CLARIDAD
En entrevista con CLARIDAD, el exprisionero político reflexiona sobre la vida militante que ha llevado.
Vestido de una puntualidad soldada, don Heriberto Marín Torres saluda, desde un balcón sanjuanero, a sus contertulios para esta entrevista. Con una avidez desbordante, organiza su apartamento —atiborrado de artes patrios y recuerdos de resistencia— para conversar del cuadragésimo noveno (49.0) Festival de Apoyo a CLARIDAD, cuya dedicatoria va dirigida al también autor de Coabey: Valle heroico. Antes de comenzar, el patriota participante de la Revolución de Jayuya dispuso de varios platos cerámicos en los que, comprometido con el mediodía, sirvió un caldo de pollo y arroz blanco.
“Yo me ocupé de empezar a escribir desde el principio. No lo hice con alguna intención, pero como nadie escribió sobre eso […] son escritos que no repiten nada de lo que se haya escrito [históricamente]”, acotó el autor de cerca de 1,600 textos inéditos del período histórico. De esta cantidad, aproximadamente 400 escritos fueron integrados a los textos de Marín.
Tanto en sus libros como en persona, Marín desmiente que haya existido en los tiempos de la Revolución una “cueva” que albergó a Pedro Albizu Campos. De la misma manera, aseguró que nunca se liberaron presos en Jayuya durante el intento que aconteció un 30 de octubre de 1950. “Yo no quiero cruzar a la otra orilla sin dejar unas cosas escritas [sobre lo que ocurrió]”, añadió el nonagenario patriota.
De todos los textos que guarda, Marín Torres tiene un poemario de su autoría que data de 1955. Según el militante nacionalista, la compilación poética titulada Voces del cautiverio no fue creada por él, aunque escribió todos los versos incluidos.
El Grito de Jayuya
Cuando apenas comenzaba sus 20 años, un joven Marín formó parte de 32 integrantes en el Grito de Jayuya. Luego de los arrestos, las cadenas perpetuas condenaron a los militantes a una vida de encierro que, de no ser por los indultos esporádicos, habrían “acabado poco a poco” con las personas. Pero ahí no terminaba la represión, cuenta don Heriberto. Después de la cárcel, la persecución continuó en asuntos como dificultad para conseguir trabajo y estudios y una vigilancia estatal consistente que incluía a sus vecinos.
“No me admitieron en la universidad, no me dieron trabajo. O sea, a mí me tenían fichado desde 1946, y el último informe es de 1986 […] solamente no me fichaban cuando estaba preso”, detalló el poeta independentista.
A pesar de tener vecinos estadistas e ideológicamente contrarios, Marín Torres recordó la solidaridad —casi cómplice— con que las personas de la comunidad le advertían de cualquier actividad sospechosa. Asimismo, el patriota se alegra con el hecho de ser padrino de seis personas en su comunidad, donde afloraban populares y penepés.
En ese sentido, Marín considera que “la política ha dado un cambio tan radical, tan poco respetuosa hacia la gente, que uno se pregunta cómo es posible. ¡La política es algo serio!”. Con aires nostálgicos, mencionó la afinidad ideológica y profesional que guardaban figuras como Juan Mari Brás y Rubén Berríos.
La crueldad muñocista
Hijo de Alfonso Marín Rivera y de Eleuteria López Camacho, don Heriberto Marín es uno de nueve hijos. Junto a dos hermanos más, solía trabajar el carbón cerca del río, donde acomodaba el fogón precavidamente y preparaba los sacos del producto, valorado para entonces a 15 centavos.
Doña Eleuteria murió en 1957, mientras Marín Torres cumplía su condena. Por eso y por tantas otras víctimas de la época “amordazada”, la conmoción no le es ajena al autor de Coabey: Valle heroico al catalogar a Luis Muñoz Marín como “un hombre cruel”.
“Yo nunca he odiado a nadie, pero Muñoz fue un hombre cruel, muy, muy cruel. Los compañeros que estuvieron prisioneros en cárceles federales tuvieron una oportunidad de trabajo, de estudiar, de tener televisor, de pintar”, reveló Marín de los prisioneros de afuera. “El esclavo siempre trata de hacer las cosas para ganarse la amistad del amo […] Muñoz fue látigo”, aseveró el exprisionero.
A pesar de nunca encarar al autor de la paradoja estadolibrista, Marín Torres narró cómo, en 1938, recorrió las curvas montunas del país con un grupo escolar hasta llegar a la casa de una maestra riopedrense, quien les llevó a La Fortaleza. En la mansión ejecutiva, el exprisionero político apreció la “figura inolvidable” de Blanton Winship.
“Aquí murieron como 10 o 12 padres y madres, y los hijos vinieron a saber a los dos o tres meses; por eso digo que Muñoz fue cruel”, reiteró el escritor. “No había que sacarle a uno las uñas ni había que torturar a uno físicamente; era que iba destruyéndote poco a poco”
Un caso particular que recuerda Marín es el del compañero Goyito Rivera. Durante una visita funesta que recibió de su esposa, la ansiedad alegre que llevaba Rivera por ver a su hija se desdibujó por la noticia demorada de la muerte de la niña.
Otra figura despótica que destaca Marín es Padró Parés, el juez que sentenció al patriota a cadena perpetua. Una fiscalía creativa acompañó al juez Padró Parés en ese juicio, en el que se le acusó a un farmaceuta de darle “drogas” al grupo nacionalista. Además, narró cómo se apodaron a los nacionalistas con nombres como “Rata” sin fundamento alguno.
Años después, en un encuentro poco casual, el hermano de don Heriberto Marín se encontró con Padró Parés hecho un “estropajo humano” y le recordó su responsabilidad con haberlos encerrado.
Por otro lado, don Heriberto resaltó la figura “humana” y “de paz” que representaba Pedro Albizu Campos. Lamentó que sea un personaje histórico cuyas cualidades se limiten a lo “revolucionario”, porque Marín Torres le recuerda como un propulsor sagaz de la libre determinación.
En lo que respecta al futuro, Marín Torres aseguró que, más allá de una revolución, es necesario educar a las futuras generaciones sobre la importancia de la autodeterminación de los pueblos. Más allá del evento histórico de 1950, Heriberto Marín Torres contextualiza sus causas en una actualidad muy distante a la que enfrentó hace más de 70 años. Siete décadas de compromiso, paciencia y amor patrio. Basta con entrar al apartamento del patriota.