Mirada al País:La rabia razonada

 

Especial para CLARIDAD

Escribo estas líneas con la rabia que comparte todo Puerto Rico ante los recientes asesinatos de Keishla Rodríguez Ortiz y Andrea Ruiz Costas. Dos eslabones más en la larga cadena de violencia contra las mujeres en Puerto Rico. No es momento de palabras, ni proclamas, ni lamentaciones vacías a los que tantos políticos nos tienen tan acostumbrados. Es momento de acción y de estar alertas ante la manipulación y las falsas soluciones. Estos hechos nos colocan ante varias realidades que, a falta de mejores nombres, hemos llamado la hipocresía de la derecha, las inconsistencias de los neutrales o del centro y el oportunismo del poder, o, más concretamente, de los federales.

La hipocresía de la derecha la conocemos. Es la hipocresía de los que dicen que rechazan la violencia contra las mujeres, pero se oponen a la educación con perspectiva de género. Dicen que se oponen al odio, pero no quieren prohibir las terapias de conversión. Dicen que hay que rechazar la violencia, pero contra todos, sin «privilegiar» a las mujeres. Dicen que rechazan la violencia, pero van al tribunal para invalidar un estado de emergencia que pretende atenderla. Su mejor ejemplo es la política del partido Proyecto Dignidad y su delegación legislativa. La posición es clara: decir que se rechaza la violencia contra las mujeres y hacer todo lo que se pueda por bloquear toda acción que pretenda atenderla. Y es una posición hipócrita pues, aunque dicen lo contrario, en realidad piensan que el problema no existe, que es un invento de las feministas, que es un invento para imponer la perspectiva de género, que es un invento para acabar con la libertad religiosa, que es un invento para que el estado controle nuestras ideas. Que nuestra indignación no deje de señalar a estas posiciones, que se convierten en cómplices de la violencia que dicen rechazar.

Las inconsistencias del centro no son menos indignantes. Estos y estas son los que dicen, estoy contra la violencia, pero no soy feminista. Dicen: cada grupo tiene su punto de vista, y hay que respetarlo. Son expertos en evadir el punto, en no comprometerse. Quieren estar bien con todos. Dicen: estoy contra el machismo, pero quizás no hay que hablar de perspectiva de género, podemos hablar de derechos humanos. Dicen: estoy contra las terapias de conversión, pero hay que entender que el tema es complejo. Y siguen: creo en los derechos de la mujer, pero no es el momento de levantar el tema de la falta de servicios de terminación de embarazos. En su deseo de estar bien con todos, de no querer comprometerse, acaban por casi caer en la hipocresía de la derecha. No son iguales, pues los del centro saben que hay un problema, y les preocupa, pero más les preocupa perder los votos de la derecha o quedar retratados o retratadas como feministas o radicales.

El oportunismo de los federales entra por vía de la pena de muerte. Desde hace más de veinte años los fiscales federales han tratado de imponer la pena de muerte en Puerto Rico. Hasta ahora no han podido. Esta es una intención infame. La pena de muerte nada resuelve. No restaura vidas. No cambia comportamientos. No repara daños. Tan solo añade una violencia más a las que ya sufrimos. Tenemos que rechazar a los asesinos y por eso mismo no podemos imitarlos. Es una práctica que Puerto Rico tiene el mérito de haber abolido en 1929 (luego de una larga lucha abolicionista) y de haberla prohibido constitucionalmente. Y el gobierno federal quiere reimponerla. Ahora pretenden usar la indignación ante el asesinato de Keishla Rodríguez para lograrlo. Es su gran oportunidad. Ya están desviando la atención: hasta el domingo estaba el país debatiendo el problema de la violencia contra las mujeres, ahora nos tienen debatiendo sobre la pena de muerte.

Demás está decir que aquí también se plantea nuestro problema colonial. Tenemos una constitución que para mérito suyo y nuestro prohíbe explícitamente la pena de muerte, pero a los federales poco les importa. Sabemos que tienen el poder de ir por encima de la constitución del ELA. Pero al menos debieran tener respeto a la voluntad del país, pero ni eso.

Así que tenemos una agenda ardua pero irrenunciable. A la derecha hipócrita hay que denunciarla y combatirla, como cómplice de la violencia que queremos abolir. Al centro inconsistente hay que plantearle que ya no hay espacio para las vacilaciones. Piérdanle el miedo al feminismo. El país está cansado de resoluciones vacías y lamentaciones emotivas y llamados al consenso por el bien de todos. A los legisladores y legisladores, actúen: aprueben las medidas que ya están radicadas para enfrentar el feminicidio y el transfeminicidio, para combatir el acoso callejero, para prohibir las terapias de conversión, para convertir en ley la educación con perspectiva de género y otras medidas contra la violencia, entre otras.  Queremos y necesitamos acción, no discursos que vayan en busca de aplausos fáciles.

A los federales digámosle claramente: rechazamos la violencia contra las mujeres, repudiamos a los asesinos y rechazamos por lo mismo su pena de muerte. No permitiremos que ustedes nos regresen a un pasado que ya superamos. En todo caso ustedes debieran imitarnos, aboliendo esa reliquia de la barbarie.

En estos momentos tan difíciles para nuestro país reafirmamos nuestro compromiso con esta agenda, dentro y fuera de la legislatura.

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