Las maravillas de un avestruz, una explosión, una caída, un niño perdido y cinco penes: los cortos animados nominados para el Óscar del 2023

 

 

Especial para En Rojo

 Los cortos animados nominados para el Óscar este año demuestran una diversidad temática que va desde el despertar al primer amor y el descubrimiento de un sentido único de familia, hasta las maneras en que experimentamos la realidad y las contradicciones de nuestra existencia. Cada corto es una joya estilística digna de ser vista en la pantalla grande. Fui al cine sin saber qué iba a ver y cada película me embarcó en un viaje a otras dimensiones que tan solo reflejan nuestras propias vivencias. Si tienen la oportunidad, corran al cine para ver estas cinco joyas donde un avestruz cuestiona nuestra realidad, un marinero vuela por los cielos, un padre y un hijo brincan al vacío, un niño redefine el concepto de familia y una adolescente espera con ansias su primera experiencia sexual.

En An Ostrich Told Me the World Is Fake and I Think I Believe It (dir. Lachlan Pendragon, Australia), un hombre vive la rutina mecánica de vender tostadoras por teléfono día tras día. Sin embargo, él comienza a notar ciertos detalles que le resquebrajarán su realidad. El corto sigue la línea de The Matrix (dirs. Lana y Lilly Wachowski, EEUU y Australia, 1999), pero desafía la oscuridad de su visión por el estilo de animación que utiliza. El director usa una animación que imita la plasticina para crear personajes bufonescos que cuestionan la seriedad de nuestra existencia. Sin embargo, el corto no le resta seriedad al desconcierto y al terror de un personaje consciente de ser una figura animada. Pendragon demuestra que el nihilismo puede ser cómico, aun cuando uno es una figura de plasticina más entre muchas otras. Tan solo cambiamos partes de nuestra cara para demostrar alguna expresión que ya ha sido diseñada por los creadores de la película. El avestruz no le enseña artes marciales al protagonista, pero le da una dosis letal de píldoras rojas. El oscuro despertar del protagonista contrasta la contemplación de toda una vida durante el vuelo de un marinero.

En The Flying Sailor (dirs. Amanda Forbis y Wendy Tilby, Canadá), un marinero pasea y fuma tranquilamente en un puerto cuando una explosión lo impulsa hacia el cielo. La historia es basada en un caso verídico del 1917 donde un marinero sobrevivió el aparatoso accidente en el puerto de Halifax. El corto se enfoca en esos segundos en los que el marinero vuela por el aire. El personaje revive los pequeños momentos que forman toda su vida. Durante los siete minutos del corto, Forbis y Tilby nos arrojan a la vertiginosa experiencia de una vida que aparenta comenzar y culminar de la misma manera. La película que graba nuestra mirada a través de nuestra existencia tan solo dura los minutos en los que el marinero vuela por las nubes. Diferente al vuelo del marinero, el brinco al vacío del próximo corto se torna en una expresión de amor entre un paracaidista y su hijo.

En Ice Merchants (dir. João Gonzalez; Portugal, Reino Unido y Francia), un padre y su hijo viven en una casa pegada a un acantilado en una alta montaña cubierta de nieve. El padre produce hielo mientras su hijo se columpia sin importarle la altura. Cuando su producto está preparado, el padre lo mete en una caja y brinca en paracaídas con el niño agarrado al pecho para vender el hielo en el pueblo al pie de las montañas. La intimidad de ese salto en el cual padre e hijo se agarran del uno al otro y se miran sonrientes no se puede interrumpir ni siquiera cuando ambos pierden sus gorros durante la caída. Gonzalez nos demuestra las consecuencias del calentamiento global en una familia cuya seguridad depende de la temperatura bajo cero. Tanto como en Ice Merchants, el próximo corto nos enseña que siempre habrá un hogar hasta en las regiones más inhóspitas.

En The Boy, the Mole, the Fox and the Horse (dirs. Peter Baynton y Charlie Mackesy, Reino Unido), un niño perdido busca su hogar. En su travesía, conoce un topo, un zorro y un caballo blanco que lo ayudarán a sobrevivir. Aunque no sabemos por qué el niño está perdido, su desesperación por encontrar su hogar demuestra que alguien lo debe estar esperando. No obstante, su búsqueda lo lleva a encontrar una familia amorosa donde menos se lo imagina. Baynton y Mackesy usan un estilo de animación similar al The Jungle Book (dir. Wolfgang Reitherman, EEUU, 1967) y Winnie the Pooh (dirs. John Lounsbery y Wolfgang Reitherman, entre otros; EEUU, 1977) para profundizar en cómo se forma una familia entre seres que están dispuestos a apoyarse. A diferencia del niño de este corto que busca su familia, la joven protagonista del próximo transita un desierto urbano rodeado de adolescentes en busca de una experiencia sexual idealizada.

My Year of Dicks (dir. Sara Gunnarsdóttir, EEUU) está dividido en cinco capítulos. En cada uno, la protagonista busca perder su virginidad con diferentes jóvenes que van desde un skater con ínfulas de vampiro hasta un ujier que alardea de su cultura de cine. La historia es una adaptación de las memorias de Pamela Ribon y sus experiencias como una joven de quince años en Houston a principio de la década de los 90. Gunnarsdóttir combina escenas en vivo y animación sicodélica para captar las frustraciones de la protagonista en un mundo donde los hombres jóvenes tan solo les interesa el sexo. A pesar de que su título es el terror de cualquier padre conservador, este corto debe ser visto por todo adolescente.

La competencia de este año es muy reñida. Me gustaría que ganara My Year of Dicks por su animación influida por el arte de los comics underground, una estética que también define uno de mis largometrajes favoritos del 2022, Funny Pages (dir. Owen Kline, EEUU, 2022). Sin embargo, estoy casi seguro que The Boy, the Mole, the Fox and the Horse se llevará el Óscar. La película no solo cuenta con las voces de Idris Elba y Gabriel Byrne, actores de carreras sumamente reconocidas; sino que su historia también refleja una inocencia infantil que usualmente enamora a los miembros de la Academia.

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