Como en el boxeo, la vida puede detenerse en un segundo por un solo golpe limpio

Reseña de El diseño del puño de Javier Febo Santiago

Ricardo Rodríguez Santos

Cada vez que anuncian una nueva publicación, las narrativas son mis favoritas, me detengo a ver si me ofrecen alguna información que me llame la atención y me despierte el interés de adquirirla y leerla. Eso quiere decir, al menos para mí, que las palabras que acompañan a una nueva publicación debería decirles a sus potenciales lectores un poco más que solo el título, el nombre del autor y frases trilladas como “¡Es una estupenda novela!”.

Aunque se escucha constantemente que los puertorriqueños no leemos, si uno se asoma a las librerías y a las redes sociales, podrá corroborar la gran cantidad de nuevos títulos que aparecen casi a diario. Ofertas hay muchas, y lectores, también. En este País se publican libros de poesía, cuentos, novelas y, más recientemente, de microrrelatos, en cantidades tales que a veces uno se pregunta cómo leer la cantidad de textos que se acumulan en el librero en espera de su momento para ser degustados. Y si uno es de esas personas que entra a la librería “solo a mirar” y sale con un bolso de títulos que no estaban presupuestados, se podrán imaginar que, dadas las actuales circunstancias económicas y pandémicas, urge ser más selectivo en las selecciones que se hagan.

Hay quien al adquirir una lectura va “a la segura”, es decir, busca los nombres ya establecidos, con la fe de que “¡Es Isabel Allende!, ¡Es Roberto Bolaño!”. Ciertamente, algunos nombres, de quienes uno ha leído su producción anterior, brindan algún tipo de garantía de que “debe estar bien escrito”, con todo lo que implica esta expresión.

El mundo de las publicaciones puertorriqueñas también tiene nombres que ofrecen, desde mi gusto literario por supuesto, cierta seguridad de una “buena lectura”: Rosario Ferré, Manuel Ramos Otero y, más recién, Emilio del Carril, para mencionar algunos. En nuestro País, desde hace varios años, ante la ausencia de grandes editoriales, han proliferado la autogestión y la autopublicación. Muchos autores han optado por convertirse en editores, diagramadores y correctores con el fin de exponer su obra ante el dominio público. A veces uno observa la publicación de textos que aparecen sin más información que el título y el nombre del autor. Algunos de estos escritores recientes descansan en el reconocimiento de su nombre en otras circunstancias que no pertenecen al entorno literario, y está bien. Solo que, en mi caso, necesito saber más del texto antes de agregarlo a mi bolso. Entonces, llega a mis manos la novela El diseño del puño, del joven escritor Javier Febo Santiago.

Atendiendo a una recomendación de mi buen amigo, el poeta y profesor Alberto Martínez, me detuve a leerla y comentarles sobre la misma sin ofrecer los llamados “spoilers”. Les cuento sobre mi lectura con el fin de llamar su atención ante el trabajo literario de un joven, quien también es poeta, que nos ofrece una novela de personajes bien escrita. Parafraseando a Booth, diría, ¿bien escrita? ¿Cómo lo sabe?

Una novela bien escrita, a mi parecer, es aquella que, entre muchos atributos, logra que el lector fluya con el texto. Pues bien, El diseño del puño está construida con una efectiva coherencia que consigue, al menos así fue mi lectura, que el lector no se aburra; es decir, no peca de adjetivos rimbombantes ni de repeticiones incesantes que vuelvan tediosa su lectura.

La novela, tal como anuncia el título, se desarrolla en el ambiente del boxeo profesional.  Pero, cuidado, no es una novela sobre el deporte del boxeo, sino sobre la vida, sus esquemas y estereotipos, sus altas y bajas.

El protagonista, de nombre Virgilio, campeón boxístico, es un personaje que rompe con todo el constructo mental que podamos tener acerca de la calidad de persona que puede llegar a ser un profesional del cuadrilátero. El imaginario social nos pinta a los boxeadores como seres de corta inteligencia y limitado intelecto. Virgilio sorprende como un grado de madurez, una desarrollada conciencia social y un alto grado de cultura, que no se espera de esta clase de deportistas, lo que lo lleva a afrontar las circunstancias que le depara la trama con la misma entereza, inteligencia y temple con la que se enfrenta a sus oponentes en el ring, pero utilizando su carácter en lugar de los puños.

Alrededor de héroe, una serie de personajes evolucionan y se confrontan con las vicisitudes de la vida. Pero, de alguna manera, Virgilio se las agencia para, como el personaje de La Divina comedia, guiarlos a enfrentarse con sus temores, con sus infiernos y purgatorios.

Un gran mérito de esta novela es que logra un buen balance entre el tema del boxeo y su extrapolación a la vida misma. Sí, está bien escrita y consigue sorprendernos en más de una ocasión; sobre todo en la parte final, de la que no les daré ni un indicio, pero que a mí me resultó extraordinaria.

Insisto, si usted no se acerca a este libro pensando que es de simple boxeo y deportes, sepa que no es así, Virgilio es un gladiador de la vida, como todos nosotros. Javier Febo Santiago escribe para recordarnos que la vida es una constante lucha en la que a veces damos buenos golpes, pero, en otras, recibimos el cantazo inesperado que nos lleva al borde de la derrota. La gran diferencia, diría parafraseando al protagonista, es la actitud que asumamos. Los invito a leerla y disfrutarla.


El autor es profesor en la Universidad de Puerto Rico en Carolina

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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