La segunda presidencia de Estados Unidos de Donald Trump ha iniciado a cañonazos. No bien había jurado sobre dos biblias su adhesión a la Constitución de su nación, el Presidente comenzó a implantar sin mas dilación su agenda- adelantada en sus promesas de campaña- aunque algunas de sus disposiciones choquen de frente con dicha Carta Magna. En su primer día, firmó decenas de órdenes ejecutivas, esos decretos unilaterales con que presidentes y gobernantes de llamadas «democracias» intentan imponer su voluntad por encima de los procesos democráticos y participativos que dicen representar y defender.
No nos toma por sorpresa. Si algo caracteriza la carrera política de Trump es que siempre anuncia las acciones que se propone tomar, no importa cuan aberrantes, antipáticas o catastróficas puedan resultar. Las consecuencias fatales que dichas acciones puedan tener sobre personas, instituciones, grupos o comunidades son parte del cálculo frío que ha convertido a Trump en el político y jefe de estado de mayor resonancia e influencia en el planeta. Donald Trump ha convertido el «shock», la confusión y el caos en sus armas políticas y de gobierno favoritas, herramientas que le sirven para desarmar por igual a adversarios, medios de prensa y jefes de estado y gobierno en el mundo entero.
Después de cuatro años de una desarticulada e incompetente administración de gobierno de Joe Biden y los Demócratas, esta nueva reencarnación de Trump está predicada, según él, en la necesidad, de que Estados Unidos recupere su «esplendor»perdido. Un viaje de nostalgia a la «edad dorada» que parió mogules como JP Morgan, John D. Rockefeller o Cornelius Vanderbilt, nombres que aún evocan el dinero y el poder ilimitados que precedieron el establecimiento de Estados Unidos como primera potencia económica y financiera del mundo.
Por tanto, no es casualidad que en la primera fila del improvisado escenario de inauguración en la Rotonda del Capitolio Federal se reunieran en torno a Trump los nuevos mogules de dinero y poder ilimitados: Musk, Bezos, Zuckerberg y otros prominentes creadores de las tecnologías más abarcadoras y revolucionarias del mundo, cuyos capitales suman trillones de dólares y juntos conforman la zapata con la que Trump pretende reconstruir el «esplendor» estadounidense que considera perdido. Para ello, necesita «limpiar la casa» de inmigrantes no blancos a quienes, en sus elucubraciones, considera un gasto, un obstáculo y competencia desleal para el repunte económico de la clase media trabajadora estadounidense que conforma su base.
» Hoy comienza la nueva Era Dorada de Estados Unidos de América» fue la primera oración del mensaje donde un exaltado Donald Trump dio comienzo a su segundo mandato presidencial. Pero, realmente, ¿de qué se trata el «Make America Great Again»(MAGA), movimiento tras el cual se esconde una nueva y siniestra amenaza del imperio estadounidense contra nuestra región de el Caribe, centro y sur América y el resto del mundo?
Se trata simplemente de darle un nuevo y agresivo impulso a la agenda de dominación militar, económica, financiera, comercial y política que ha sido el motor del imperialismo estadounidense, que en distintos momentos, encarnaron presidentes expansionistas e imperialistas como James Monroe, Andrew Jackson y Theodore Roosevelt.
Por lo tanto, tampoco es casualidad que el movimiento MAGA tenga una raiz común con la doctrina Monroe que hace exactamente 200 años proclamó » América para los americanos» y convirtió nuestra región en el traspatio de Washington. O que Andrew Jackson, que contribuyó a la anexión de Florida y desplazó a 5 tribus indígenas principales de sus tierras para nuevas conquistas y anexiones, sea uno de los ídolos de Trump . O que Trump admire el delirio imperialista de Theodore Roosevelt, quien presidió durante el período inicial de la colonización de Hawaii, Puerto Rico, Cuba y Filipinas y dirigió la construcción del Canal de Panamá, que ahora Trump quiere quitarle al pueblo panameño, su legítimo dueño, para controlar el tráfico comercial en esta región del mundo.
En el cálculo imperial de Trump, el movimiento MAGA será la piedra angular del resurgir del poderío estadounidense en el mundo, poderío que, según él, causará el repliegue de China, Rusia o de cualquier otro enemigo real o inventado del imperio del Norte. En pos de ese objetivo, lanzará su nueva ofensiva imperialista confiado en que no encontrará resistencia. Ya veremos si se sale con la suya.