Las religiones y un nuevo tiempo de paz

Esa semana comienza por una buena coincidencia. Este lunes, 10, se celebra la fiesta del año nuevo judaíco (5778) y el martes, los musulmanes conmemoran el año nuevo islámico (1440). Dos religiones que vienen de la tradición abrahámica celebran la esperanza de un tiempo nuevo de paz y justicia, en medio de los conflictos que dividen judíos y a el mundo árabe. Esa división no es por la fe y no existiría si no fuera la interferencia de los imperios del Occidente que ponen unos en contra otros para dominar la región. Los intereses económicos norteamericanos y el deseo de controlar el petróleo son para ellos más importantes que la vida de las personas y la paz entre los pueblos.

En septiembre, la Organización de Naciones Unidas (ONU) hace siempre su Asamblea General y intenta ahora involucrar los representantes religiosos en el esfuerzo para construir la paz. En la historia, muchas veces, las religiones han fomentado pretextos para las guerras. Muchos crímenes se han cometido en nombre de Dios. Para posibilitar la paz, las religiones deben profundizar su forma de hablar de Dios. Si Dios es Padre, no puede dividir seres humanos en creyentes y no creyentes y menos aún ser amigo de sus amigos y enemigo de aquellos que no se acercan de El.

Gracias a Dios, líderes espirituales como el Dalai Lama, el papa Francisco, el obispo Desmond Tutu y otros dan testimonio de que si Dios existe, solo puede ser Amor. En el pasado reciente, papas como Juan XXIII, pastores como Martin-Luther King, o el obispo Oscar Arnulfo Romero y algunos de nuestros obispos y pastores han contribuído mucho para comprender la religión como instrumento de paz y amor. Ellos se han inspirado en sus tradiciones espirituales para luchar en contra del racismo y predicar la no violencia. Así han aportado una buena colaboración a un mundo de paz.

Desgraciadamente, no siempre esa cultura de paz llega hasta las comunidades y grupos de base. Actualmente en América Latina y el Caribe, los grandes medios de comunicación de masa fomentan una cultura de intolerancia y violencia que no permite la convivencia ni el diálogo con lo diferente. Gracias a Dios, a través del arte y de una cultura más comunitaria, los pueblos originarios y grupos afrodescendientes dan un bueno ejemplo de respecto à las diferencias y de confianza en un futuro de paz y de justicia. Los zapatistas del sur de México dicen: “Somos un ejército de soñadores. Por eso, somos invencibles”.

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