuervos comeojos que nos acechan. Pero siempre, siempre nace en el corazón. Solo escucha y verás.

El autor es un trabajador retirado de la AEE. Paisajista y músico, vive en York, Pensilvania.

Artículo anteriorLa mística liberadora de la Madre Tierra
Artículo siguienteLas máscaras ibéricas pre-cristianas, parte III