Quiles y la generación que tomó las calles

 

 

CLARIDAD

Una vez, cuando ya estaba algo viejo, Juan Mari Brás me comentó que estaba un poco hastiado de funerales y despedidas de duelo. Ahora, más que entonces, entiendo su comentario porque cuando avanzan los años el entorno empieza a romperse y las despedidas se vuelven frecuentes, tanto que, como decía Juan, resulta inevitable sentirse abrumado.

En el último mes muchos nos sentimos un poco como Juan porque los golpes han sido frecuentes: Paquita Pesquera, Noel Colón, Edgardo Román, don Luis Ortiz, mi amigo Domingo Ávila y, más recientemente, José Antonio Quiles Barrios y Johnny Reyes. Algunos de esos queridos amigos y amigas que se fueron ya cargaban años, pero, como escribió José Saramago, “nunca se vive demasiado”, sobre todo cuando se trata de personas tan productivas como Paquita Pesquera y Noel Colón Martínez. En otros casos, como Domingo Ávila y Edgardo Román, “temprano levantó la muerte el vuelo” y el golpe, por ser inesperado, fue mayor. “Che” Quiles y Johnny Reyes compartían mi generación, que poco a poco se va vaciando.

Con el perdón de todos los queridos amigos y amigas, quiero dedicarle esta nota a Che Quiles, por el gran parecido. No recuerdo con certeza donde lo conocí. Pudo haber sido en la Universidad de Río Piedras a donde llegó en 1965, o en la Federación de Universitarios Pro Independencia (FUPI) a la que formalmente ingresé muy a principios de 1966 y en la que Quiles ya estaba. Él venía de Cantera, el barrio pobre de Santurce que nunca ha enviado muchos jóvenes a la universidad, y yo de Moca, específicamente del barrio Cuchillas, que tampoco era productor de universitarios. Ambos comprendimos muy pronto que, si queríamos ser agradecidos con nuestros padres, que tanto sacrificio hacían para educarnos, además de estudiar una carrera, teníamos que integrarnos a la lucha que soñaba con terminar con la pobreza y el colonialismo que la alimenta. Por eso nos integramos primero a la FUPI y luego al Movimiento Pro Independencia (MPI), que ya luchaba por un Puerto Rico independiente y socialista.

Nuestra generación universitaria, la de los ’60, luchó en muchos frentes y Quiles estuvo en todos. La lucha contra el servicio militar obligatorio (SMO) y contra el militarismo en el campus universitario, representado en la sigla ROTC, fue una de las más importantes. Aquel reclutamiento forzado, que le suplía soldados bisoños al ejército estadounidense en la injusta guerra de Vietnam, amenazaba nuestros estudios y los de miles de puertorriqueños y representaba el elemento más cruel del colonialismo. Porque cuando el colonizador no se limita con explotar al colonizado, sino que también los recluta para le ayuden a agredir otros pueblos, el abuso es doble. Nuestra generación desarrolló aquella lucha negándose a ingresar al ejército cuando éramos llamados, enfrentando la cárcel, y protestando dentro del campus universitario hasta dejarlo libre de militares. Las confrontaciones con la policía cuando invadía el Recinto produjo muchos heridos y algunas muertes, y el choque con la administración universitaria se tradujo en expulsiones o suspensiones, pero nunca cejamos.

Aquellos luchadores hicimos todo lo posible por vincularnos a otros que, en diversos países, particularmente latinoamericanos, desarrollaban luchas similares. En el verano de 1966, Quiles y yo formamos parte de la delegación del la FUPI al Cuarto Congreso Latinoamericano de Estudiantes que sesionó en La Habana, junto a Alberto Pérez, Ludgardo González y José “Fefel” Varona. Para llegar y salir de Cuba casi tuvimos que darle la vuelta al mundo, porque ya el bloqueo estadounidense se manifestaba.

A donde quiera que Quiles llegó una vez salió de la UPR, siguió luchando. Siendo empleado del Departamento de Salud tuvo un papel protagónico en la denuncia de la corrupción pública. Allí descubrió el esquema corrupto que ocurría en el Instituto del Sida y pacientemente fue reuniendo la evidencia que luego le entregó al representante independentista David Noriega. El enjuiciamiento exitoso de aquel grupo de corruptos fue posible, en parte, gracias a Quiles. Nunca buscó aplausos por aquella labor anónima y arriesgada que ejecutó cuando era un humilde funcionario salubrista.

Así era José Antonio Quiles Barrios, el muchacho de Cantera que fuerza de sacrificios llegó a la Universidad a estudiar y a luchar en la inolvidable década del ’60.

 

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