En Rojo
Cuando era estudiante universitario logré conseguir una edición muy vieja de El Huracán. Su mitologia y sus símbolos (Fondo de Cultura Económica. México, 1947) de Fernando Ortiz. Eran casi 700 páginas y decenas de ilustraciones y fotos. El estudioso cubano interpretaba con erudición y creatividad petroglifos, pinturas y esculturas halladas en Cuba.
Ortiz interpretaba el signo del huracán en otros pueblos americanos como parte de una obsesión primitiva con respecto a la fuerza del viento. De ahí, nos llevaba desde la idea representada de la rotación en un dibujo cubano, compuesto de una cabeza con dos brazos, uno doblado sobre dicha cabeza y el otro por debajo, hasta espirales, sigmas, diskeles, triskeles, svásticas, y hasta figuras de animales y hombres con esta misma idea de rotación. La acumulación de ejemplos convierte el texto, para mí, en una fuente inagotable de sugerencias para la creación.
Ahora que el enorme huracán Milton se acerca a Florida, donde vive mi hija mayor, Laura, y cientos de miles de puertorriqueños, recuerdo ese libro. Ortiz veía los huracanes como manifestaciones de la fuerza de la naturaleza, que pueden ser a la vez destructivas y creativas. Estos fenómenos pueden causar devastación, pero también son parte del ciclo natural que moldea el paisaje caribeño. ¿Cómo transformará el paisaje de Florida, ese territorio habitado por emigrantes haitianos, cubanos, boricuas, venezolanos, nicaragüenses y modelados con una idea de parque temático e ideológico? ¿Cómo esa experiencia con dos huracanes en par de semanas va a influir en esa expansiva cultura caribeña, desde la música hasta la literatura? ¿Se convertirá, como en Puerto Rico, en símbolo de resistencia y adaptación y en forma de vida para académicos latinos?
Aprendí con Ortiz -con ese libro- ha considerar que la vivencia de los huracanes forma parte de la identidad caribeña, reflejando la capacidad de las comunidades para enfrentar adversidades y encontrar belleza en medio del caos. Nuestro poetas -siempre recuerdo a Palés, pero son varios en todo el Caribe- también incorporaron elementos míticos y simbólicos relacionados con los huracanes, entendiendo su importancia en la cosmovisión de nuestros pueblos. Sin embargo, con el cambio climático, la explotación de los recursos naturales y la gentrificación bestial de la costa con la violación constante de leyes ambientales por parte de intereses del capital en contubernio con el estado, las consecuencias materiales que deja ese “fenómeno de agua y viento” sobrepasan la imaginación, el mito y la poesía. Es un desastre magnificado por la un sistema que envilece el carácter y empobrece el entorno vital. Eso no se nos olvida. Juracán es un dios que se fortalece porque lo alimenta la codicia.