Todo el mundo llega a la nube
No es Ser porque te conozca la gente como decía Berckley ni vivir para siempre, como promete la fe cristiana. Uno puede tomar el curso del anglosajón y anticipar lo peor, como en el artículo que les incluyo abajo. Pero ya antes Borges hablaba de su nube en el libro Los conjurados y ahora, como se sabe, lo reitera el mundo de las computadoras con el acceso público que tienen programas gratuitos como Office. De Cloud dijo más que mucho Borges en Los conjurados, no tanto del lado hard o mecánico de la cuestión, que es el microprocesador, implantado o no en el cuerpo de un ser humano. Lo que importa es el feeling. Yo creo que data exactamente del año 2009, por lo menos en lo que atañe a mi vida. La puesta en escena de mis cuentos infantiles en San Germán, con un estudiante de ciencias de mi época, me convenció de que mi arribo a la nube era ya una realidad. Hay la tendencia a pensar que es la pérdida de la vida privada, como en el artículo que ven abajo, pero también cabe ver la nube de cada quien como la apertura o eclosión definitivas, eso cada quien si optimista o no.
Internet Archive, que es producto ya de las nubes de más de un artista, no da a conocer nada que yo no quiera dar a conocer o que deje de aportarle mérito a mis editores. Pero el feeling de la más completa incuria autorial acompaña al escritor. Nada es mío. Me parece que Alberto Martínez lo señala en su entrevista reciente y de su nube habla él ya en las cartas que me enviaba en los Ochenta.
Parte de mi nube es pensar que los mil cuentos que me han antologado con el pasar de los años son producto de un amor que no se dio o que falló. Cuando Ana Belén Sevillano me incluyó en su antología no me sentí mal, pero cuando aparecí en la de Mara Pastor me quedé sordo como dos años. Cierto es que Mara nunca me dijo quién pudiera ser esa novia inconsutil que quería ver ese último cuento publicado en papel. Lo acepté como un amor cualquiera. Mi nube ya existía y era una realidad cada día menos renuente a desaparecer.
SER Eser percibido
Es curioso pensar de Berkeley lo encontré en un libro de crítica sobre la obra de Beckett. En latín, Ecce est percipi, en español, Ser es ser percibido. Que te vean pasar, que alguien sepa que existes. Pero más bien es ser comprendido, conocido por alguien, creo yo. Berkeley es el eslabón perdido entre Bacon y Hume, sin él no se entiende el pragmatismo del último, ni el excepticismo del primero. Hume vino a causa de un sentimiento, un feeling que trajo él. Le dio importancia a respetar las creencias y consideraba que es práctica la persona que respeta la imaginación. Ahí es que la filosofía de Inglaterra se movio hacia el Romanticismo, aunque todo se fuera en picada con los pensadores críticos victorianos.
La importancia de la sensibilidad la rescata, gracias a Dios, Kierkegaard, aunque sus discípulos eran estructuralistas y amigos de no exponerse a situaciones sentimentales demasiado fuertes. Los sicólogos de Puerto Rico son de esa línea, bien amigos de Kant y de la serie que viene de Platón. Importa no emocionarse. Hay que agradecer que Sartre, quien empezó como un estructuralista, fuera un adorador de la imaginación a tal punto que su tratado El imaginario puso en duda lo que había en sicología hasta la fecha en torno a las artes visuales o la imaginarias. La Gestalt o filosofía del mundo visual era parecida al imagism de los poetas americanos, que están por lo visual sin redundancias lógicas o causales, como el simbolismo francés que todavía es dialéctico o lógico, y se atreve hablar del bien y el mal, o la tradicional alegoría que es la imagen con causa y efecto. Los americanos, como los alemanes, argumentan que cualquier cosa que podamos ver contiene a priori el paquete completo del pensamiento. El mundo que vemos con nuestros ojos, sin embargo, es algo más sencillo aunque menos relevante para esta época poco filosófica, y la poesía debiera expresar lo inocua y a la vez separada de todo que está la capacidad de ver. Como corolario el arte pop.
Alguna vez existió el infundado temor de que el cine acabara con la narrativa y que lo que vemos en una película nos importe más que la novela que le sirve de pretexto al evento visual. Un cineasta hace juicios de valor, ya que escoje lo que va a retratar, y propone una hilación pertinente cuando decide que va antes y después. Nada de lo que había en la imaginación de un novelista, que nos pueda importar, le falta al cineasta. Pero el acceso a la imaginación tiene que ver con la crianza que nos han dado y no depende necesariamente del talento que tengamos para entender una novela o una película. Mi madre es bien diestra para seguir una película coreana y entiende mejor que yo la filosofía o Gestalt del mundo visual que le tocó conocer. En lo que al mundo visual se refiere, cuenta con un banco metafórico, con el sentido o significado que su crianza pudo atribuirle a cada cosa que le presentaran a sus ojos. Eso lamentablemente no lo pude conocer bien yo, orientado como estaba más bien al lenguaje hablado. La imaginación me importa porque no se me educó para darle otro relieve que el que le pudieran dar los poetas americanos. Me parece oportuno decir qué es filosofía para mí. Es la mónada completa, que incluye razonamiento, valoración y destreza argumentativa. Todo va junto. Los alemanes argumentaban con la Gestalt que un buen cuadro conlleva todo eso, aunque poder ver y plasmar lo que ves importara menos hoy que ayer. Como se puede apreciar es más bien un sentimiento que un juicio de valor.