Los aciertos de la huelga sistémica de la UPR

Por Gabriela Ortiz Díaz/CLARIDAD

Muchas fueron las noticias que resultaban día tras día del proceso huelgario de la Universidad de Puerto Rico (UPR): marchas, arrestos, denuncias, vistas judiciales, recortes, propuestas, más recortes, renuncias, piquetes, encontronazos por ideologías políticas… ¿Qué logros se obtuvieron luego de esos dos meses de paralización? La respuesta dependerá del ángulo desde el cual se analice esta huelga.

De lo que sí podemos estar seguras y seguros es de que se supo que hay un sector de la juventud puertorriqueña que está indignado por los grandes retos que vive su generación y el país completo. Mientras lucharon –y continuarán haciéndolo– por la Universidad y por Puerto Rico, estos(as) jóvenes visibilizaron la urgencia de repudiar las medidas de austeridad que le imponen al pueblo.

Los recintos de Río Piedras y Humacao de la UPR fueron los últimos en culminar el proceso de huelga iniciado el 6 de abril tras la decisión que tomó el estudiantado en la histórica Asamblea Nacional de Estudiantes.

Una vez finalizada la paralización, de la que en determinado momento participaron 10 de los 11 recintos, han sido muchas y variadas las apreciaciones sobre este proceso. Por un lado, hay quienes pensaron que cerrar los portones de los recintos era el método correcto para ejercer presión y combatir la austeridad que la Junta de Control Fiscal (JCF) y el gobierno actual han impuesto sobre la UPR y el país. Por el otro, hay personas que conforme iban pasando los días se reafirmaban en la idea de que abrir los portones de los recintos aseguraba la conservación de una UPR pública y accesible.

A pesar de esa controversia, los reclamos principales del movimiento estudiantil que dieron con la huelga a portones cerrados fueron: que no se recortara el presupuesto de la UPR –al día de hoy las cifras de recortes siguen siendo de $512 millones para el 2026 y $202 millones para el próximo año académico 2017-2018–, que no se alzaran los costos de matrícula, que se realizara una auditoría a la deuda pública del país, que se creara una reforma universitaria desde la misma comunidad del sistema UPR.

Ante esas exigencias del estudiantado, cabe destacar algunos aciertos de la huelga recogidos en la moción “para evolucionar la lucha” que leyó el Movimiento Estudiantil (ME) de Río Piedras en la quinta Asamblea General de Estudiantes que hizo este recinto: el Comité Negociador del ME redactó cinco propuestas para allegar fondos a la UPR (esas propuestas se convirtieron en Proyectos de Ley tras la aprobación de algunos senadores); los y las estudiantes lograron reunirse con la JCF, la cual catalogó la UPR como “un servicio esencial”; los estudiantes en lucha iniciaron una ardua jornada de concientización social y económica que resultó en difundir la importancia de auditar la deuda, en movilizar a miles y miles de puertorriqueños al Paro Nacional del 1ero de mayo, y en la articulación de un comité de auditoría ciudadana de la deuda.

Además, durante ese periodo de paralización del calendario académico, los y las estudiantes organizaron un sinnúmero de otros comités, conversatorios, manifestaciones sociales y culturales que sirvieron de enlace entre la Universidad y el país, y que demostraron que la educación superior también se adquiere fuera de los salones de clase.

Se logró, igualmente, la aprobación por parte de la Junta Universitaria (compuesta por rectores y rectoras), el Senado Académico y algunos miembros de la Junta de Gobierno de ocho preacuerdos que estableció el ME, entre los que se encontraban: una moratoria al alza en los costos de matrícula –lo que se logró aplazar al menos por un año– y a la eliminación de exenciones durante el año académico 2017-2018, además, no sancionar a los estudiantes que han participado de la huelga.

En definitiva, si bien es cierto que el fin de la huelga no trajo certeza para celebrar el logro total y firme de alguno de los reclamos principales del estudiantado, también es cierto que los estudiantes alcanzaron un alto nivel de organización –que integró otros sectores de la comunidad universitaria y de la sociedad civil– y de creación de propuestas, cuyos frutos se recogerán en poco tiempo, según piensan algunos de los huelguistas.

Otros de los estudiantes que estuvieron activos en el proceso piensan que en vez de comenzar a levantar la huelga por recintos se debió esperar un poco más, por lo menos hasta que hubiera garantía con los preacuerdos. Según esos estudiantes, la huelga era el único mecanismo para continuar presionando al Gobierno sobre las negociaciones que se estaban dando. Por el contrario, otros y otras huelguistas coinciden en que con el pasar de los días, se comenzaron a quedar solos en el proceso huelgario, lo que obligó a redirigir la lucha.

Con esa disyuntiva de fondo, todos los recintos de la UPR han reiniciado el semestre académico y el Movimiento Estudiantil ha decidido “evolucionar la lucha”, haciendo la salvedad de que continuarán las labores que han ejercido hasta el presente e instando siempre a toda la comunidad universitaria a sumarse a la causa para defender la educación superior pública.

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