Hilo delgado
El momento de las buenas intenciones:
Recién bañado, peinado, con ropa limpia,
el momento en que se compra la pólvora
con forma de cono y de avioncito
y se repite a conciencia hoy es 24.
El que se va por la ventana:
Se reparte la comida dorada y la música resuena.
Se come y se baila al mismo tiempo.
En el patio encienden estrellitas.
Uno está yéndose por la ventana:
medio culón, se atasca,
y hay un momento en que visto de atrás
es un gran culo superpuesto a una cabeza.
Delfín de aire:
El momento en que se quiere escribir,
sacar fotos, ir al cine, ir de excursión,
comprar uno de esos globos con forma de delfín.
Primaria:
El momento en que en el aula con olor a plastilina
Dina y Marta enseñaban a escribir.
Ni que hablar de buenas intenciones:
el pelo lacio peinado de mañana,
arrasado de nudos por la tarde.
La pantalla
Como flechas en dirección opuesta
cruzaremos el aire. Pero eso
no significa nada.
Vamos y venimos, y vamos,
y venimos. Un día es negro,
sólo quiero alquilar una película
y volver a la nevada geografía nórdica
sentada en almohadones.
Otro día es tan ardiente
que hasta viven escarabajitos
entre las flores artificiales.
Descripción de una lámpara redonda, china
de papel con fondo celeste
que es un globo terráqueo.
Bolivia mantuvo el color del fondo
por ser país mediterráneo.
Así con ironía trabaja
el fabricante. Un territorio sin agua
a la vista, ahora
podría ser un lago.
Hay líneas meridianas, cada cuatro
la línea gruesa del papel
empastado, y en una coincidencia genial
los paralelos son los aros de alambre que
aseguran la tensión de la lámpara abierta.
Llorar en verano: con calor y con tiempo.
Sin fragmento. El verano es ancho
y largo. Por suerte
hace mucho que no pasa.
Uno va y reacciona igual que todos.
Por ejemplo en el subte: pero bueno.
Todas las ideas que se me ocurren
no sólo se le ocurrieron a alguien antes:
también fueron llevadas al cine.
El riesgo de vivir
en la misma casa mucho tiempo
es que ya pasó el verano en que
al volver en mitad de la noche
se sorprendía en el comedor a una
colonia de insectos, liderada
por una gigantesca langosta
que bajo la luz del velador
se daba la cabeza
contra la pared
una vez y otra, repelente y lenta,
enarbolando el poste
de la desazón y el movimiento.
Se dice de los insectos que son duros
y opacos, se dice: en los caminos del bosque
hay mariposas que flotan a
siete metros de altura. Pero yo y una chica
que había salido vestida en camisón
vimos que todas esas especies juntas
formaban un vapor, y a la langosta
la tuvimos que sacar a escobazos.
Descripción de un cuarto cuadrado
cuyas paredes ya fueron pintadas
cuatro veces porque con el tiempo,
se sabe, se agrisan. Se sabe que
se agrisan, con el tiempo.
Vos por ejemplo:
dejaste la mirada
en un punto incierto
entre la tele y yo. Allí no hay lo que hay
aquí. Aquí no hay lo que hay allí.
La tele era la intersección.
¿Cuántas veces en la vida
se puede estar en un planetario?
Y sin embargo la sensación planetario
te acompaña para siempre.
La tensión mínima necesaria
para la música de las esferas,
los cúmulos, los cirros, la danza
de las constelaciones, la droga ligera,
el primer amor, el chico arrodillado
junto a la butaca, siseándote al oído.
Se puede hacer
una de estas listas
durante la noche, mientras
hora tras hora se agitan en el patio
hojas de las plantas silvestres, del laurel
y las agujas del pino brasilero, en la calle vibra el polen
de los plátanos, el aire va bajando, se apoya,
se prepara para la
primera luz, y con la última palabra de la lista
comienza un día de lluvia, uno duerme,
o hace listas.
La autora nació en 1967 y vive en Buenos Aires. Es licenciada en Letras por UBA. Publicó El pasillo del tren y Los Cosacos (Ediciones del Diego). Ha obtenido el segundo premio en el Concurso Hispanoamericano de Poesía organizado por la revista Vox y Diario de Poesía.