La fuente que he identificado como “Subject: Pedro Albizu Campos revela al investigador las claves de la representación elaborada por los agentes federales en torno a la figura pública aludida y su concepción del nacionalismo en el marco de la “acción inmediata”.[1] La lectura que sugiero de este tipo de documentos, para que sea eficaz, dependerá de técnicas propias de la historia cultural. Lo que pretendo en precisar los recursos invertidos por el emisor como traductor del poder, en la construcción del “sujeto subversivo”. La revisión de la retórica de discursos de la vigilancia y la represión así como los de las carpetas de subversivos, ilustran sobre el foco de interés de las fuerzas represivas a la hora de construir un perfil concreto y aclaran la intencionalidad de la mirada policiaca. Para el historiador profesional estos recursos pueden ser útiles a la hora de establecer el éxito o el fracaso de la vigilancia.
He hecho un ejercicio análogo a la luz de la representación de Segundo Ruiz Belvis y Ramón E. Betances Alacán en el contexto de la Insurrección de Lares de 1868 emitida por una voz autorizada del integrismo español: el periodista José Pérez Moris.[2] En ambos extremos, 1872 y 1936, los señalamientos legales y jurídicos sobre el “sujeto subversivo” se mezclaron con reparos ideológicos morales e invectivas de cuestionable legitimidad que reflejaban los valores del poder, con el único fin de animar la condena colectiva a las voces de la resistencia. En el proceso se intentaba dejar claro que la mirada policiaca traducía de manera fiel y objetiva la opinión dominante en el entorno colonial.
El hecho de que el expediente aludido contenga documentos producidos y/o recopilados entre el 15 de enero y el 8 de febrero de 1936 es de suma relevancia dado que ratifica la estrecha colaboración de aquella agencia federal con el Gran Jurado organizado en San Juan con el propósito de frenar la labor militante del Partido Nacionalista de cara a las elecciones de 1936. No sólo eso. El Informe del Gran Jurado fue publicado en el periódico El Mundo el 6 de abril de 1936, una empresa con cuyos directivos, José Coll y Vidal y Ángel Ramos, Albizu Campos tuvo problemas en 1931 y cuya línea editorial simpatizaba con el falangismo español. Las convergencias retóricas entre una y otra fuente son indudables. En cierto modo, aquel conjunto de textos ayudó a dar una forma definitiva a los recopilados entre 1927 y 1936 aludidos en un artículo anterior. La razia contra el nacionalismo no fue un cuestión del momento sino el resultado de un largo proceso elaborado desde una diversidad de frentes.
Para motivos de este trabajo voy a circunscribirme a 3 documentos del archivo:
- Primero, la carta fechada el 15 de enero de 1936 de Aaron Cecil Snyder (1907-1959), Procurador General de Puerto Rico dirigida a John Edgar Hoover (1895-1972), Director de FBI hasta su deceso. Snyder tuvo una larga historia de relaciones con Puerto Rico. Fungió como Juez Asociado del Tribunal Supremo entre 1943 y 1953, puesto al que fue designado por el presidente Franklyn D. Roosevelt (PD); y como Juez Presidente del Tribunal Supremo del ELA entre 1953 y 1957 nombrado por Luis Muñoz Marín (PPD). La fidelidad de Snyder a la causa de los demócratas y los populares antes y después de 1952 no puede ser puesta en duda. Sus notables reservas con el nacionalismo traducían bien las preocupaciones del poder en la época.
- Segundo, el informe del Agente Especial, cuyo nombre ha sido tachado, al Director del FBI con fecha del 19 de febrero de 1936. La carta resume una pesquisa realizada entre los días 3 al 10 de febrero justificada bajo la presunción del delito de “inciting rebellion or insurrection”.
- Tercero, un resumen de los “hallazgos” del Agente Especial a Hoover fechada el 15 de marzo de 1936 en el cual pormenoriza su entrevista con Snyder, la orientación que este le dio y las actividades de los militantes personas del Partido Nacionalista con el fin de articular una rebelión o insurrección.
La retórica de las fuentes citadas está dominada por la voluntad de criminalizar el activismo nacionalista y destacar su intransigencia política. El juicio de los emisores sobre aquellos ya estaba hecho y maduro: las posibilidades de una negociación en buenos términos con el “sujeto subversivo” eran nulas. El asesinato de Elisha F. Riggs (1887-1936), jefe de la policía, egresado de la Universidad de Yale y uno de los herederos de la fortuna de Riggs & Company vinculada a las finanzas y los seguros; y la ejecución en un cartel de la policía del comando responsable del magnicidio, marcaron un giro radical.[3] Tanto Snyder como el Agente Especial escriben sobre la base de la “secretividad garantizada” del trámite, condición que no fue revisada hasta 1981 cuando los archivos se hicieron públicos luego de revisarlos y mutilarlos. En ese sentido, aparte de seco lenguaje profesional y burocrático que penetra las piezas, los emisores no se sentían compelidos a ocultar sus prejuicios e intenciones o a “dorar la píldora” a la hora de evaluar al “sujeto subversivo”. La situación es distinta a la de Pérez Moris cuando despotricaba contra Ruiz Belvis y Betances en el contexto de 1868: el español sabía que estaba produciendo un texto para el consumo público con la intención de resaltar la peligrosidad del separatismo, mientras el estado español pretendía devaluarlo y restarle relevancia, postura que a la larga se impuso. En general, los pliegos del FBI son documentos transparentes a la hora de comunicar la posición oficial y las preconcepciones del poder ante el fenómeno nacionalista.
Un hecho llama mi atención: me refiero a la centralidad y el protagonismo reconocido a Albizu Campos a lo largo de la colección, actitud que invisibiliza al liderato que le circunda. La jefatura que acompaña a Albizu Campos es ubicada a la sombra del caudillo a pesar de su notoriedad y de la autonomía que algunos mostraban respecto a las posturas de su jefe político. La tendencia de la historiografía y la biografía nacionalista ha sido la misma: el proceratismo y el caudillismo han marcado la interpretación a la vez que han alimentado la impresión de que el liderato de Albizu Campos no era cuestionado cuando, como se ha demostrado, las fisuras en su autoridad fueron comunes entre 1930 y 1938. Los procesos de 1936 no fueron la excepción: los medios de comunicación giraban sin freno alrededor del presidente del partido, alimentando un mito que todavía subsiste. Como se verá en otro artículo, la impresión de José Monserrate Toro Nazario en su “Carta a Irma” (1939)[4] es distinta. Para el abogado de San Germán, Albizu Campos una vez preso, se había convertido en la “víctima” de una camarilla que no traducía bien sus posturas políticas.
La carta de Snyder a Hoover (15 de enero de 1936)
En la larga nota se insiste en que se inicie una investigación formal en torno a Albizu Campos y su movimiento político sobre la base de la amenaza creciente que representaba el nacionalismo desde 1927. Los argumentos de Snyder corroboran que Albizu Campos llamó la atención de las autoridades coloniales desde el inicio de su viaje por El Caribe e Hispanoamérica. La campaña internacional lo convirtió en una figura peligrosa para las relaciones entre Estados Unidos y Puerto Rico.
La investigación se justifica sobre la base de una serie de consideraciones inmediatas. Una de ellas era el discurso de Maunabo en 1934 en el cual Albizu Campos criticó la educación de la universidad territorial y al estudiantado producto de aquella por su falta de virilidad y las confrontaciones derivadas de ello en la Universidad de Puerto Rico. Otra era la confrontación entre la Insular Police y un “comando nacionalista” en la conocida Masacre de Río Piedras derivada del primer evento. A ello se añadía el asesinato de Riggs. En el informe se asegura que la preocupación de las autoridades era que hubiese violencia de cara a las elecciones de noviembre de 1936.
Sobre la base de aquellos alegatos, solicita se envíe un “Special Agent” que hable español y tenga “the appearance of a Latin”, lo que le permitirá ganar la confianza de los adeptos al nacionalismo y/o pasar inadvertido ante ellos. La finalidad era facilitar la infiltración de aquel en las actividades nacionalistas sin que levantase sospechas. En términos generales, Snyder justifica la indagación sobre la base de información que es pública y que ha sido ampliamente difundida en los medios de comunicación: no parece conocer las intimidades del Partido Nacionalista.
El Informe del Agente Especial a Hoover (8 de febrero de 1936)
El documento resume el “general survey” realizado por el Agente Especial. El lenguaje trata de proyectar “confiabilidad” y “objetividad” en cada planteamiento: es un documento frío y profesional que aspira a la precisión. Su lectura, insisto, permite al historiador establecer qué buscaba el FBI en el “sujeto subversivo”. Este es devaluado y descrito en términos ofensivos y degradantes que ponen en duda su moral, su civilidad y, en consecuencia, la validez de sus propuestas ideológicas. La ironía puebla el lenguaje del informante. El Agente Especial llama la atención sobre sus “desajustes”: Albizu Campos es hijo ilegítimo de un comerciante español y una mujer negra que falleció al darlo a luz. Con ello pone en entredicho la moralidad de su origen social sobre la base de los valores cristianos. Albizu Campos reside en Aguas Buenas en un “palacio” que es una “granja”, acompañado de un “gabinete” y una “compañía de cadetes alegadamente armados” y se hace identificar como “Presidente de la República”. El retrato / caricatura siembra dudas sobre su conexión con la realidad o su estabilidad emocional. El argumento se usó en los mismos términos en el pliego del Gran Jurado de 1936 así como por los voceros del ELA en la década de 1950.
Prejuicios aparte, se evalúa el peligro real que representa el nacionalismo y los sectores que lo respaldan. Como se sabe, el “backbone” o espina dorsal del movimiento eran los estudiantes en especial los de la universidad pública: vigilar y reprimir el nacionalismo equivalía a vigilar y reprimir a los activistas de la universidad colonial. El argumento es razonable. El Partido Nacionalista había creado dos organizaciones juveniles, la Asociación Patriótica de Jóvenes Puertorriqueños (APJP en 1931) y la Federación Nacional de Estudiantes Puertorriqueños (FNEP en 1932), a esos fines. Se trataba de jóvenes educados que estaban en la edad militar que, como se sabe, fueron la base de los Cadetes de la República y del Ejército Libertador (1935-1936). El temor a la rebeldía de los más jóvenes y los más educados ha sido una regla en el seno de la universidad pública moderna por lo menos hasta el 2000.
De inmediato pasa revista acerca de las actividades ilícitas de la organización la cual, insiste, actúa como una mafia. Es importante destacar que en 1936 era más común asociar al Partido Nacionalista con la Cosa Nostra que con el fascismo. El pasado del FBI pesaba mucho en aquella actitud. Es probable que las afinidades de funcionarios como Blanton Winship (1869-1947) o empresarios como los de El Mundo con el autoritarismo fascista, incidiese en ello. Se alega que la organización dispone de una línea de tráfico de armas con contactos en Estados Unidos, España, Hispanoamérica y Cuba, país este último en el cual había trabado relaciones con el “ABC Cubano”, grupo fundado en 1931 experimentado en la confección de explosivos, activo en la conjura contra el dictador Gerardo Machado y Morales (1871-1939) del Partido Liberal y presidente de Cuba entre 1925 y 1933.[5] El “ABC Cubano” era una organización de tendencias anticomunistas, animada en sus inicios por intereses estadounidenses y dispuesta a la violencia, que resentían las políticas del machadato. Con el paso del tiempo la organización fue una de las claves para el ascenso al poder de Fulgencio Batista Zaldívar (1901-1973), presidente entre 1940 y 1944 en representación de la Coalición Socialista Democrática. Como se sabe, Juan Antonio Corretjer (1908-1985), sufrió prisión en el Castillo del Príncipe, La Habana en 1935 por su activismo en las luchas contra el machadato. El “agente nacionalista” que el FBI alega elaboró el contacto con “ABC Cubano” debe ser Corretjer, Secretario de la organización, Director del periódico “La Palabra” y coacusado en los procesos de 1936.
Para completar el cuadro, el Agente Especial, llama la atención sobre la peligrosidad del Partido Nacionalista y su manifiesto odio a los signos de poder estadounidenses en Puerto Rico. Un total de seis atentados explosivos a objetivos federales se adjudican a aquel partido, asunto que valdría la pena documentar en la prensa de la época. El emisor reconoce la capacidad de la organización para, incluso, infiltrar las estructuras del gobierno y las fuerzas armadas, y asegura que el Partido Nacionalista tiene agentes infiltrados en la Insular Police y la Guardia Nacional. La insurrección o rebelión que se quería evitar estallaría en noviembre de 1936.
La biografía moral de “sujeto subversivo” lo proyecta como un ingrato o malagradecido que, habiendo sido apoyado por el educador estadounidense Charles H. Terry durante su infancia y juventud en Ponce, traiciona la confianza de este y de las autoridades.[6] De acuerdo con el Agente Especial, Albizu Campos es un hombre lleno de resentimientos de índole racial causados por el hecho de que, durante la Gran Guerra (1914-1918), lo ubicaron en un “negro regiment” tanto en Estados Unidos como en Puerto Rico el 1917. El joven estudiante universitario y militar activo había solicitado infructuosamente que se le enviara al frente de combate, proceso para el cual solicitó una recomendación del alcalde republicano de San Juan, Roberto H. Todd.[7] Aquel resentimiento y la influencia de Eamon de Valera (1882-1975), favorecieron su transformación en un nacionalista agresivo desde 1921. La nota racista es obvia: Albizu Campos quiere ser reconocido como blanco, igual que todos los puertorriqueños, sin serlo. El informe trivializa su toma de conciencia política y la reduce a una “venganza”, a un acto “irracional” o a un “problema de personalidad”.
Al final del documento nos enteramos de que Albizu Campos era un hombre negro de 5 pies 10 pulgadas de estatura, unas 130 libras de peso[8], “very slender-alleged to be suffering from tuberculosis”, de complexión física “mulatto”, con cabello negro y ojos marrón que, por cierto, no poseía registro criminal alguno. Altamente educado, era un políglota, formado en ingeniería y derecho en las universidades de Vermont y Harvard, que poseía el rango de Teniente del Ejército de Estados Unidos. La paradoja me parece evidente: entre el genio y el loco la frontera era muy nebulosa.
La crónica del Agente Especial a Hoover (15 de marzo de 1936)
El texto asegura que todavía no se sabe en qué momento “the Grand Jury will set in this matter”. Había dudas respecto a si se procedería contra Albizu Campos el nacionalismo por medio del Gran Jurado o si se le acusaría por instigar el asesinato de Riggs, táctica que el gobernador Winship prefería. La narración ratifica que Winship había insistido a Snyder en involucrar a las autoridades federales en la pesquisa mientras conducía “a separate inquiry in this matter”. Añade que el funcionario había conseguido la cooperación de detectives puertorriqueños procedentes de Nueva York y Detroit “to be used in an undercover capacity” y tareas de infiltración. La preparación de Winship ante lo que consideraba una crisis política mayor y un momento preinsurreccional no terminaba allí. Se añadieron unos 200 oficiales nuevos a la Insular Police, se reentrenó y rearmó la fuerza y se activó un escuadrón de la “National Guardamen” (sic) para vigilar los depósitos de armas del gobierno. Radios de onda corta habían sido instalados en cada polvorín, en caso de que las líneas de teléfono y telégrafo fueran saboteadas por comandos nacionalistas. El Estado se encontraba en una situación de sobre las armas. ¿Por qué?
Lo cierto es que el Ejército Libertador había avanzado en su organización a la altura de febrero de 1936. Un informante del Regimiento 65 de Infantería afirmaba que practicaban al menos dos veces por semana en solares vacíos urbanos o rurales. Las fuentes sugerían que los comandos nacionalistas usaban el estilo alemán de entrenamiento, por otra parte común en toda Hispanoamérica y de larga tradición española, y que poseían armas cortas corrientes y al menos cinco ametralladoras. Aparte del entrenamiento en elaboración de explosivos que involucraba al “ABC Cubano”, disponían de un avión civil que usaban para traficar armas, probablemente propiedad de los hermanos Narciso y Horacio Bassó Varela.[9]
Las opiniones sobre qué hacer ante la crisis eran varias. Snyder lo veía como un asunto local que debía resolver la Insular Police pero, a insistencias de Winship, involucró al FBI en el proceso. Otros reconocían que no se podrían demostrar cargos criminales al liderato nacionalista pero reconocían que algo debía hacerse para desbandar el partido, a pesar de que temían que una acción drástica agravaría la situación. Ya se sabe el resultado de aquel interesante debate: el “sujeto subversivo” debía ser y fue, en efecto vigilado y reprimido pero nunca fue barrido del todo del panorama.
Notas