¿Cómo leer la correspondencia entre Isabel y Francisco, entre el esposo –poeta y patriota– encarcelado, y su amada? No son cartas comunes aunque así lo parezcan. La situación es anómala, extraordinaria. Uno de los redactores ha sido encarcelado a raíz de una insurrección contra el coloniaje. Hay censura. Hay el ruido de 32 compañeros presos alrededor. Hay que callar información que podría ser utilizada en contra de los remitentes, y, sobre todo, hay que evitar comunicar tristezas; cada uno, solo, cumple con su cuota de dolor; ella, además, cuida las niñas. También hay que comunicarse detalles prácticos de la vida cotidiana. Así que hay que leer con cuidado alrededor y a través de las palabras, sin olvidar, claro está, los mensajes directos.
Gracias a Susana Matos Freire he leído una selección de las cartas que se escribieran Francisco Matos Paoli y su esposa Isabel Freire Meléndez en los años 1950 y 1951. Él escribe desde la cárcel La Princesa, ella, desde Río Piedras, luego, desde el Viejo San Juan.
Como se sabe, el poeta fue arrestado el 2 de noviembre de 1950. Fue acusado por violación de la Ley 53 (mejor conocida como la Ley de la Mordaza). hecha a la medida para callar toda voz de desafío a la colonia. Había pronunciado 4 discursos. El 16 de enero de 1952 salió bajo fianza en estado muy delicado de salud. Luego, en marzo de 1954, volvieron a encarcelarlo. Esta vez estuvo 10 meses en confinamiento solitario lo que le agravó su condición. Así que estuvo dos temporadas en la cárcel. De esas experiencias nacieron varios libros: “Luz de los héroes”, “Canto nacional a Borinquen” y más adelante, en libertad, “Canto de la locura”.
La primera carta del poeta a su esposa data del 13 de noviembre de 1950, 11 días después del arresto.
Inicia así:
“Mi Isabelita: Todavía sigue creciendo en mi corazón aquella alegría secreta de antes. Todavía sigo en paz conmigo mismo, y en la enorme fe del triunfo de la Patria. En mí no hay resentimiento contra ningún enemigo, sino amor para todos. La patria se funda siempre con todos y para todos. Los compañeros que están conmigo son de una fina nobleza de espíritu. Hay una perfecta hermandad entre nosotros.”
En ese mismo mes, Isabel le escribe:
“Mi Paco adorado. Dios bendiga tu pensamiento y la vida entera que tan devotamente ofreces [. . .] ahora estoy muy preocupada por ti, mucho más que en los días de tu viaje a París. Ahora estás en esa soledad interminable en que los días parecen años. Pues es tal la identificación que contigo siento que yo también me siento enjaulada, el corazón oprimido pero con una gran esperanza, la esperanza de la libertad eterna.”
El 19 de diciembre de 1950, después de un mes y 16 días del arresto, él escribe:
“Isabelita mía: [. . .] Sea Paz para todos: amigos y enemigos. [. . .] Nómbrame mucho con mis hijas, novia buena de mi alma. Nunca dejes de quererme, porque de tu amor vivo y no puedo concebir La Libertad –mi amor más grande– sin ti, [. . .] Te ruego alegría en estas Navidades. Y ahora más que nunca. Hay que criar a nuestras hijas en la alegría y enseñarles cómo el Dolor puede transformarse en Dicha. Esa sabiduría de corazón es tuya, y no hay que advertírtelo. Llévalas a pasear mucho en estos días navideños. Y tú, sonríete siempre, con esa misma alegría secreta de que te he hablado tanto.”
Ella le escribe el 22 de enero de 1951:
“Mi idolatrado Paco: He pasado días de honda preocupación y no te había escrito para no oscurecer más tu vida de soledad y enclaustramiento.[. . .] Dime, ¿has escrito algo? [. . .] Sé que son circunstancias muy distintas, pero tenemos la misma fe en el arte; yo sé que vendrá de nuevo la primavera. [. . .] Escríbeme de todo, Paco. ¡Qué mucha falta me hacen tus cartas!”
El 9 de febrero de 1951, a tres meses del encierro, él le escribe:
“Esta alegría de tenerte, junto a los retoños de nuestro mutuo corazón, ¿quién podrá segarla? ¿Quién podrá abatirla? [. . .] Este es mi mejor regalo de enamorado hacia la compañera adorada: la convicción tan bella de que nadie puede quitarnos nuestra inmensa alegría del deber cumplido. ¡Qué sabiduría da el dolor de la ausencia enamorada! [. . .] De la cárcel, no hay casi nada que contar. Es el tiempo paralizado, inutilizado y se necesita una voluntad de amor sereno para convertirla en cruz de amistad.”
Isabel le escribe en febrero de 1951:
“Al salir de la misa me encontré con muchísima gente y todos corrieron a ofrecérseme: unos que si necesitaba dinero, o medicinas, o casa. Pero tú sabes cómo soy yo y el sentido de dignidad que me caracteriza. A todos di las gracias y en verdad me sentí muy agradecida. Pero en mi soledad, con mis dos nenas, sólo vivo con el recuerdo de tus pasos [. . .] con la más alta esperanza de que se te haga justicia muy pronto. Y regreses.”
El 9 de marzo de 1951, el día de su cumpleaños, a 4 meses del encierro, Francisco le escribe un poema. Y comenta:
“[. . .] te dedico un canto sencillo en este día, sin aspaviento de imágenes brillantes, pero sincero en su mensaje de amor inquebrantable. [. . .] Ya tú ves que es una nada en poesía, hecha con todo el ruido que pueden hacer 32 compañeros al lado mío. Pero lo que vale en ella es el amor que nunca olvida a la Belleza que Dios le brindó para el recreo infinito de su Misericordia.”
En marzo de 1951 ella le escribe:
“Después de largos días de ausencia de noticias, llegan tres cartas el sábado. [. . .] Susanita y Marisol se adueñaron de su carta y la han leído infinidad de veces. Yo estaba confundida con tanta alegría; ¡la vida! ¡otra vez la vida! [. . .] Tus cartas trajeron la primavera al alma. Porque esa fue la impresión. Un nuevo florecer del espíritu. [. . .] Yo, en medio de la alegría, estaba confundida. ¡Tantas manos entre las cartas y un solo corazón!”
Habrían de transcurrir varios años más para que la familia volviera a reunirse. El 26 de mayo de 1955 Francisco Matos Paoli fue indultado por el Gobernador.
El amor en el nacionalismo puertorriqueño no fue un amor entre cronopios, esas criaturas poéticas y espirituales inventadas por Julio Cortázar. No podía serlo. Fue un amor entre guerreros, doloroso, con el peso de un alto deber cumplido; acosado por la persecución y por el ostracismo de familiares, vecinos y de una parte del país (que aplaudiría el ELA). Triste es decirlo. Pero ellos y ellas, los que se querían, se alzaron sobre todo. Fue un amor de otra estirpe.
Ahora que parece que vivimos una involución de la historia, que parece que vamos hacia atrás, conviene recordar que en los hombres y mujeres nacionalistas hemos tenido grandes maestros y maestras de la vida, que ellos y ellas, por nosotros, se alzaron con un amor invencible, más allá de toda cárcel. Y amándose cumplieron. Isabel y Francisco fueron solo dos. Hubo muchos más. No está mal que lo recordemos.
El autor es profesor de la UPR en Río Piedras.