Especial para En Rojo
Entre las formas poéticas cultivadas en Puerto Rico de mayor popularidad se encuentra la décima. De acuerdo con Marcelino Canino en su obra El cantar folklórico de Puerto Rico, esta última forma estrófica se utilizó en pasquines para protestar por el encarcelamiento de don Gaspar Martínez Andino, “preso injustamente en el Morro” durante el siglo XVII. Josefina Rivera de Àlvarez documenta que la décima fue publicada en el periódico La Gaceta de Puerto Rico en 1817 con el fin de honrar a milicianos de Fajardo que resistieran una fuerza invasora de insurgentes venezolanos. En el siglo XX se utilizó como en el caso de Andino para celebrar la vida de un líder comunitario y político que combatió el militarismo en el pueblo de Aguadilla.
La versificación de décimas es tanto culta como popular y emerge en distintos lugares. Este tipo de poesía, proveniente de España durante la colonización, tuvo un gran auge en Puerto Rico en el siglo XIX en el campo letrado mediante las voces de María Bibiana Benítez, José Gualberto Padilla, Lola Rodríguez de Tio y José Gautier Benítez. Con el modernismo, como puede apreciarse en la poética de dos figuras excepcionales, los poetas y políticos Luis Lloréns Torres y Virgilio Dávila, la décima alcanza otras cimas estéticas. El primero reunió la mayoría de sus décimas en los libros Voces de la campana mayor y Alturas de América, según apunta Félix Córdova en su investigación La maravilla del canto inimitable: la décima criolla de Luis Lloréns Torres. El Instituto de Cultura publicó las obras completas del segundo. Los autores obreros que fundaban periódicos como El Porvenir Social y La Miseria en los albores del XX publicaban décimas que tenían como fin evadir la censura impuesta a la prensa debido a la invasión estadounidense. En ocasiones utilizaron la décima con glosa de la que ofrezco un ejemplo: “¿Seguirán los atropellos/en esta tierra querida/Eso pregunta el obrero/ entre pesar y agonía”.
Durante la década del treinta resaltaron las décimas elaboradas por Juan Antonio Corretjer, recogidas mayormente en el poemario Yerba bruja y El leñero, y hasta las del propio Luis Palés Matos, quien, conocido por su poesía negrista, escribió una décima dedicada al paisaje campesino que termina mencionando el cantío de mi gallo, uno de los elementos icónicos del mundo rural, pintado hasta en las paredes de la ciudad universitaria de Río Piedras, donde también se dibuja al jíbaro en la avenida que conduce a la misma.
En la década del 60 del siglo XX varios autores del grupo Guajana publicaron décimas a la misma vez que cultivaron una poesía estéticamente heterogénea como los siguientes: Andrés Castro Ríos, Edgardo López, Ramón Felipe Medina, Edwin Reyes, José Manuel Torres Santiago y Vicente Rodríguez Nietzsche. Joserramón Meléndes publicó el libro Desimos désimas en el año 1976 con un prólogo del destacado escritor Luis Rafael Sánchez, quien lo llamó autor de un nuevo jibarismo, representado por un sujeto urbano y arrabalero.
La décima dejó de ser valorada en el campo académico en los años setenta, con algunas excepciones, debido al influjo de los autores del boom y a la predilección por una poesía asociada a las vanguardias y al verso libre, a veces hermética y otras conversacional. Por un tiempo dejó de practicarse la décima en el mundo de los escritores académicos. Hasta el poeta Urayoán Noel escribió en el año 2000 una parodia en décimas que con ironía abordan a Lloréns Torres en un doble juego de lenguaje: “Cuando salí de Lloréns/ fue en un guagüita AMA/no sé bien cómo se llama/pero no es Mercedes Benz…”. En el 2008 un ingeniero, músico y escritor, Silverio Pérez publicó un destacado libro de décimas titulado “Prefiero ser trovador”.
Esto no significa que hubiera una gran producción, lo que no impidió que en los últimos años la décima se convirtiera junto a la figura del jíbaro en uno de los mayores emblemas de la puertorriqueñidad, a pesar de que muchos creían en su fallecimiento a causa del reguetón. Así lo comprueba la décima de la funda que contiene el café El trovador, que se vende en los supermercados, escrita por Julio César Sanabria:
Hijo de la serranía
centinela de mi lomo
hoy te degusto y te tomo
con la mejor compañía
cuando los rayos del día
a mi vida dan color
pienso en tu aroma y sabor
y en mi rústica cabaña
por ese olor a montaña
mi café es el trovador.
Es decir, ha reaparecido junto a la figura del jíbaro en forma de juguete, fenómeno que recuerda el de la bandera que comentara el antropólogo Ramón López en su ensayo “Teoría, práctica y gozo de la bandera puertorriqueña” sobre su surgimiento y creación. Cuando un símbolo se repite en la cultura nacional es porque tiene un significado profundo, afirma el también artista López.
El libro de Rafael López Figueroa titulado Las décimas que te canto emerge en un vacío en el mundo universitario. El autor de la canción “Quien no se siente patriota”, interpretada por Andy Montañez, ofrece en este libro décimas cultas que se insertan en la tradición de la alabanza del paisaje, al gallo, a la mujer desde un punto sexual binarista, al español de Puerto Rico en “Nuestra lengua castellana”, a personas prominentes como Roberto Clemente y el afamado cantante Ismael Rivera (Maelo), el músico Tito Puente, los destacados poetas puertorriqueños Julia de Burgos y Francisco Matos Paoli, los compositores Rafael Hernández y Pedro Flores. A estos últimos dedica estos versos:
Luciérnagas primorosas,
que brindan su infuso arte,
del patrimonio son parte,
con flores esplendorosas,
que son las vívidas rosas,
esculpidas con primores.
Rafael y Pedro Flores,
brindaron su florilegio.
Son, por su talento egregio,
los grandes compositores.
Lo identitario unifica sus poemas en una praxis escrituraria que nos reta intelectualmente a la vez que nos convoca a reflexionar sobre la cultura de nuestra país, Puerto Rico, al tener al mundo rural como uno de los temas principales en medio de un ámbito citadino. ¿Cómo poder explicar esto que también se elabora en otras producciones de décimas? Solo a la luz de la añoranza por las tierras perdidas después de la Guerra Hispanoamericana y de la reciente inversión foránea en tierras puertorriqueñas con la consiguiente gentrificación. La transgresión signa este libro en apariencia una “especie de arcaísmo” en el mundo letrado al que el escritor pertenece.
López Figueroa insiste en la temática de la identidad, menospreciada por diversos intelectuales que no explican el porqué de esta insistencia en las letras y en las artes. El autor demuestra este aprecio en los siguientes poemas: “Pues nací puertorriqueño” , “La patria de mis amores” , “Dulce patria mía”, entre otros que componen este texto como “Borinquen por la mañana”:
En invierno o en estío,
rielan infusos primores.
Cautivan los resplandores,
que canta el rumor del río.
El transparente rocío,
todo el paisaje engalana.
Las aves cantan su nana.
Regios verdores se ven,
porque es el más bello Edén,
Borinquen por la mañana.
Otras décimas son abierta y políticamente contestatarias, pues son anticolonialistas:
Son siglos de coloniaje,
de esclavos y explotación.
Atesora el corazón,
la esperanza de un viraje,
de que más no se rebaje,
mi pueblo puertorriqueño,
que de una vez sea el dueño,
del más excelso tesoro.
Como mi gran pueblo adoro,
con la libertad yo sueño.
Algunos versos recuerdan los de Che Melendes en su libro Desimos désimas, pero desprovistos de su mordacidad y del humor negro de que hablara Sánchez. Lo que impera en estos poemas es el pueblo de la Isla, sus compositores, los elementos de la cultura jíbara como el cuatro, el gallo, el paisaje y la celebración de la cultura puertorriqueña, a tono con un nuevo nacionalismo que se refleja en las luchas ambientales y contra la gentrificación, en el rescate de las tierras agrícolas y en la fructífera producción intelectual y artística de Puerto Rico.