Especial para Claridad
Lo que sigue a continuación es la charla que Claridad tuvo con la recién declarada Humanista del Año por la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades (FPH), la teatrera y maestra Rosa Luisa Márquez. Luego de que se conociera públicamente sobre su distinción, pautamos un encuentro con ella, que se dio en el taller colectivo El cascarón, ubicado en Viejo San Juan. Sentada en la mecedora de madera que fue de su padre, compartió aspectos de su trayectoria como artista, mentora de muchos y muchas y estudiante de siempre.
La FPH la reconoce en este 2022 por su gesta en las artes escénicas puertorriqueñas, porque ha promovido siempre un proyecto de humanidades vivas y de pedagogía crítica, porque contribuyó a hacer importantes innovaciones curriculares en el Departamento de Drama del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR) – donde impartió clases de 1978 al 2011 –, porque se ha encargado de estrechar vínculos culturales y artísticos entre Puerto Rico, Latinoamérica y el Caribe y porque ha sido siempre generosa en reconocer las aportaciones teatrales de grandes maestros y maestras nuestras como Gilda Navarra, Victoria Espinosa y Myrna Casas.
Aquí, la secuencia del ameno intercambio.
Claridad (C): De toda su trayectoria y de las múltiples aportaciones humanísticas que se le reconocen con esta distinción, ¿hay algo que valore más?
Rosa Luisa Márquez (RLM): En este momento estoy valorando más mi relación con Myrna Casas, recientemente fallecida: cómo la conocí, qué me compartió de su conocimiento y afecto, cómo los maestros te marcan tan definitivamente. La conocí de niña, pero la reconocí en la UPR y descubrí en ese momento el mundo del teatro que todavía me define. Nosotros tuvimos la dicha de tener maestras mostras. Gilda Navarra, que nos enseñó tanto sobre la comunicación a través del silencio, sobre el compromiso y la intensidad de la relación con el teatro. Myrna Casas, que me expuso al “living teather”, movimiento que radicalizó el teatro en los ’50, rompió con las jerarquías tradicionales, integró al público a la puesta en escena y trabajó en espacios no tradicionales. Myrna Casas también me dio las estructuras del teatro del absurdo, que te recuerda que estás viendo teatro, que enfatiza la angustia existencial del ser humano, pero con humor. Ella me legó eso.
Estas mujeres dejaban su salario. En ese sentido, yo las uso de modelo porque me dije ‘este camino puede ser mucho más satisfactorio que si me lanzo profesionalmente a ser una teatrera porque iba a ser prácticamente imposible porque los teatreros profesionales en general están a merced de otras personas, mientras que el maestro puede desarrollar su proyecto de vida y compartirlo con otros y no tiene que depender económicamente de ese producto cultural’.
De esas maestras, y también de Victoria Espinosa, valora el aprendizaje de saber tender puentes entre la educación y el oficio. Además, valora “el proceso de investigación con el proyecto Anamú, grupo de teatro popular universitario en el ’70”, porque con él se acercó a la realidad puertorriqueña para escribir obras.
C: En el libro “Memorias de una teatrera del Caribe” (2020) menciona que todo lo que le rodea es teatralizable. ¿Cuán estrecha ha llegado a ser su relación con el teatro?
RLM: Tengo una relación particular con el espacio. A mí me pasa que el entorno está lleno de memorias y que las memorias son concretas y cargan una información. Los objetos cargan esa información. Tener objetos en el escenario me da un sentido de seguridad, de memoria histórica, entonces me siento protegida y acompañada en escena.
C: Volviendo al tema de las enseñanzas legadas. Esta distinción de la FPH reconoce sus aportaciones como mentora de muchos y muchas. Antonio Martorell, su compañero de creación hace más de tres décadas, ha dicho que su experiencia como maestra la dota para detectar talentos. ¿Cómo descubre los talentos de sus alumnos y alumnas?
Dejemos claro que, para Rosa Luisa Márquez, las audiciones son injustas y crueles. Nos dice: “Lo que hacía en la Universidad, y ahí volvemos al vínculo entre la educación y la práctica, era que el primer semestre los estudiantes tomaban el curso “Brincos y saltos”, un curso de creación que cree usando como referencia los juegos de Boal. Ahí lograba identificar talentos y acompañaba a los estudiantes en ese proceso de descubrimiento. Les acompañaba, les protegía, les permitía que las experiencias y el proceso fueran lo importante.
C: ¿Cuál es la diferencia entre una actriz y una teatrera? Puede pensarse que tiene que ver más con un asunto de clase. El actor está confinado a la industria, a un trabajo que se monetiza, mientras que el teatrero llega más a la comunidad. ¿Hay algo de eso?
RLM: Hay algo de eso. La diferencia es entre “teatrero”, que deriva de obrero y “teatrista”, que viene de artista.
La entrevistada también especificó que un actor o actriz cumple con uno de los componentes del teatro, mientras que el teatrero o teatrera hace de todo.
C: Entonces, usted es una obrera del arte, del teatro.
C: La relación suya con Antonio Martorell requiere detenernos un ratitio porque lleva más de tres décadas. ¿Qué aspectos artísticos tenía desarrollados cuando empezó a relacionarte con él y que cosas has desarrollado luego?
RLM: Martorell dice que él hace lo que no sabe hacer. Se toma unos riesgos que me permiten darme permiso para yo también tomar riesgos. Para mí, Martorell es un gran maestro. Al estar al lado de un optimista irredento como Antonio Martorell, tan atrevido, tan desinhibido, tienes que dejar tus miedos al lado porque si no, te avergüenzas. Es el lanzarme a permitirme hacer.
Nuestra relación viene de los ’70. Él me dio clases de grabado. Más adelante, él tomó el curso de “Brincos y saltos” conmigo. Aprendimos juntos sobre las técnicas del teatro imagen de Augusto Boal. De ahí salió la relación, de la hibridez de las artes. Empezamos a hacer el programa de radio “1, 2, 3 probando”, que lleva unos 36 años de reflexión sobre la cultura amplia en Radio Universidad de Puerto Rico. Nuestro trabajo está definido por la relación entre la gráfica y el teatro. Ahí se va colando el movimiento, la música.
C: Hay algo que no hemos hablado mucho y es sobre la importancia en su trabajo de servir de enlace entre Puerto Rico y Latinoamérica.
RLM: En el camino de los estudios una se encuentra con gente extraordinaria y yo siento que el teatro crea nuevas familias. En el ’89 empiezo a establecer una red con Malayerba en Ecuador, Yuyachkani en Perú, Boal en Brasil. Lo que hice fue tratar de hacer puentes, de que mis estudiantes tuvieran experiencias de compartir con estos maestros que nos hablan de que el teatro es tan amplio como las cabezas que lo crean o la urgencia de la comunidad que lo necesita.
C: En algún momento dijo para la prensa que la razón por la que hace teatro es para acercarse a sus amistades, a sus amores y a los temas que le apasionan. En esa ocasión, definió su quehacer como teatro de los afectos. ¿Cómo aprecia el teatro en estos momentos?
RLM: Mila Aponte define el teatro que nosotros hacemos como el teatro de los afectos. Así que eso vino de otro lugar y yo lo incorporé porque me pareció real. En el contexto de las artes, uno tiene que trabajar con la gente que quiere y para la gente que quiere. Si no, para qué hacemos esto.
C: ¿Qué le causa este homenaje de Humanista del Año que le hace la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades?
RLM: Para mí, primero, fue una sorpresa porque no pensaba que la Fundación estaba tan concentrada en reconocer la labor artística versus la académica o humanística tradicional, así que me encanta que la Fundación también tenga una mirada amplia. Eso es bien chévere porque yo siento que no debe haber esas divisiones artificiales porque no hay humanidades sin artes. En segundo lugar siento contentura.
La actividad de homenaje será el próximo 4 de marzo de 2023 en la sala experimental del Centro de Bellas Artes de Santurce. En su momento, se brindará más información.