Desde los pobres, Iglesia para todos

En diversos países de América Latina, el gobierno imperial de Estados Unidos continúa financiando los golpes nuestros de cada día.

Hace 50 años, varios países del continente sufrían dictaduras militares. La novedad fue que en aquel 68, los obispos católicos de América Latina y el Caribe se reunieron en Medellín (Colombia) para su segunda conferencia general. La conferencia de Medellín ocurrió del 24 de agosto al 6 de septiembre de 1968. El papa Pablo VI abrió la conferencia que tuvo como tema: “La misión de la Iglesia en el proceso de transformación social y política de América Latina”. Dos obispos brasileños, Helder Camara y Pedro Casaldáliga afirmaron: “Para América Latina, Medellín fue un verdadero Pentecostés”. Significó el nacimiento de una Iglesia Católica con cara latinoamericana. El propio tema dejaba claro: la misión de la Iglesia no es sólo religiosa, ni principalmente cultual. Es testimoniar y ensayar en el mundo el reino de Dios, eso es, el proyecto divino de justicia y de paz.

Entre afirmaciones y propuestas importantes, en Medellín, los obispos concluyeron que la Iglesia debe ser pobre, misionera y pascual, es decir, como dice el papa Francisco “en salida”. Su misión es servir como liberadora “de toda la humanidad y de cada ser humano “ (Cf. Conclusiones de Medellín, 5, 15). Desde Medellín, surgió un nuevo modo de ser Iglesia, que se expresó en las comunidades eclesiales de base, pastorales sociales y en la inserción de las Iglesias en los procesos de liberación.

De 1968 para acá, el mundo cambió mucho. El imperio norteamericano logró invadir varios países. Provocó varias guerras, vendió y usó sus armas. Mató muchos pobres, africanos, asiáticos y latinoamericanos. En cuanto a la Iglesia Católica, ella sobrevive a crisis y escándalos de diversos tipos. Sin embargo, la traición más seria de muchos eclesiásticos no es en materia de moral sexual. Es cuestión de humanidad. Es el autoritarismo que está por detrás del corporativismo que oculta crímenes. Ese problema del poder revela una desviación más profunda y radical: el alejamiento del camino del evangelio. Ahora, en ese aniversario de 50 años de Medellín y en medio de las crisis por las cuales pasa la Iglesia, los cristianos y cristianas son llamados a “oír lo que el Espíritu dice hoy a las Iglesias” y “volver a su primer amor” (Ap 2) 5-7). En la Biblia, el primer amor del pueblo fue el Éxodo, donde Dios si dio a conocer íntimamente. El hizo su alianza con la humanidad, en medio del camino de la liberación de los oprimidos. Es necesario volver a esa mística liberadora.

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