El buzo olvidadizo

El buzo descendió al mar. La presión del agua era tan grande que al llegar al fondo se quedó aprisionado, pero al dejar de bracear el mismo cuerpo lo llevó a la orilla. En el fondo del mar, vio rastros de un naufragio. Le dio pena ver cosas familiares como anillos y otras prendas. Ya en la orilla pudo hablar con un pescador de las cosas que había visto en el fondo.

-Encontré un anillo- le dijo. –Lo demás no lo recuerdo.

-Es mejor olvidar- le dijo el pescador. –Si te fijas, yo no desciendo tanto como tú al fondo del mar. No me hace bien. Me quedo en la superficie y me limito a tirar el anzuelo.

-Yo creo que eso es mejor- le dijo el buzo.

-Te haría bien- le dijo el pescador. –Yo te invitaría a dejar la careta de bucear y mejor te llevo conmigo uno de estos días.

El buzo logró descansar en la orilla. No sabía bien qué era lo que tenía que buscar en el fondo. Muchas cosas sentimentales le nublaban la vista y entonces se dedicaba a hacer otras cosas. Entre ellas, se dedicaba a criar unos pollos grises entre una camada de pollos blancos. Busco al pescador para venderle unos huevos, y siguió hablando con él en su casita.

-Aquí yo tengo muchos efectos del buceo. Tengo mis caretas y mis chapaletas. Tengo una fisga también. Algunas veces se me olvidan las cosas y tengo que salir a caminar.

El pescador lo ayudó a recordar algunas de las cosas que había recojido de otros naufragios.

-¿Recuerdas los platitos de porcelana china que encontraste la última vez? ¿Lograste venderlos como piezas de museo?- le preguntó el pescador.

-La verdad es que ya no me acuerdo de las cosas que encontré la última vez. La costumbre de sumergirme me provoca ese olvido.

-Debe ser la presión del agua- le dijo el pescador.

Piadosamente, el pescador le compró unos huevos al buzo y le prometió llevarlo unos de estos días a pescar. Cariñosamente, le señaló que algunas de sus gallinas eran pintas y que podía hacer una cría.

-Sería bueno que dejaras de bajar al fondo del mar. Ya no tienes edad para ese trabajo. Conviene que hagas otra cosa. Voy a comprarte huevos de ahora en adelante, y si puedes vender los efectos de buceo y la fisga, mejor todavía.

II

Recordaba el buzo un naufragio de su juventud que fue el motivo por el cual se convirtió en buzo. Un barco había partido con una de sus amigas de la infancia y le habían dicho que éste se había hundido. Cosas de ella que sacó del fondo del mar lo enloquecieron bastante durante años. Es por eso que el pescador le decía que dejara de bajar al agua, ya que la desaparición de su amiga tanto le afectaba, y no dejaba de encontrar cosas de ella en el mar.

-Yo voy a buscar a un reverendo que cría pollos- le dijo el pescador. –El reverendo te puede enseñar a hacer otra cosa.

Pero el buzo no tenía mente sino para las cosas que encontraba en el fondo del mar y que le recordaban a su amiga. Piadosamente, el pescador vendía las cosas que el buzo encontraba y le daba el dinero.

-Hay otros naufragios- le dijo el pescador. –Ya que sabes bucear, puedes ir a otro lado y buscar otras prendas. Imagina que tu amiga te dejó esa profesión por aquello de que no te quería a ti, sino a las profundas aguas del Océano.

-Es verdad que el mar es atrayente- dijo el buzo. –El mar se lleva a algunos y no vuelven. Muchos se ahogan.

-A tu amiga no la encontraron nunca. Pero no hay duda de que sus efectos personales los hemos ido vendiendo. Habría sido tu esposa si hubiera crecido, pero tenía mucho carácter y era muy inexperta. A veces es mejor no tener carácter sino hasta después de que uno ha crecido.

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