Especial para En Rojo
La antología gráfica Rapiña Carroña (Días Cómic, 2021) reúne e ilustra una variedad de narrativas y relatos históricos sobre el día a día en un siglo puertorriqueño, a manos de distintxs escritores, artistas e historiadores de la isla. Esta suma de narraciones, como sugiere su título, se tensan y sostienen con la metáfora de las aves de rapiña y de carroña, es decir, de agentes cazadores y necrófagos que se alimentan del hurto y, a su vez, de los despojos.
La antología incluye la viñeta “El Maletín”, escrita e ilustrada por Rosaura Rodríguez. En ella, la autora intenta rearticular la vida de un veterano puertorriqueño de Vietnam, a través de sus antiguas pertenencias y restos, en particular, un maletín que la propia Rosaura encontró tirado en una calle en el área metro. Si como apunta la filósofa María Zambrano las ruinas son los aspectos más vivientes de la historia, debido a que “solo vive históricamente lo que ha sobrevivido a su destrucción” (255), en estas breves notas, me interesa estudiar la antología, y más concretamente este cómic, como una suerte de “archivos de los despojos”, cuya definición abarca, por ejemplo, la pluralidad del despojo/ruina, tanto como la acción de extraer y de expoliar. Como archivo del despojo, “El Maletín”, por una parte, resalta, la naturaleza frágil del archivo, y, por otra parte, la relevancia y el valor histórico de la literatura y la gráfica/ cómic como fuente documental y humana que ha encarado continuamente las prácticas carroñeras y rapiñeras de nuestra historia.
La antología
Rapiña Carroña comienza con un agradecimiento a sus lectores y a Puerto Rico por ser “una fuente infinita de alegría y de pesares” (9). A lo largo de esta obra multigenérica, a varias manos, el sello editorial Días Cómics (Rosaura Rodríguez y Omar Banuchi) ilustran sucesos históricos de los últimos 120 y tantos años en Puerto Rico: desde la militarización y la reforma colonial de la isla impuesta por Estados Unidos hasta la cobertura periodística, a modo de titulares, de la ubicua violencia contra la población, de ayer y hoy. Sin olvidar, la corrupción insular y federal, las prácticas buitres y, más recientemente, el rechazo civil contra las políticas de austeridad y pobreza impuesta. Este volumen, sincero y no menos tragicómico, incluye, también reflexiones existenciales, a la sazón millennial, antes, durante o después de un jangueo.
Rapiña Carroña no está ordenada de manera cronológica y en su desorden, sospecho que intenta aunar, la posibilidad de un archivo, más que atesorado, vivido y sufrido colectivamente.
El Maletín
El cómic nos remite a una comunidad suburbana en San Juan, donde la ilustradora solía vivir. Una tarde, mientras caminaba a su mascota, notó las pertenencias y los restos de quien vivió en una casa, ahora vacía. Entre las bolsas de basura y algunos escombros, salta a la vista un maletín. Dentro, una vida en fragmentos: “Parece que encontré un mapa de quién fue esa persona, dónde estuvo, dónde vivió y quizás cómo murió”. La pequeña maleta guardaba sus medicinas para la diabetes, fotos de su familia, de sus viajes y del barrio. Rastros, sin nombre, de quien fue: un hombre, veterano de Vietnam y boricua. “No veo qué piensa sobre la guerra, sobre servir a Estados Unidos”, anota Rosaura. “No me aparece ninguna pista de cómo sobrevivió y por qué regresó a Puerto Rico. No sé si vio gente morir” continúa el cómic. “No sé si tuvo que matar a alguien” (57). “El Maletín” procura entonces reimaginar la vida de esta vida hasta restituirle, al menos, un descanso.
Según el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, 48 mil puertorriqueños fueron a la guerra de Vietnam; alrededor de 400 personas murieron y miles regresaron heridos. Otro estudio del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Yale, reveló que los soldados de origen boricua en la Guerra de Vietnam padecieron y (aún padecen) en mayor número y de forma más severa de estrés postraumático que contrapartes estadounidenses.
La literatura puertorriqueña ha registrado, largo y tendido, los golpes del coloniaje y sin duda, de la milicia. Por ejemplo, en la obra del poeta nuyorican, Pedro Pietri, se cuenta una y otra vez –lo que el estudioso José Quiroga ha llamado una épica al revés– la violencia y el saldo humano del imperialismo yanki, en especial, en los puertorriqueños. Pietri, veterano de Vietnam, le dedicó el poema “Para la madre de Ángel Luna”, a la memoria de su amigo que quiso desertar y no pudo, y cuyas últimas palabras, vueltas poema, fueron: “Si no regreso vivo, díganle a mi madre querida que me entierre/ En la tierra de Borinquén”. Luna nunca volvió a Nueva York, desconozco si sus restos regresaron a Puerto Rico. Pietri murió en el 2004, a sus 59 años, de cáncer, luego de estar expuesto, en la guerra, al agente naranja.
El acta Jones de 1917, nos recuerda Rapiña Carroña en otra viñeta, ya había otorgado la ciudadanía estadounidense a los puertorriqueños. Enseguida, unos 20, mil puertorriqueños fueron activados y batallaron en la Primera Guerra Mundial. Pietri arguía, “they used to draft us from Puerto Rico. That ‘s the reason Puerto Ricans were made American citizens in the first place”. A partir de entonces, en todos los conflictos en los que se han visto envueltos los Estados Unidos, han estado presentes los puertorriqueños. Vietnam y este personaje anónimo de “El Maletín” pudo haber sido un soldado de carrera u otro llamado a dejar el cuerpo, en el servicio militar obligatorio –como Pedro Pietri o su amigo Ángel Luna–. Rosaura culmina “El Maletín”, recordándonos que “el colonizador no guarda nuestros nombres, nuestras fotos”, pues “se queda con nuestras tierras y sacrificio”. Extrañados (“extranjeros”) de nuestro cuerpo y nuestro país (58).
En su polisemia, este denominado “archivo de despojos” que recoge Días Cómic aúna tanto el verbo despojar y su reflexivo despojarse, como el sustantivo, despojo. Así, pues, remite a la acción del robo (individual, institucional, sistémico o colonial); al ejercicio de hacerlo de manera voluntaria y, por último, a los residuos y las sobras, desde donde Rapiña Carroña arranca.
Esta columna propone que Rapiña Carroña continúa una tradición literaria, muchas veces testimonial y autorreflexiva que lucha contra la borradura histórica que nos acecha. Las ruinas y los despojos, sostiene María Zambrano, suponen “supervivencia, no ya de lo que fue, si no de lo que no alcanzó a ser” (255). Esta obra gráfica y plural recupera nuestros restos y les vuelve relatos, les incorpora a nuestra historiografía y, por fin, hace de los escombros y despojos, nuestro archivo.
Ver el cómic completo: https://shorturl.at/hDHuW