En Reserva: «Circunvalaciones» de Yeidi Altieri Sotomayor

El siguiente texto sirvió de guía para la presentación de Circunvalaciones organizada por el Capítulo de Arecibo de la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU) y celebrada el jueves, 11 de mayo de 2023, en la Casa Trina Padilla de Sanz en Arecibo.

Cuando se me invita a presentar un libro de literatura, tiendo a volver a los textos que el autor o la autora publicó previamente, como para tener una idea de la progresión o del desarrollo en el proyecto literario de quien escribe. Así, tan pronto Yeidi me habló de presentar Circunvalaciones, regresé a Navegaciones, su primer poemario, como paso necesario para adentrarme al que hoy presentamos.

Son varios los puntos en común, o de diálogo, entre ambos poemarios que saltan a primera vista. Desde el título, ambos hacen referencia al viaje, y, por tanto, quienes leemos estos textos intuimos que la metáfora del viaje será una de las dominantes.

Desde el índice, también, parecería haber una similitud en cuestión de estructura, pues cada poemario se divide en tres partes: en Navegaciones, “Oceánica”, “Marítima” y “Platónica”; en Circunvalaciones, “Eléctrica”, “Tráfico de ansiedades”, “Callejón de nostalgias”. El título de la primera parte de Circunvalaciones, “Eléctrica”, es, como las tres de Navegaciones, un adjetivo en femenino que se presume que alude a la voz poética. Aun el primer poema de Circunvalaciones, “Óbito”, parecería, a primera instancia, poder encajar perfectamente con el proyecto poético previo de la autora, tan abundante en metáforas e imágenes marítimas.

Al borde del agua,
ciénagas
tejen mi almohada
y la noche se escapa
de mis sueños
con abusivos suspiros
como pequeñas
fallas lítricas
que sacuden mi memoria.
Mi desnudez respira
los limos del suelo
que tu nombre fermenta
y allá,
en el fondo de la tierra,
queda tapiada
tu tragedia y la mía
como la eternidad de una leyenda.

Pero aquí terminan las semejanzas. El rumbo que asumirá el proyecto poético de Circunvalaciones será lo suficientemente distintivo del de Navegaciones como para que incluso sintiera que caí en una trampa plantada por la autora. Digamos que es casi como si este poema inicial, y las otras semejanzas señaladas, saludaran y despidieran, a la vez, el proyecto previo de Navegaciones, para entonces llevar al público lector a entrar de lleno a este poemario que simula un proceso de duelo por parte del yo-lírico ante el fallecimiento del sujeto amado, fallecimiento aludido en el título de este poema inicial.

Circunvalaciones, por tanto, se inserta en una tradición rica de la lírica hispánica: la del poema elegíaco, representado por textos tales como “Elegía” de Miguel Hernández, “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” de Federico García Lorca, “Elegía a Jesús Méndez” de Nicolás Guillén, e innumerables ejemplos en la literatura puertorriqueña, particularmente dada a rememorar personas y eventos históricos en un país cuya memoria oficial tiende hacia el olvido o hacia la borradura.

Por razón de tiempo, las siguientes palabras se concentrarán en presentar un panorama del discurrir de la voz poética a lo largo de Circunvalaciones, señalando los elementos particulares o constitutivos de cada una de las tres partes del poemario. Esto, para así incitar al público a que se adentre en estas páginas y acompañe a la voz poética en este proceso, en este viaje.

Volvamos a “Óbito”, y concentrémonos en él, pues todo comienzo revela un trazo importante del camino. Desde “Óbito”, se perfila un destinatario, un “tú”, que será estable a lo largo del poemario y que se identifica con el sujeto amado fallecido, nombrado solamente en una ocasión: Ariel. Si bien no me interesa hacer una lectura biográfica de Circunvalaciones, este no deja de tener como punto de partida un hecho real: la muerte de un sujeto amado a causa de una descarga eléctrica.

Corrientes eléctricas
buscaron tu luz
y arrollaron las historias
que te faltaban por vivir.

La insistencia en el destinatario es importante en este viaje. Este proceso de duelo poético se lleva y se expresa, al inicio, en conjunto con él; es una ausencia presente en la vida interior de la voz poética. No es la voz poética quien circunvala el proceso de duelo, sino el sujeto amado y el dolor por su muerte lo que circunvala a la voz poética. La compenetración entre amados es tal que la voz poética se nos presenta, también, “eléctrica”, lo que explica el título de la primera sección.

Eléctrica, respiré tu mortandad
y me jadearon las heridas
que bordaste en mi frente una mañana.

[…]

Te amé
y albatros de electrones
cruzaron mi corazón,
impulsaron consuelos
a mis pensamientos
y en el núcleo de mi pecho
la corriente reflejó
que habitas en las dimensiones de otros aires.

Los tiempos verbales de este primer poema, “Óbito”, también revelan un elemento importante del conflicto interior que guía esta navegación. La primera sección de Circunvalaciones, “Eléctrica”, representa el momento del dolor inmediato a la muerte del sujeto amado, momento que ocurre en el pasado.

Me fue imposible llegar a tu desdicha
y fue la ruta más larga la de aquel día,
luz de acertijos en la tarde inclemente
mientras susurraba la atmósfera
un doliente silbido.
Sabía tu vida que aún me querías
y dibujé en mi rostro una despedida
para tejer sobre la tierra nuestra historia.

Y, sin embargo, en “Óbito”, las acciones se encuentran en el tiempo presente (“tejen”, “se escapa”, “sacuden”, “respira”, “fermenta”, “queda”). El uso del presente en el primer poema ayuda a intuir, por tanto, que el dolor del momento pasado perdura, “como la eternidad de una leyenda”. Y así, como irrupción del momento actual, irrumpe el presente en algunos poemas de esta sección.

Incluso el futuro se asoma ocasionalmente en este mundo poético, usualmente en enunciados que presentan negaciones, que presentan un mundo que jamás podrá concretizarse en la realidad. Pero incluso el futuro es materia de pugna, y el proceso de duelo esperará transformarlo.

No volverá el domingo
de aquella tarde
ni tus manos
a rodear la cintura de mi piel
sobre las piedras del río.
Mas te recordaré
cuando espigas de sol
se desplomen, serenas,
sobre el asfalto del puente
que olvidó el camino.

Todo proceso de duelo es producto de un momento de quiebre que transforma la vida. En ese sentido, el duelo es un proceso de viaje con un punto de arranque forzado, con consecuencias como la pérdida del habla, como lo expresa la voz poética.

-¡Ay, mis benditas palabras!-
esas que con tu partida
poco a poco
se han ido a esconder
contigo
bajo la tierra.

La segunda parte del poemario, “Tráfico de ansiedades”, si bien representa una continuación del proceso de duelo, conlleva un cambio en ambientación lírica, en espacio poético. En “Eléctrica”, luego del inicio acuático, abundaron las imágenes y las metáforas relacionadas con la naturaleza. El panorama poético contuvo hojas, ramas, árboles, rayos de luz. En “Tráfico de ansiedades”, por otro lado, se privilegian las metáforas naturales asociadas a la tierra y el fuego, pero en un ambiente que deja atrás la inmersión en la naturaleza y que se adentra de lleno al espacio urbano. Desde el primer poema, titulado “Asfalto”, se participa de un proceso de luto posterior a la muerte y en un mundo de constante movimiento y rapidez. El movimiento, por otro lado, no solo hace referencia al mundo urbano que se habita, sino también a que la muerte ha producido un desarraigamiento en la voz poética, que produce el proceso de duelo, la imagen del viaje y la travesía; el “incierto tráfico” es, a la vez, el recorrido urbano y el proceso interno, fusionados como un mismo proceso que juega con la cotidianidad de la voz poética (“En el transitar de las horas / no hay zonas de certeza”), que la hace querer encontrar el rostro del amado en el rostro de un otro en el tráfico, que lo recuerda en el tránsito.

En la densidad del tránsito
circulan los recuerdos
de viejos y nuevos amores
y en la corriente vehicular
sueño que te encuentro,
que en el ciclo del semáforo
me verás
y que en los carriles
reversibles del destino
mi señal luminosa
se presentará frente a tus ojos
como un golpe enceguecedor.  

El tránsito es, también, la imagen de la espera, metáfora a la vez del recuerdo que no se supera y del proceso que busca sobrellevarse.

Aunque parezca patético
derramé lágrimas por mí.
Tengo que confesar
que las lloré reales,
esperando un avión,
esperando un barco,
un tren,
algo que me transportara.
Derramé sueños
y sin percatarme
se hicieron signos
donde refugié mis profundidades.

Como en “Eléctrica”, la irrupción del presente (en el poema “Circunvalaciones”) explicita el dolor que se vive en la actualidad, y la sorpresa del futuro (la tercera parte de “Vía de Rodaje”) recalca la imposibilidad de una realidad alterna. Pero en el poema final de “Tráfico de ansiedades”, “Tránsito”, se empieza a ver, también, el otro lado del proceso: la despedida.

Tú no estabas[…] Te despedí cuando en la lucha
caminé humillada,
cuando sus ojos
me descubrieron por primera vez.
Tú no estabas desde antes.
Tu exilio comenzó en otro tiempo
cuando con coraje y desamor
te lancé de mi historia
para evitar que un día
mi vida colapsaras.

Y así, llegamos a “Callejón de nostalgias”, la tercera parte de Circunvalaciones, la que representa la parte final de este proceso de duelo y en la que ocurren la mayor cantidad de transfiguraciones poéticas. La despedida de la voz poética continúa aquí, en un ambiente que parece sintetizar la de las partes anteriores (naturaleza y espacio urbano se funden, sin la rapidez del tránsito). Ahora, la despedida hace referencia a la muerte del recuerdo que se sobrepone a la muerte del sujeto amado.

Ha muerto tu recuerdo
por este exceso,
realmente vicio,
de volver a tu nombre
cada instante de aquel segundo.

Y es, quizás, este proceso de cierre el que posibilita varios cambios en la estructura poética básica que hasta entonces había guiado este proyecto. “Tránsito” había introducido la tercera persona singular (“cuando sus ojos / me descubrieron por primera vez”), que ahora cobra mayor presencia (“Él calma los abrazos / falsificados de cariño y de amor”; “su cuerpo litoral queda despoblado”), sin que necesariamente se haga concreta.

Pero no solo se introduce un nuevo sujeto, sino que llega el momento en que todo se transfigura. Hacia el final del poemario, en el poema “Evolución”, nos encontramos ante la ausencia de un “yo”, en un poema que se refiere a un sujeto a través del uso de la tercera persona, pero una tercera persona distinta a la que se había visto previamente en el poemario, un sujeto que se delata femenino a través de los adjetivos que se emplean (“se descubrió, viva”).

Entonces, retrocedió el futuro en la puerta.
La luz de sus venas
seguía intermitente en sus dedos
y se sintió, como la primera vez, hogar,
morada placentera del suspiro del cuerpo
y se descubrió, viva,
cuando descuidada, volvió la mirada
para seguir husmeando en el callejón.

¿Qué ocurre, entonces, en este poema final? ¿Será que el proceso de duelo produjo un desdoblamiento en la voz poética, que le permite verse desde un espacio externo? El cierre del proceso de duelo, definitivamente, hace más complejo este viaje interior.

Parte de la complejidad de “Callejón de nostalgia” es la manera en que reintroduce el tema del lenguaje al poemario. Este, como materia poética, se tocó en el inicio de Circunvalaciones, para luego mantenerse latente y resurgir hacia el final.

Las eternidades,
las llevo en la columna de mi espalda
y aferrada a la intimidad de la escritura
hechizo la memoria ajena
y me deslizo en los vicios de la noche.

Cerca del cierre del poema, la voz escribe. Escribe como parte de un proceso regresivo, como si el desorden que produjo la muerte súbita se desintegrara en el momento en el que la voz recuperara el acto de escribir. En el mundo interior de la voz poética, la escritura sirve como señal del restablecimiento de cierta paz interior.

Estoy, insignificante,
cuajando versos en la ventana
esperando volver
a lo que debí ser siempre:
un caracol de tierra
en la finitud de su espalda
y nunca abandonar el callejón.

Aunque no se exprese con insistencia, existen, por tanto, señales en “Callejón de nostalgias” que apuntan a que Circunvalaciones representaría un proceso de sublimación lírica para superar el duelo. Si en “Eléctrica”, las palabras se escondieron debajo de la tierra, hacia el final de Circunvalaciones se desentierran, cogen aire y vuelo. En “Eléctrica”, la voz poética expresa: “quedé en silencio hasta que volví a nacer”. En aquel momento del viaje, el renacer no se percibía. Hacia el final, ya vemos en aquel verso un anticipo del desenlace de esta navegación poética, en el que la voz poética renace de tal manera que parece ser capaz de desdoblarse, de entenderse desde afuera y apreciar su recorrido. El poemario sería el resultado de esta transfiguración del dolor a la página en blanco, transfiguración que ahora podrá experimentar el público lector.

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